Se suele decir que muchos artistas famosos hacen pacto con el gobernador del inframundo para alcanzar su fama. Hoy te contaremos la historia de uno de ellos, Niccolo Paganini: El violinista del diablo.
Nació en Génova, donde estudió con músicos locales. Sus padres fueron Antonio Paganini y Teresa Bocciardo. Empezó a estudiar la mandolina con su padre a los cinco años. A los siete años comenzó a tocar el violín. Hizo su primera aparición pública a los nueve años y realizó una gira por varias ciudades de Lombardía a los trece.
Desde los 16 años, Paganini llevó una vida disipada: se dedicó al juego y sus continuas pérdidas le obligaron a vender hasta su propio violín; aunque, por fortuna para él, al parecer un admirador suyo le regaló el Guarnerius con el que asombraría al mundo.
En 1801 compuso más de veinte obras en las que combina la guitarra con otros instrumentos. De 1805 a 1813 fue director musical en la corte de Maria Anna Elisa Bacciocchi, princesa de Lucca y Piombino y hermana de Napoleón.
Su técnica asombraba tanto al público de la época que llegaron a pensar que existía algún influjo diabólico sobre él, porque a su vez su apariencia se notaba algo extraña y sus adelantos musicales eran una verdadera obra de arte. Se decía que en la mayoría de sus apuntes aparecía una nota extraña la cual decía «nota 13».
Podía interpretar obras de gran dificultad únicamente con una de las cuatro cuerdas del violín, y continuar tocando a dos o tres voces, de forma que parecían varios los violines que sonaban.
Además, su aspecto era bastante peculiar: era estrecho de pecho, con la frente alta, ancha y cuadrada, nariz aguileña, orejas protuberantes, cabello negro y desgreñado que contrastaba con la palidez cadavérica de su piel. Además siempre se vestía de oscuro, todo lo cual le daba un aspecto siniestro o más bien diabólico.
Un médico de Viena que lo atendió aseguraba que Paganini “movía todas las articulaciones lateralmente y podía doblar hacia atrás el pulgar hasta tocarse el meñique, pues movía sus manos con tanta flexibilidad como si no tuviese músculos ni huesos”.
Su salud se fue deteriorando por un cáncer de laringe que le iba haciendo perder la voz a pasos agigantados y por el tratamiento con mercurio que realizaba por recomendación de su médico para tratar la sífilis; murió en Niza el 27 de mayo de 1840.
Pero, ¿y el pacto con el diablo?
Hay dos versiones:
Paganini contaba con sólo cinco años, cuando el diablo supuestamente se le apareció en sueños a su madre, asegurándole que, a cambio de su alma, su hijo sería un violinista de fama mundial. Ante tamaña revelación, se cuenta que su padre, un virtuoso con la mandolina y el violín, obligó al pequeño Niccolo a practicar durante más de diez horas diarias.
Otra versión, contada por algunos conocidos del músico, por el contrario, aseguraba que el mismo Paganini, ya joven, se había postrado delante del maligno para repetirle el juramento: “Le dijo que su alma era suya a cambio de tocar como un ángel. Se encendió una luz que nos cegó. Paganini se puso de pie y siguió su camino”.
En su lecho de muerte se negó a recibir los auxilios de un sacerdote, por lo que el obispo de Niza le negó sepultura religiosa a sus restos mortales. Su cadáver fue embalsamado y sólo pudo recibir sepultura muchas décadas más tarde, en 1876, en el cementerio de Parma, lugar donde reposan hasta el día de hoy.
La leyenda de artista maldito, genial y diabólico de Niccolo Paganini, por descontado, lo persigue incluso después de muerto.
Temática sugerida por: Lila Lindemann