La dificultad de la H estriba en que es la única letra del alfabeto español muda, la única que no posee sonido alguno. Únicamente se pronuncia cuando va precedida de la C, formando de ese modo el sonido CH. Pero cuando va ella sola, huérfana de C, es como si no existiese.
Aun así, en 2010, la RAE eliminó la CH (junto con la “ll”) como consonante, siendo el único lugar donde obtenía un sonido propio. Es el único grafema, o unidad mínima e indivisible de la escritura, que no representa ningún sonido, aunque más de 2.000 palabras comienzan con esta letra. Y, para más agravio aún, también puede aparecer intercalada, en medio de palabras como zanahoria, adhesivo, tahúr o bahía.
La pregunta, absolutamente legítima, que surge entonces es: y si no suena, ¿por qué existe la H? ¿Es una letra inútil que está ahí con el único propósito de complicarnos la vida?
De hecho, a lo largo de la historia ha habido numerosos intentos por suprimirla.
El prestigioso lingüista venezolano Andrés Bello ya pidió en 1823, a coro con el escritor colombiano Juan García del Río, una reforma ortográfica que acabara de una vez por todas con la H. También Gabriel García Márquez abogaba eliminar esa letra muda.
Y en 1726, los autores del Diccionario de la Lengua Castellana publicado por la Real Academia ya sentenciaron que la H «casi no es una letra».
Entonces… ¿Por qué sigue estando?
Básicamente, según la Ortografía de la lengua española de la RAE, la H se ha mantenido en nuestro sistema ortográfico por razones etimológicas, o sea, relacionadas a su origen, o por su uso tradicional consolidado.
Del fenicio al latín
En un inicio, la H no era muda. Los primeros en hacer uso de ella, fueron los fenicios, el pueblo de la antigua civilización que vivía en el Mediterráneo. Ellos la habrían pronunciado como una J aspirada, según los actuales registros.
Luego, los griegos la adoptaron dándole la forma mayúscula con que hoy la conocemos y le dieron la pronunciación como de una suave aspiración, más cercana a los que hoy conocemos. Del griego paso al latín, donde poco a poco fue suavizando su sonido.
Pero, además de adueñarse de varios vocablos en latín que iniciaban con la H, el español se apropió también de numerosas palabras latinas que empezaban con F, y que también en castellano comenzaban en un principio con esa letra.
Pero con el pasar de los años, y dado que en algunas zonas de España esa F se pronunciaba también aspirada, esa letra inicial empezó a ser sustituida por la H a partir del siglo XIV.
Es el caso por ejemplo de farina, que pasó a ser harina; del verbo hacer (que en sus orígenes era facer), de helecho (felecho en la Edad Media), herir (ferir), hurto (furto), humo (fumo), higo (en «El Cantar del Mío Cid», que data de alrededor del año 1200, aparece como figo) y tantos otros vocablos. Y ese cambio también afectó a palabras que tenían la H intercalada, como es el caso de búho (bufo en latín).
También son muchas las palabras de origen árabe adoptadas por el español que llevan H. Y en algunos extranjerismos usados corrientemente en español (y tomados, por lo general, del inglés o del alemán), la H se pronuncia también aspirada o con sonido cercano al de J. Léase hámster, holding, hachís o hawaiano.
¿Innecesaria?
Pero, aunque no suene, Blecua defiende que la H no es una letra inútil, aunque pueda parecerlo. «Tomemos por ejemplo la palabra ‘huevo‘. A simple vista, parece absurdo que lleve una H inicial. Pero esa H está justificada. Antiguamente, las letras U y V se escribían exactamente igual, con la misma grafía. La H sirve para identificar que la letra que la sucede en la palabra ‘huevo‘ es una U y no una V», explica.
Y aún da otro ejemplo más de su utilidad: «La palabra búho. La H intercalada sirve para marcar un hiato», subraya. Es decir: para advertir al lector de que hay una separación entre la U y la O, que la palabra búho se compone de dos sílabas y no de una.
Y, por supuesto, la H sirve a la hora de escribir para diferenciar palabras homófonas, vocablos que en el lenguaje hablado suenan exactamente igual, aunque tienen significados distintos. Porque no es lo mismo huno que uno, hojear que ojear, hola que ola o hala que ala. Aunque hay varias palabras que la RAE admite que se escriban indistintamente con o sin H: harmonía o armonía, harpa o arpa, harpillera o arpillera, hurraca o urraca, por señalar algunas.
Fuentes: bbc.com y eldefinido.com