¿Sabías que si te pregunto por un animal, probablemente lo primero que se te venga a la mente sean mamíferos como el tigre, el león, un oso, un gato o un perro? Y si hablamos de reptiles, seguro pensaste en un cocodrilo o una serpiente. Pero, ¿qué pasa cuando hablamos de animales sin cerebro?
Si eres de los que se conocen la fauna como un experto, tal vez hayas pensado en las medusas… ¡y acertaste! Son uno de los ejemplos más conocidos de animales que viven sin ese órgano tan esencial para nosotros. Pero, ¿y si te menciono otro ser sin cerebro que te sorprenda?
Ahora bien, no te dejes engañar por la imagen del pulpo en la portada. No es que esté aquí para hacer un spoiler, pero seguro pensaste en él al leer esta pregunta. Aunque el pulpo es una criatura fascinante, no es precisamente un animal sin cerebro. De hecho, tiene un sistema nervioso muy desarrollado para su tamaño. Pero no te adelantes, que hay otros animales que cumplen con esta característica y son mucho más sorprendentes de lo que crees.
Es fascinante cómo la naturaleza ha encontrado maneras de funcionar sin lo que consideramos esencial. ¡Imagina vivir sin un cerebro y seguir siendo tan funcional!

5 animales sin cerebro
1. Medusa
La medusa, uno de los animales más famosos, espeluznantes y prehistóricos, es un ejemplo impresionante de vida sin cerebro. En lugar de tener un cerebro centralizado como nosotros, las medusas cuentan con una red neuronal, un sistema de células nerviosas interconectadas por todo su cuerpo. Este sistema les permite «sentir» la presencia de alimentos, detectar depredadores o encontrar posibles compañeros, todo sin necesidad de un cerebro.
A pesar de su falta de cerebro, hay una especie de medusa, la Cassiopea, que ha revelado algo fascinante: ¡es capaz de dormir! Según un estudio reciente publicado en Current Biology, los investigadores descubrieron que la medusa Cassiopea presenta características de sueño. Estas incluyen períodos de inactividad conductual, menor respuesta a estímulos y un aumento en el descanso después de haber estado inactiva. Todo esto hace que la medusa sea aún más misteriosa y sorprendente para la ciencia.
Si alguna vez te has cruzado con una medusa Cassiopea, quizás no sabías que, en cierta medida, ¡también está dormida! La naturaleza nunca deja de asombrarnos.

2. Erizos de mar
Los erizos de mar, o equinoideos (Echinoidea), son animales fascinantes que habitan en todos los fondos marinos, desde las aguas poco profundas hasta los 2500 metros de profundidad. Aunque su anatomía es bastante simple, cuentan con un aparato digestivo que incluye un gran estómago y una boca situada en la parte inferior de su cuerpo, justo en la cara oral.
La vida de estos animales consiste en arrastrarse por el fondo marino en busca de alimentos, pero lo curioso es que, al igual que las medusas, los erizos de mar tampoco tienen cerebro. Esto significa que no hay una planificación consciente detrás de sus movimientos. En cambio, su comportamiento está dirigido por impulsos básicos, como la búsqueda de comida y la reacción a estímulos del entorno.
Existen alrededor de 900 especies diferentes de erizos de mar, cada una con características únicas. Aunque no dependen de un cerebro para funcionar, su capacidad para adaptarse al entorno y sobrevivir en condiciones extremas es un testimonio de la asombrosa diversidad de la vida marina. ¡Quién diría que, sin cerebro, pueden ser tan resistentes!

3. Esponjas de mar
¿Recuerdas a Bob Esponja Pantalones Cuadrados? Si existiera tal como nuestras esponjas de mar, la respuesta sería clara: no tendría cerebro. Las esponjas de mar, además de carecer de cerebro, también están libres de sistemas digestivos, nerviosos y circulatorios, lo que las convierte en uno de los seres más simples y sorprendentes del océano.
Lo interesante de estas criaturas es que tienen una gran cantidad de células no especializadas que pueden moverse por su cuerpo y transformarse en el tipo de célula que necesiten en ese momento. Esta capacidad de adaptación les permite sobrevivir en un entorno muy cambiante y hostil sin la necesidad de órganos internos complejos.
Un dato curioso es que, a pesar de no tener órganos, ¡son capaces de estornudar! Cuando algo las irrita, absorben una gran cantidad de agua y luego contraen su cuerpo para expulsarla en forma de un chorro, casi como si estuvieran rociando a su molestador con un estornudo que puede durar hasta 60 minutos.
Ahora ya entiendes de dónde podrían venir los poderes de algunos Pokémon. ¡El universo marino siempre tiene algo sorprendente que enseñarnos!

4. Estrellas de mar
¿Y qué hay de Patricio Estrella? Si seguimos la misma lógica, entonces, no, Patricio tampoco tiene cerebro. Aunque en la serie parece que ni falta le hace, en la vida real las estrellas de mar, o asteroideos, no poseen cerebro ni ganglios. Pero esto no significa que estén completamente perdidas; de hecho, tienen sensores en cada uno de sus brazos que les permiten percibir el mundo que las rodea. ¡Cada brazo tiene su propio sentido del tacto, la vista y el olfato!
Cuando uno de los brazos «detecta» algo apetitoso, el proceso es sorprendente: interrumpe el flujo de energía hacia el resto de los brazos y comienza a tirar de su cuerpo en dirección al alimento. ¡Es como si pudieran pensar con cada brazo por separado!
Aunque a menudo se confunden con peces, las estrellas de mar en realidad son equinodermos, al igual que los erizos y los pepinos de mar. Y por si te lo preguntabas, no tienen sangre. En su lugar, cuentan con un sistema vascular basado en agua, lo que les permite mover sus extremidades y realizar funciones vitales sin un cerebro central.
Así que la próxima vez que veas una estrella de mar, recuerda que, aunque no tiene cerebro, ¡está más conectada con su entorno de lo que parece!

5. Corales
Los corales son famosos por formar los impresionantes arrecifes de coral, que no son más que la «cáscara» de corales muertos, unidos a los de sus vecinos, creando así enormes masas multicolores. Estos arrecifes son los auténticos paraísos marítimos, llenos de vida y colores vibrantes, que ofrecen una vista espectacular para los humanos. Sin embargo, esta belleza no es tan encantadora para las pequeñas criaturas que pasan por allí.
Un arrecife de coral puede describirse como un «muro de bocas». Cada pequeño pólipo que lo compone actúa como un depredador que puede proyectar su estómago hacia los corales vecinos si se acercan demasiado, devorándolos en el proceso. Además, los corales pueden crear redes de baba para atrapar a las diminutas criaturas marinas que flotan cerca o, simplemente, usar sus tentáculos para cazarlas y acercarlas a su estómago.
Aunque estos organismos no representan una amenaza para los seres humanos debido a nuestro tamaño, en la antigüedad, los arrecifes de coral fueron tan peligrosos para las embarcaciones que sus esqueletos de carbonato de calcio llegaban a destruir los cascos de madera de las naves. Tanto era el peligro que, en la década de 1830, el barco Beagle, con Charles Darwin a bordo, fue enviado al Pacífico para mapear las islas de coral y ayudar a evitar los naufragios. ¡Quién diría que unos hermosos arrecifes de coral podrían ser tan mortales!
