La ecolocalización no es ni más ni menos que un proceso que consiste en emitir un sonido que rebota al encontrar un obstáculo y analizar el eco recibido. Involucra la producción, elaboración, recepción y audición de los pulsos ultrasónicos para detectar obstáculos invisibles o rastrear presas y ha evolucionado por separado en diferentes grupos de murciélagos y cetáceos como los delfines.
Se trata de un sistema que permite a los animales que lo poseen medir la distancia hasta los objetos y es uno de los ejemplos más conocidos de evolución convergente, es decir, un desarrollo de rasgos similares en diferentes especies.
Este término se empezó a usar por primera vez en 1938, tras varios estudios en los murciélagos. Merece la pena destacar que no todos los de la familia Chiroptera utilizan dicho mecanismo. Sí es empleado por los delfines, los cachalotes (ambos cetáceos) y algunas aves como el vencejo, la salangana y el guácharo.
La ecolocalización es fácil de comprender. Pongamos como ejemplo el murciélago, el cual tiene una vista muy débil y además sale a cazar de noche. Gracias a este mecanismo puede encontrar comida y además determinar el tamaño de un objeto, su forma, dirección, distancia y movimiento. El sistema de ecolocalización de algunos murciélagos es tan preciso que pueden detectar insectos del tamaño de un mosquito y objetos tan finos como un pelo humano.
Cómo ayuda la morfología del murciélago a la ecolocalización
Algunas de las adaptaciones físicas de un murciélago son visibles. Una nariz carnosa y arrugada actúa como un megáfono para proyectar el sonido producido por su laringe. La forma compleja, los pliegues y las arrugas del oído externo de un murciélago lo ayudan a recibir y canalizar los sonidos entrantes.
Otras adaptaciones clave son internas. Las orejas contienen numerosos receptores que permiten a los murciélagos detectar pequeños cambios de frecuencia. El cerebro de un murciélago mapea las señales e incluso da cuenta del efecto Doppler (cambio de frecuencia aparente de una onda producida por el movimiento relativo de la fuente respecto a su observador) que tiene el vuelo en la ecolocación. Justo antes de que un murciélago emita un sonido, los pequeños huesos del oído interno se separan para reducir la sensibilidad auditiva del animal, de modo que no se ensordezca.
Una vez que los músculos de la laringe se contraen, el oído medio se relaja y los oídos pueden recibir el eco.
El eco del sonido emitido por el murciélago, así como de los diferentes sonidos que provienen del ambiente, son transformados en el cerebro en un mapa tridimensional del entorno.
Los insectos son las principales presas de los murciélagos y algunos han desarrollado adaptaciones para evitar ser localizados por el bio sonar de sus depredadores. Por ejemplo, la polilla tigre es capaz de anular los ultrasonidos y no producir eco, mientras que otros insectos generan sus propios ultrasonidos para confundir a los murciélagos. Otros insectos pueden detectar los ultrasonidos y responder con un vuelo aleatorio que dificulte su caza.
La ecolocalización en los delfines
El otro ejemplo más conocido de ecolocalización es la que realizan los delfines (y los cachalotes). En este caso se lleva a cabo mediante la emisión de una gama de sonidos, los cuales viajan a través del agua y les permiten obtener mucha información sobre aquello que les rodea.
A través de los impulsos sonoros –conocidos como clicks– de alta o baja frecuencia, un delfín puede encontrar a sus presas y también reencontrarse con sus congéneres. Para ello, obviamente necesitan una audición direccional sensible y una inteligencia superior.
Si analizamos la fisonomía de este cetáceo, podemos ver que cuenta con una capa de grasa aceitosa en los costados de la cabeza y en la mandíbula inferior, la cual le permite recibir los ecos. Cuando el delfín nada, va moviendo el cráneo hacia los lados, arriba y abajo. De esta manera ‘explora’ lo que hay a su alrededor.
¿Sabías que los científicos que desarrollaron los sistemas de navegación de sonar y radar usados por los militares se inspiraron estudiando murciélagos eco localizadores? Al igual que la ecolocalización de los murciélagos, el sonar usa ondas sonoras para navegar y determinar la localización de objetos como submarinos o barcos.
El radar usa ondas electromagnéticas para determinar la posición de objetos como aviones y barcos.
¿Y los humanos?
Esta habilidad, la ecolocalización, no es tan excepcional como parece, también la tenemos los humanos.
Con chasquidos producidos con la boca y con cierto entrenamiento y práctica, cualquier persona puede desarrollarla. Sin embargo, son los invidentes quienes mejor la manejan y dominan. La explicación podría estar en sus cerebros. Los científicos están investigando cómo funciona y de qué forma puede ayudarnos a mejorar la sensibilidad sensorial.
Cualquier persona es capaz de escuchar el eco de su voz y saber, con las reverberaciones del entorno, si está ante un espacio grande o pequeño o si está en una habitación vacía. Pero para obtener más información, como detectar objetos u obstáculos, hacen falta señales activas (como chasquidos de la lengua u otros sonidos) aunque nunca se llegaría al nivel de los murciélagos, por ejemplo.
Fuentes: misanimales.com, cimformacion.com y bbvaopenmind.com
Temática sugerida por: Noel Muñoz