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¿Por qué tenemos fobias?

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Tiempo de lectura: 4 minutos
Las fobias, a pesar de no tratarse de un trastorno psiquiátrico grave, son un trastorno psicológico con mucha repercusión negativa en la vida diaria de la persona. El manual de diagnóstico de los trastornos mentales (DSM-IV) define una fobia como “un temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos”. Se trata de la exageración de una experiencia común a todos los seres humanos, el miedo, con la diferencia de que el miedo nos prepara y ayuda a protegernos de situaciones de peligro real o imaginario (por ejemplo, al ver una película de terror), y las fobias hacen referencia a un hipotético peligro interno, irracional, intenso e incontrolable que bloquea el desarrollo de la existencia de la persona, ya que no protege, sino que limita, pudiendo llegar a afectar a la relación con su entorno y con sus seres queridos.

¿Existe alguna tendencia sobre la susceptibilidad de este padecimiento?

Por muy curioso que resulte, las fobias no son un trastorno extraño, todo lo contrario, es muy común que las personas padezcan un tipo de fobia u otro, las estadísticas demuestran que por cada 100 hombres fóbicos existen 200 mujeres, además es muy frecuente en los niños.

¿En las personas de edad avanzada que tan frecuentes son las fobias?

En este caso es necesario hablar sobre los deterioros neurológicos que surgen durante la vejez, en la mayoría de los pacientes, una enfermedad degenerativa como el Alzheimer provoca muchas fobias. No es que surjan por la vejez, sino por el deterioro del sistema neurológico. Hay personas de 90 años prácticamente sin daño neurológico y hay personas con un poco más de 60 con un daño neurológico severo, lo que las llenas de fobias.

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¿Qué lo origina?

El origen y desarrollo de esta reacción desmesurada hacia un motivo concreto puede darse por diversas razones. La causa más común es una mala experiencia o trauma sufrido directamente por la persona. Por ejemplo, alguien que ha sufrido la mordedura de un perro, es muy probable que a raíz del incidente desarrolle miedo o aversión hacia el animal, y no solo hacia el que le mordió, sino a la especie en general. Además, también puede darse una extensión de la fobia hasta incluir en ella otros factores como podría ser el lugar en el que se produjo el ataque, sintiendo ansiedad cuando lo visite nuevamente u otro similar.

Por otro lado, las fobias también pueden producirse por conductas aprendidas e imitación de conducta de otras personas, especialmente cuando se dan siendo pequeños. Si alguien nos expresa continuamente que se debe temer a determinado elemento, nosotros acabaremos por aceptarlo siempre y cuando le veamos la lógica a ese miedo. Este tipo de causa es muy frecuente en lo que a otras culturas y creencias se refiere. Muchas veces es la propia sociedad la que nos induce a tener una fobia determinada, causada, por ejemplo, por un conflicto internacional que ha afectado profundamente a dicha sociedad.

Ver personalmente como otro individuo pasa una experiencia desagradable también puede llevarnos de forma inconsciente a adoptar ese miedo como si fuese nuestro. En ocasiones, aunque nunca hayamos experimentado un contacto real con determinados peligros, nuestra cultura e historia nos llevan a sentir cierto recelo hacia ellos.

Véase también La ciencia que hay detrás del miedo

En las fobias, existen niveles de intensidad. Hay personas que al enfrentarse a su miedo se paralizan, siendo incapaces de actuar. Otras, por su parte pueden ser capaces de enfrentarse sin sufrir bloqueo, pero con gran desagrado.

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No siempre resulta sencillo conocer cuáles son los factores que nos llevan a sufrir una fobia. Sin embargo, es importante determinar las causas que pueden provocarla causarla, ya que de esta forma será más sencillo abordarla con una u otra terapia.

Tratamientos:

El tratamiento de elección para las fobias es el de la Terapia de Exposición. En este tipo de terapia, el paciente va enfrentándose con la situación temida, en pasos graduales y progresivos. Es decir, si una persona tiene miedo a las arañas, primero se imaginará que está en presencia de una, luego verá una en foto, después en realidad virtual, y así sucesivamente. Previamente, el terapeuta a dotado a la persona fóbica de estrategias de afrontamiento y enseñado técnicas de relajación. Así, la persona aprende a permanecer delante del estímulo temido, pero sin padecer ansiedad.

La Terapia de Exposición puede combinarse con técnicas cognitivas, es decir, se le da al paciente mucha información sobre aquella situación a la que teme, para que de esta manera vaya perdiendo el miedo. Esta combinación se utiliza mucho con pacientes que padecen de aerofobia –miedo a volar- y que sin embargo necesitan poder subirse a un avión debido a motivos laborales).

Fuentes:

 
 

 

 

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