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El feminismo a lo largo de la historia

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Tiempo de lectura: 7 minutos

A pesar de que no se puede hablar de feminismo como tal hasta el S. XIX, no se puede olvidar que antes de esta fecha muchas mujeres fueron conscientes de la situación de inferioridad y de desigualdad a la que estaban sometidas y que, de un modo u otro, se revelaron contra el sistema.

Una de las primeras mujeres en revelarse contra el sistema establecido fue Guillermine de Bohemia, que creó una iglesia de mujeres a la que acudían tanto mujeres del pueblo como burguesas y aristócratas. Guillermine de Bohemia terminó quemada en la hoguera en el año 1281.

Considerada la primera escritora feminista de la historia, su obra más famosa es ‘La ciudad de las damas‘ publicada en 1405. Debido a este escrito Christine de Pizan es considerada una de las precursoras del feminismo. Además de plantear la misógina de la época, también consideraba que la inferioridad que se les atribuía a las mujeres no era consecuencia de su género sino de su falta de educación debido a la concepción social de la mujer.

Primera ola del feminismo

La primera ola del feminismo se desarrolló en Inglaterra y Estados Unidos a lo largo del S. XIX y principios del S. XX. Las principales protestas de esta época se centraban en la obtención de derechos políticos para la mujer, concretamente el derecho a voto.

Primero que nada, hay que remontar a la Revolución Francesa (1789) la cual planteó como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos, pero pronto surgió la gran contradicción que marcó la lucha del primer feminismo: las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a la mujer. En la Revolución Francesa la voz de las mujeres empezó a expresarse de manera colectiva.

En este contexto, Mary Wollstonecraft (Inglaterra) escribe la obra Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792) en la que hace un alegato contra la exclusión de las mujeres del campo de bienes y derechos que diseña la teoría política rousseauniana. Esta obra se convierte en el primer clásico del feminismo en sentido estricto. Para Wollstonecraft, la clave para superar la subordinación femenina era el acceso a la educación. Las mujeres educadas podrían además desarrollar su independencia económica accediendo a actividades remuneradas.

Tampoco tuvo mucho más eco la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, redactada por Olimpia de Gouges (1791). Olimpia de Gouges denunciaba que la revolución había olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador. Sus demandas eran libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho al voto, para las mujeres. Gouges fue guillotinada en 1793.

El Código Civil napoleónico (1804), que recogió los avances sociales de la revolución, negó a las mujeres los derechos civiles reconocidos para los hombres e impuso leyes discriminatorias como definir al hogar ámbito exclusivo de las mujeres. Se instituyó un derecho civil homogéneo en el cual las mujeres eran consideradas menores de edad; esto es, hijas o madres en poder de sus padres, esposos e incluso hijos. De otra parte, la institucionalización del currículo educativo también excluía a las mujeres de los tramos educativos medios y superiores.

Aunque en la Revolución Francesa las mujeres tomaron clara conciencia del colectivo oprimido, ésta supuso una derrota para el feminismo y las mujeres que tuvieron relevancia en la participación política compartieron el mismo final: la guillotina o el exilio. La República no estaba dispuesta a reconocer otra función a las mujeres que la que no fuera de madres y esposas (de los ciudadanos). De esta manera, sin ciudadanía y fuera del sistema normal educativo, las mujeres quedaron fuera del ámbito de los derechos y bienes liberales.

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En 1848 Lucretia Mott y Elizabeth Cady Staton organizaron en Nueva York la Convención de Séneca Falls. Como resultado de esta reunión se publicó la ‘Declaración de sentimientos de Séneca Falls‘. En este texto, considerado uno de los documentos fundacionales del feminismo, se reclamaba la independencia de la mujer respecto al hombre (padre o marido) y el derecho al trabajo.

Primera y Segunda guerra mundial

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, los varones fueron llevados al frente y las mujeres sostuvieron la economía fabril, la industria bélica y gran parte de la administración pública. En tales circunstancias, nadie pudo oponerse a las demandas de las sufragistas, el Rey Jorge V amnistió a todas ellas y en 1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino.

Hacia los años 30 la mayoría de las naciones desarrolladas habían reconocido el derecho al voto femenino. El objetivo principal de las sufragistas se había logrado y el feminismo pareció entrar en fase de recesión.

En este periodo aparece Rosie the Riveter, icono feminista de Estados Unidos que representa a las mujeres que trabajaban en las fábricas, reemplazando a los hombres. Este icono fue un arma de doble filo, ya que, a pesar de que en un inicio fomentaba la incorporación de la mujer al mercado laboral, una vez terminada la guerra las mujeres se vieron obligadas a volver a sus «verdaderas obligaciones» en el hogar.

Las feministas de esta primera época plantearon también el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones, la igualdad de derechos civiles, compartir la patria potestad de los hijos, denunciaban que el marido fuera el administrador de los bienes conyugales, pedían igual salario para igual trabajo. Todos estos objetivos se centraron en el derecho al voto, que parecía la llave para conseguir los demás. Las feministas del siglo XIX y principios del XX pusieron énfasis en los aspectos igualitarios y en el respeto a los valores democráticos. Era un movimiento basado en los principios liberales.

Segunda ola del feminismo

La segunda ola del movimiento de liberación de la mujer comenzó a principios de 1960 y se alargó hasta los años 90. Mientras que el feminismo de la primera ola se centró principalmente en el sufragio y en eliminar los obstáculos legales a la igualdad de género (entre ellos el derecho al voto y la propiedad), el feminismo de segunda ola incorporó el debate con temas como sexualidad, familia, trabajo, derechos reproductivos, desigualdades de facto y desigualdades legales. El feminismo de la segunda ola también llamó la atención sobre los problemas de la violencia doméstica y la violación conyugal, creó centros de acogida y refugios para mujeres maltratadas e introdujo cambios en las leyes de custodia y divorcio.

En el libro “El segundo sexo” escrito por la filósofa francesa Simone de Bouvoir se explica la máxima feminista de la época: «Mujer no se nace, se hace» en referencia a que todo aquello que se consideraba natural en las mujeres no era más que una construcción social y artificial. Consideraba que se había edificado todo un disfraz alrededor de lo que se suponía que era la propia identidad femenina, indesligable de todas las mujeres.

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Kate Millet (1931- 2017) está considerada una de las autoras clave en el ideario del feminismo contemporáneo. Su obra ‘Política sexual‘ (1970) es uno de los escritos principales dentro de la corriente del conocido como feminismo radical. La tesis principal que defiende Millet es que el patriarcado no deriva de la esencia humana, sino que su origen es histórico y cultural, ya que no existe disparidad mental intelectual ni emocional entre los sexos.

Tercera ola del feminismo

El término “tercera ola del feminismo” apareció por primera vez con la publicación en 1989 de un artículo de Rebecca Walker titulado “Becoming the Third Wave” (Convirtiéndose en la Tercera Ola). En este artículo Walker explicaba que la tercera ola feminista era un movimiento más flexible e igualitario. Esta nueva etapa del feminismo reconoce que no existe un único modelo de mujer, sino múltiples, determinados por cuestiones sociales, étnicas, de nacionalidad o religión. En este momento se comenzó a hablar de una manera completamente abierta del abuso sexual, el acoso, la desigualdad, la homofobia y el empoderamiento.

La publicación del libro de Betty Friedan, La Mística de la feminidad, que apareció en Norteamérica en 1963 era una descripción del modelo femenino avalado por la política de los tiempos post-bélicos. El mensaje central de Betty Friedan fue que “algo” estaba pasando entre las mujeres norteamericanas, ella lo denominó “el problema que no tiene nombre”: las mujeres experimentaban una sensación de vacío al saberse definidas no por lo que se es, sino por las funciones que se ejercen (esposa, madre, ama de casa…). Las mujeres fueron atrapadas por la “mística de la feminidad” y para salir de esa cárcel llamada casa y lograr su propia autonomía, deberían incorporarse al mundo del trabajo.

En 1966, Betty Friedan pasó a la acción y creó la Organización Nacional de Mujeres (NOW), llegando a ser la organización feminista más influyente y sin duda Friedan la máxima representante del feminismo liberal. Esta organización consideraba que, si las mujeres ejercían los derechos adquiridos, los ampliaban y se incorporaban activamente a la vida pública, laboral y política, sus problemas tendrían solución. Aceptando este planteamiento, muchas mujeres centraron sus esfuerzos en desarrollar una vida profesional compatible con sus funciones dentro de la familia.

El feminismo liberal se caracteriza por definir la situación de las mujeres como una de desigualdad -y no de opresión y explotación- y por postular la reforma del sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos. Las liberales comenzaron definiendo el problema de las mujeres como su exclusión de la esfera pública, propugnando de esta forma su inclusión en el mercado laboral.

Sin embargo, el feminismo radical, caracterizado por su oposición al liberalismo y a quien correspondió el protagonismo en las décadas de los sesenta y setenta, posee una posición anti-sistema y se se manifestaba contra la subordinación de la izquierda ya que identificaban a los hombres como los beneficiarios de su dominación.

Temática sugerida por: Euvisay P, Loreto Chandía, mili lopez, Eddy Gutiérrez, alexandra, Javi Martino, Sara Belissa, alex andres, Mary Ruartez, Cristina Chillón, Sol Rodriguez, Lucia Carreño y Angely O.

Fuentes:

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