A pesar de ser el instrumento más común entre los amantes de la música (aunque, obviamente, no todos), muchos desconocen su origen, y no es porque no tengan interés o no lo hayan investigado. El problema radica en que los orígenes de la guitarra no están claros, ya que existen numerosos instrumentos similares que se usaban en la antigüedad.
No obstante, existen evidencias arqueológicas, como bajorrelieves encontrados en Alaça Hüyük (norte de la actual Turquía), que sugieren que, alrededor del año 1000 a. C., los hititas y asirios crearon instrumentos de cuerda similares a la lira —el instrumento de cuerdas más antiguo y sencillo del mundo— pero con una caja de resonancia añadida, lo que los convertiría en antecesores de la guitarra. Además, se han encontrado representaciones en dibujos del antiguo Egipto que se asemejan a un instrumento similar a la guitarra.

Existen dos principales hipótesis sobre los orígenes de la guitarra.
La primera sugiere un origen greco-romano, indicando que la guitarra es descendiente de la fidícula. Según esta teoría, estos instrumentos llegaron a los griegos, quienes modificaron ligeramente su nombre original, kizára o kettarah, que en castellano evolucionó hasta convertirse en cítara. A partir de ahí, se ha postulado que la guitarra proviene directamente de la cítara griega y romana, a las que se les añadió un mango alrededor del inicio de nuestra era.
La segunda teoría sostiene que la guitarra fue un instrumento introducido por los árabes durante la invasión musulmana de la Península Ibérica, evolucionando en España con el tiempo.
Muchos estudiosos y musicólogos coinciden en que la guitarra llegó a España a través del Imperio Romano alrededor del año 400 d.C..

Guitarra Renacentista
El registro más antiguo de una guitarra como tal data del periodo renacentista, específicamente en la obra Tres Libros de Música en Cifra para Vihuela de Alonso de Mudarra (1546).
Estas guitarras eran más delicadas y producían un sonido más débil, ya que las técnicas de construcción empleadas en esa época no permitían que el instrumento tuviera la firmeza de las guitarras modernas. Las cuerdas soportaban menos tensión, lo que resultaba en un volumen significativamente más bajo.
Una de las características que permite distinguir las guitarras renacentistas de otros tipos es su cuerpo más delgado y plano. Además, a menudo estaban adornadas con una ornamentación muy detallada, que en ocasiones cubría incluso el agujero de la tapa armónica, con rosetas decorativas de gran belleza.

Guitarra de Cinco Cuerdas
Tras la guitarra renacentista, surgieron múltiples variaciones, aunque la mayoría mantenía una forma similar. Sin embargo, la guitarra de cinco cuerdas destaca por ser una excepción.
La adición de la quinta cuerda suele atribuirse al músico y poeta andaluz Vicente Espinel. Esta invención fue inicialmente mencionada por Lope de Vega, aunque más tarde fue refutada por Nicolao Doici de Velasco (1640) y Gaspar Sanz (1684) en sus tratados sobre la guitarra española.
Ambos sostuvieron que, once años antes del nacimiento de Espinel, el músico Bermudo ya había mencionado una guitarra de cinco órdenes (cuerdas dobles). No obstante, aunque Espinel no fuera el inventor de la guitarra de cinco órdenes, probablemente fue él quien más contribuyó a su difusión popular en todas las clases sociales de España.

Guitarra Clásico-Romántica
A comienzos del siglo XVIII, Jacob Otto añadió la sexta cuerda a la guitarra, lo que marcó el cambio más significativo en la evolución del instrumento, además de estandarizar la afinación moderna.
A mediados del siglo XIX, la guitarra moderna vivió su máximo apogeo con la figura de Francisco Tárrega, un guitarrista español que fundó la escuela moderna de guitarra. Tárrega introdujo innovaciones en el posicionamiento de las manos y la técnica de pulsado de las cuerdas, que cambiaron para siempre el enfoque de interpretación del instrumento.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, algunas guitarras ya empleaban seis cuerdas simples y contaban con barras de refuerzo debajo de la tapa armónica. Estas barras servían para reforzar la estructura del instrumento, permitiendo adelgazar la tapa y, a su vez, mejorando la resonancia y distribución del sonido a lo largo de la tapa.

Guitarra del Siglo XX
El hombre que transformó la guitarra clásica tal como la conocemos hoy fue Antonio de Torres.
Con el apoyo de Julián Arcas, hacia los años 1850, Torres mejoró la estructura de la guitarra, introduciendo importantes cambios. Refinó los soportes estructurales, añadiendo siete varas debajo de la tapa armónica. También amplió el tamaño de la caja de resonancia y el ancho del mástil, lo que resultó en una guitarra de mayor volumen y mejor respuesta en los bajos.
Estas innovaciones no solo mejoraron las características sonoras, sino que también dieron lugar a nuevas técnicas para la mano izquierda, enriqueciendo enormemente el repertorio de la guitarra clásica.
