La Criminología, desde que se estableció como ciencia autónoma de pleno derecho, digamos que, de manera definitiva a principios del siglo XIX, ha tratado de explicar muchos de los factores que intervienen para que un delito se cometa tal y como lo vemos. Pero, si una pregunta ha imperado por encima del resto, ha sido la del origen del asesino.
El Dr. Cesare Lombroso, que ha sido llamado “el padre» de la criminología moderna, estudiaba a los delincuentes encarcelados en Turín allá por 1870 y ese estudio le hizo pensar que los delincuentes estaban un escalón por debajo en la evolución, una regresión a un tipo de hombre primitivo o infrahumano.
Después de años de estudio, llegó a la conclusión de que se podía identificar a un asesino por la forma de su cara y por la longitud excesiva de sus brazos «simiescos». Escribió que “las orejas de un criminal son a menudo de gran tamaño” y “la nariz en los asesinos suele ser aguileña como el pico de un ave de presa”
Desafortunadamente, detectar a asesinos potenciales no resultó tan simple como esperaba Lombroso y sus hallazgos «científicos» pronto fueron desacreditados.
Cerebro iracundo
Pero este fue el inicio de una investigación que ha continuado por más de un siglo para averiguar si los criminales -en particular los homicidas- tienen cerebros diferentes al resto de las personas.
La invención de las técnicas de imágenes de resonancia magnética funcional en los años 80 revolucionó el conocimiento de lo que ocurre dentro de la cabeza y esto provocó el primer estudio con escaneo cerebral de asesinos el cual fue realizado en California por el neurocientífico británico Adrian Raine.
Raine había llegado hasta allí atraído no por sus playas sino, tal como él lo explicó, «por el gran número de individuos muy violentos y homicidas».
En el transcurso de muchos años el científico y su equipo escanearon los cerebros de 41 asesinos y casi todos mostraban cambios similares.
Había actividad reducida en el córtex prefrontal, el área del cerebro que controla los impulsos emocionales, y una sobre activación de la amígdala cerebral, la zona que genera las emociones.
Por lo tanto, parece que los asesinos tienen cerebros que los hacen más proclives a la ira y el enfado, y a la vez menos capaces de controlarse.
Maltrato
Pero, ¿por qué pasa esto?
Los estudios de Raine sugieren que una de las razones puede ser el abuso infantil, que puede generar asesinos al causar daños físicos al cerebro. El córtex prefrontal es especialmente vulnerable.
Uno de los prisioneros que el neurocientífico escaneó era Donta Page, un hombre que mató brutalmente a una joven de 24 años.
El maltrato físico a temprana edad, entre otras cosas, puede haber producido el daño cerebral, que puede haberlo llevado (a Donta Page) a cometer este acto violento.
De bebé, Page fue habitualmente maltratado por su madre que usaba cables de electricidad, zapatos, cualquier cosa que encontrara a mano, y cuando creció, las golpizas empeoraron. Además, no eran golpes de vez en cuando, sino casi a diario.
«El maltrato físico a temprana edad, entre otras cosas, puede haber producido el daño cerebral, que puede haberlo llevado a cometer este acto violento», dice Raine.
¿Eso quiere decir que todos los niños que sufren maltrato acaban siendo asesinos (o violadores u otro tipo de criminal violento)? No. El propio Raine admitió que no es un factor determinante y que es algo que puede pasar o no. Entonces, ¿hay algún factor más?
El gen del guerrero
La respuesta fue hallada en 1993 con una familia en Holanda en la que todos los hombres tenían un historial de violencia: 15 años de minuciosa investigación revelaron que a todos ellos les faltaba el mismo gen.
Este gen produce una enzima llamada MAOA que regula los niveles de neurotransmisores involucrados en el control de los impulsos.
El científico James Fallon descubrió que él mismo tenía los genes relacionados con el comportamiento violento.
Así se descubrió que, si alguien carece del gen MAOA o tiene una variante de baja actividad, está predispuesto a la violencia.
A esta variante se la conoce como el gen del guerrero.
Y ahora volvemos a lo mismo. ¿Si te falta ese gen, serás un asesino (o un delincuente violento)? No. Teniendo en cuenta que a un 30% (según un estudio) de los hombres les falta ese gen y que el 30% de los hombres no son ni asesinos ni violentos (tal y como se espera con la ausencia de éste), no.
Infancia feliz
Jim Fallon, profesor de psiquiatría de la Universidad de California, tiene un interés personal en esta investigación.
Después de descubrir un sorprendente gran número de asesinos en el árbol genealógico de su familia, realizó un estudio genético de sí mismo y vio que tenía un montón de genes que han sido vinculados al comportamiento psicopático violento.
«Personas con una genética mucho menos peligrosa que la mía se convirtieron en homicidas y son psicópatas», dice Fallon.
Si tienes la versión de alto riesgo del gen y te han maltratado en la infancia, las posibilidades de una vida criminal son mucho más altas. Pero él no es un asesino sino un respetado académico. Su explicación es que él estuvo protegido de una herencia potencialmente violenta por una infancia feliz.
«Si tienes el gen de alto riesgo, pero no fuiste maltratado, entonces no hay realmente mucho riesgo. Así que el gen solo por sí mismo no afecta dramáticamente el comportamiento, pero en ciertas condiciones de entorno hay una gran diferencia».
Combinación asesina = asesino
Por lo tanto, parece que una tendencia genética hacia la violencia y el maltrato infantil son literalmente una combinación asesina.
Todo esto nos lleva a una conclusión. El asesino nace y se hace. Queda así respondida la pregunta que durante tanto tiempo se hizo el hombre.
Véase también 2 Asesinos macabros que han pasado por la historia
Temática sugerida por: Kris Kmilo
Fuentes: