Esa característica física que diferencia, principalmente, a las personas de origen asiático de las de origen occidental recibe el nombre de «brida mongólica«, «epicanto» o «pliegue epicántico«. Todos los seres humanos desarrollamos ese pliegue extra en el útero, pero lo perdemos después de nacer. Se trata de un repliegue del párpado superior que cubre la esquina interna del ojo, tapando la carúncula del lacrimal y que se extiende hacia abajo uniéndose con la piel de la cara.
Ojos rasgados, ¿por qué?
Durante mucho tiempo se extendió la creencia de que los ojos achinados o rasgados se debían a que la estructura ósea que contiene el globo ocular tenía forma de almendra en las personas de origen asiático. Paralelamente, se decía que el mismo globo ocular de estas personas tenía esta forma y no era esférico, como el de los occidentales. Pero todo esto es una falacia.
El ojo por dentro
El globo ocular como tal no presenta distinciones anatómicas entre las diferentes razas. Todos tenemos los mismos elementos, con el mismo tamaño y en el mismo sitio. Lo que puede cambiar es la pigmentación: algunas estructuras oculares tendrán diferente color. Lo que más llama la atención es el iris, existe una amplia gama de colores del iris, y depende bastante de la raza.
Las personas de raza negra tienen los ojos marrones oscuro, y otras variantes relativamente pigmentadas (cuenca sur del Mediterráneo, asiáticos) también tienden a presentar este color. Las poblaciones del norte de Europa presentarán los ojos azules claros. Y en los países donde ha habido abundante mezcla genética (centro y sur de Europa, principalmente) podemos encontrar casi cualquier color del espectro.
Los párpados orientales
Para diferenciar las razas más pigmentadas de las menos pigmentadas no nos fijamos principalmente en los ojos. Para irnos a un caso extremo: cuando vemos las diferencias entre un africano genéticamente nativo, de tez muy oscura, y un escandinavo, lo primero que nos llama la atención es el color de la piel. Y luego buscaríamos diferencias en la conformación ósea de la cara. Los ojos no nos llamarían la atención: en el blanco estarían hipopigmentados, y en el negro muy pigmentados.
Sin embargo, el aspecto del aparato visual sí es llamativo y característico de la raza oriental. Existen otras diferencias: por ejemplo, los orientales suelen ser discretamente más pigmentados que los europeos, y es raro encontrar pelos castaños claros o rubios. Sin embargo, lo que primero llama la atención para un occidental son los ojos rasgados del oriental (y al revés, al oriental le llama la atención los ojos redondos del occidental). Y como decíamos, la diferencia no está realmente en el globo ocular, sino en la forma de los párpados.
Ojos rasgados
La admiración por este rasgo oriental viene de antiguo, y así en el antiguo Egipto tanto hombres como mujeres se pintaban con un cosmético negro el contorno de ojos alargando el «rabillo» para simular el aspecto rasgado del ojo oriental.
Aunque es muy llamativo, realmente no hay cambios anatómicos sustanciales en el ojo rasgado. La hendidura palpebral (el hueco que queda entre el párpado superior y el inferior, por donde «asoma» el ojo) es más alargada y quizás más pequeña en el sentido vertical, pero los tendones, músculos, etc. no varían. Se trata de pequeñas diferencias en las medidas, pero no hay cambios reales en la anatomía. Por hacer una comparación: entre una mano grande y una pequeña, la anatomía no varía, es sólo cuestión de medidas. Una mano anatómicamente diferente sería la que tuviera seis dedos, por ejemplo.
En este sentido, el aspecto «rasgado» de los ojos orientales no supone una diferencia anatómica en sí misma.
La gran diferencia: la gran desconocida
Resulta que los ojos orientales presentan una peculiaridad anatómica mucho más importante. Ya no se trata de un tema de dimensiones y medidas, sino un cambio cualitativo; como la mano de seis dedos que comentábamos antes. Si fuera una diferencia invisible a simple vista se quedaría como una curiosidad para el oftalmólogo, pero resulta que es evidente si sabemos fijarnos. Hay una diferencia realmente marcada entre ojos orientales y no orientales debido a este cambio anatómico, pero sorprendentemente suele pasar desapercibida.
Para entender la diferencia, tengo que explicar algunos detalles anatómicos. Partamos del ojo europeo. Tenemos un esquema de perfil del párpado superior:
En la parte de abajo está el globo ocular, y en la parte superior izquierda está el párpado superior, visto en un corte de perfil. Hay diferentes estructuras en su interior (músculo orbicular, tarso), pero ahora vamos a fijarnos en esa banda roja de la derecha llamada «músculo elevador». Viene desde detrás del ojo, y su función es elevar, subir el párpado.
Vemos que este músculo se transforma en unas bandas blanquecinas denominadas «aponeurosis del elevador», que llega, entre otros sitios, a la piel. Como si de una cuerda se tratara, el músculo tracciona de esta aponeurosis, y esta a su vez del párpado en la zona donde se inserta (en la piel y la parte final de esa estructura azul llamada tarso).
Así al abrir el ojo se repliega desde esa zona. Por tanto, el párpado superior lo podemos dividir en dos zonas. La que está entre la inserción de la aponeurosis y las pestañas está pegada al ojo, y adquiere de éste su aspecto curvado. La zona superior queda más o menos vertical, y funciona relativamente independiente del ojo.
Vemos que la parte del párpado que está justo por encima de las pestañas adquiere aspecto curvo porque está apoyado sobre el ojo, y no hay grasa que «rellene» el grosor del párpado. Esta zona acaba en un pliegue característico (llamado pliegue palpebral), y entonces el párpado cambia abruptamente de dirección, se separa del ojo y se dirige hacia la ceja.
Ahora, veamos el ojo oriental
Encontramos más o menos las mismas estructuras. Pero ahora buscamos la aponeurosis, y no se dirige hacia la piel del párpado, más o menos por la mitad como en el occidental, sino que se curva hacia abajo y se inserta más o menos a la altura de las pestañas, casi al final del párpado. Eso cambia mucho la morfología del párpado.
Os aconsejo comparar esta ilustración con la del ojo europeo para buscar más diferencias. La grasa, dibujada de amarillo, que hace de relleno y ofrece grosor al párpado, se encuentra «atrapada» en la parte superior del ojo europeo. Por tanto, para el europeo, la parte del párpado que está por debajo del pliegue no tiene grasa, queda un párpado muy delgado que está acoplado al ojo. En el ojo oriental no, la grasa no tiene ninguna barrera anatómica y se prolonga por todo el párpado. No existe pliegue palpebral y la piel no está acoplada al ojo, no se perfila la curvatura característica.
Sí, está rasgado, pero, ¿dónde está el pliegue palpebral? Comparad con la fotografía del ojo occidental: la piel por encima de las pestañas es delgada y pegada al ojo, pero en el oriental la piel está como independiente del globo ocular.
En honor a la verdad, existen variedades orientales que sí tienen pliegue palpebral, pero está muy próximo a las pestañas, y todavía presenta una diferencia clara con un occidental.
¿Por qué esta diferencia?
Según una teoría de antropólogos estadounidense de los años 50, esta formación cutánea tendría su origen hace 18 millones de años, durante la primera gran glaciación. La necesidad de proteger los ojos de la radiación UV extra, del viento y de las bajas temperaturas que asolaron las estepas de Asia Central, se traduciría en un pliegue extra del párpado, que daría lugar una abertura entre el párpado superior y el inferior más estrecha. Es decir, la brida mongólica sería una adaptación al duro clima de aquella era.
De hecho, esta teoría está fuertemente respaldada porque en otras zonas del mundo con climatologías muy diferentes (en el desierto la sabana), las personas que allí residen también tienen los ojos ligeramente más rasgados que los que están asentados en las zonas occidentales del mundo. El motivo de esto es para poder protegerse del sol, así como de las arenas del desierto.
Sin embargo varios científicos chinos argumentan que los ojos sesgados serían el producto de una divergencia en la evolución humana. Según esta hipótesis un gran número de asiáticos provienen de una rama de homínido distinta a la nuestra: Homo erectus pekinensis. Esta teoría está respaldada por la arqueología, pues se encontraron, en 1921, restos de Homo erectus pekinensis. Los estudios realizados acerca de ese gran hallazgo restos consideran que cuando el Homo Erectus inmigró desde África a Asía, este sobreviviría y daría origen a la raza mongoloide.
Una buena cantidad de antropólogos rechazan esta idea y consideran que el Homo Erectus que inmigró desde África a Asia, sobrevivió y evolucionó directamente hacia lo que hoy somos todos y conocemos como Homo Sapiens, sin el estadio intermedio Homo erectus pekinensis.
Temática sugerida por: Ayrton Mauricio
Fuentes: