Muchos creen que los delfines serían la segunda especie en evolucionar si es que el humano llegase a desaparecer y se conoce la inteligencia que poseen estos animales. Por estos motivos en los años 60 en un laboratorio ubicado en las Islas Vírgenes en Estados Unidos se realizó un peculiar experimento.
El experimento consistía en enseñarle inglés a un delfín durante 10 semanas, ya que el neurólogo John C. Lilly, afirmaba que los delfines tienen el cerebro un 40% más grande que los humanos y que eran capaces de entender el lenguaje humano. Para completar y demostrar lo que afirmaba el neurólogo, contrataron a la joven Margaret Howe de 23 años, quien convivió día y noche con el animal.
El delfín fue llamado “Peter” y junto a la joven Howe vivió en una casa construida especialmente para la convivencia humano-mamífero acuático.
El suelo estaba cubierto con agua hasta una altura de 22 centímetros para que Peter pudiera nadar por todos lados. Ambos estaban constantemente interactuando entre sí: comían, dormían, trabajaban y jugaban juntos.
Los muebles permanecían suspendidos del techo o colgados en la pared. Como el escritorio donde Margaret hacía sus anotaciones sobre el progreso del experimento.
Curiosamente, el animal logró aproximar su lenguaje al humano, emitiendo sonidos parecidos a palabras en inglés como: «ball», «one», «we», «triangle» y «hello».
El tiempo iba pasando y Peter alcanzó la madurez sexual, fue entonces que el delfín quería lo más parecido a una novia, una hembra a la que cortejar y la única que se encontraba allí era la joven. Llegó un punto en el que Peter dejó de estar interesado por las lecciones y empezó a cortejar a la investigadora mordisqueando sus pies.
Margaret ignoraba estas acciones por lo que Peter comenzó a comportarse de manera más violenta. Fue una fase donde el delfín usaba su nariz y aletas para golpear las piernas de Margaret.
Durante un tiempo tuvo que llevar botas de goma y una especie de escoba con la que trataba de ahuyentar a Peter cada vez que se ponía violento.
Esto hizo que decidieran que Peter debía tener visitas “conyugales” con los otros delfines.
Peter, después de estas visitas, volvió a convivir en la casa con Margaret, y una vez más, trataba de cortejarla pero ya no como antes, en lugar de morderla, empezó a cortejarla frotándose suavemente sobre la pierna de la joven mientras le mostraba sus genitales.
Margaret, ante la insistencia del animal y porque creía que si calmaba ese deseo sexual que sentía Peter, éste volvería a estar interesado en las lecciones de idioma, entonces aceptó y comenzó a frotar la erección del delfín.
Ella expresó lo siguiente:
“No era sexual de mi parte, sensual tal vez. Se convirtió en una parte más de lo que estaba pasando, como un picor, solo hacía falta rascar para quitárselo de encima y seguir adelante. Me parece que eso estrechó el vínculo, no por la actividad sexual, sino que ya no había interrupciones. Y eso era todo. Yo estaba allí para conocer a Peter, y eso era parte de Peter.”
El experimento fracasó y tuvo que ser cancelado por lo que el delfín acabó en un depósito de Miami y, al poco tiempo, éste decidió acabar con su vida, suicidándose.
Pero, ¿Cómo fue posible que se suicidase?
Tras haber experimentado un importante deterioro dejó de respirar y se dejó caer hasta el fondo. Los expertos indican que se debió a la depresión tras separarse de Margaret.
Los delfines a diferencia nuestra, su respiración no es automática: “Cada respiración es un esfuerzo consciente: si la vida se vuelve difícil el delfín deja de respirar”.
Jamás se volvió a tratar de enseñar a un delfín a hablar inglés.