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Slenderman: Nunca en soledad

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Tiempo de lectura: 5 minutos

Esteban y Timoteo de 11 y 9 años respectivamente se encontraban en la sala escuchando con atención la historia de miedo que les narraba su abuelo. Les contaba de la existencia de un monstruo mitad hombre de más de 2 metros de altura, delgado sin rostro quien usaba un traje negro y tenía la habilidad de estirar sus brazos a su antojo, agarrando todo lo que le apeteciera.

El abuelo les relataba, que tuvo encuentros no directos con este monstruo asegurándoles haber sentido por años su presencia ya que esa rara criatura lo observaba a él hasta que dejó de ser niño.

Hubo oportunidades donde lo miró a lo lejos y al sentir su mirada le recorría por el cuerpo un escalofrío desde sus hombros hasta la punta de sus pies.

Historia terror

Les narraba que en una de esas ocasiones donde se dio cuenta que el monstruo lo miraba desde la lejanía fue un día cuando estaba jugando muy temprano por la mañana con su hermano menor en el patio de su casa.

Sólo sintió como aquel hombre alto, de piel blanca y sin rostro se les acercaba, aunque tenía ganas de correr y llorar no podía, parecía como si su cuerpo estuviese entumido completamente y después de eso todo lo miró negro.

Sus nietos curiosos y a la vez temerosos de saber lo que seguía le preguntaron:

— ¿Y luego que sucedió abuelo? —Dijeron al mismo tiempo.

Su abuelo bajó la mirada con cierta tristeza y les dijo:

— Cuando desperté estaba solo, no había rastro ninguno de mi hermano, se lo había llevado para siempre…

Al escuchar esto, los niños se miraron a la cara con los ojos bien abiertos a punto de llorar. En eso llegó su abuela, miró a sus pequeños tristes y asustados y con el ceño bien fruncido le pregunta a su marido.

Slenderman original

— ¿Qué les has dicho viejo inventor? —Preguntó ella poniendo sus manos en su cintura y moviendo su pie de arriba abajo de manera desaprobatoria.

— Nada mi amor. —Respondió el anciano un poco apenado por lo molesta que estaba su esposa.

— Te he encargado que antes de dormir no les cuentes historias de terror a tus nietos. —Dijo mirando el reloj que tenía en su muñeca.

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— Niños, vamos a su habitación, ya son las 9:00 de la noche, hora de que se acuesten a dormir pues mañana temprano los vendrán a buscar sus padres.

Los infantes se levantaron del mueble en que estaban sentados y se dirigieron hacia donde estaba su abuela; pero antes de irse con ella, Esteban volteó para mirar a su abuelo y poderlo interrogar.

— Abuelo, ¿La historia es real? —Preguntó el chiquillo mirándolo con atención.

Abuelo ventana

— Pequeño, sólo te diré que no soy un «inventor», como me lo ha dicho tu abuela. —Respondió el abuelo dedicándole una sonrisa forzada a su nieto.

El niño se quedó algo pensativo observando hacia el suelo para luego levantar su mirada y cuestionar de nuevo.

— Abuelo y… ¿Cómo se llama el monstruo? —Preguntó aquel chico un tanto curioso.

— En realidad no sé cuál es su nombre; pero conforme fui creciendo me di cuenta que muchas personas le llamaban «Slenderman». —Contestó mirando a los ojos de Esteban.

En eso la abuela les volvió a recordar que ya era suficiente de andar hablando de historias y los mandó a dormir. Esteban y Timoteo se tiraron en sus camas mirando al techo pensando en lo que su abuelo les había contado ese día. Ellos no sabían si realmente sentían miedo o era sólo curiosidad por ese monstruo; simplemente no podían dormir pensando en él.

Bosque niebla

Al siguiente día los dos niños se despertaron antes del amanecer, ni siquiera sus abuelos se encontraban despiertos; pero eso no fue impedimento para que los pequeños fueran a jugar al patio de la casa.

Iniciaba el invierno, aún no había nevado, pero si se notaba un poco de niebla entre los árboles y se sentía frío el ambiente. El patio de la casa se conectaba con un pequeño bosque y los niños salieron sólo con sus pijamas puestas.

Comenzaron a jugar entre el arbolado hasta que terminaron agotados y se recostaron al pie de un árbol que estaba por ahí. En eso, Esteban miró a lo lejos un reflejo de algo que parecía ser un hombre muy alto, blanco que no tenía rostro y casi sin poder respirar del miedo le dijo a Timoteo:

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— ¡Hermano!, ¡mira allá! —Señalando con el dedo.

— ¡No puede ser! —Exclamó Timoteo con miedo, antes de levantarse rápidamente para salir huyendo de ahí.

Slenderman: Nunca en soledad - 1

Cuando se disponía a incorporarse para ponerse a salvo junto con su hermano; el monstruo ya estaba enfrente de los pequeños y de su espalda apareció un largo tentáculo extendiéndolo hacia ellos con el cual logró atrapar a Timoteo. Después enrolló su apéndice por todo el cuerpo del niño dejando descubierta sólo parte de su cara.

Mientras tanto, Esteban trataba de moverse para auxiliar a su hermano; pero todo fue inútil. Era en vano el gran esfuerzo que hacía para intentar moverse; al final de cuentas no consiguió ayudar a Timoteo ante tal adversidad.

Estaba paralizado y sin poder hacer nada. Poco a poco comenzó a sentir como se quedaba cada vez más sin aire, quedándose desmayado en el asolado y frio pasto. En ese momento no era consciente que esa sería la última vez que podría ver a su hermano.

Después de un tiempo llegaron los abuelos y con impotencia y tristeza miraron a uno de sus nietos tumbado en el suelo y con los ojos llenos de lágrimas; sin quedar rastro alguno del otro niño.

La historia de slenderman se volvía a repetir, recordó exactamente lo que sintió cuando era un niño pequeño; estaba paralizado y con un miedo que había olvidado brotando en su corazón. En ese momento supo que, aunque el ya no era un niño y no podía ver a esta horrible criatura, siempre estuvo a su lado acechando, buscando una oportunidad para volver a aparecer y nuevamente quitarle algo muy apreciado para él.

Ahí entendió que al haberlo visto, al haber visto a Slenderman, nunca podría escapar de él.

Toda la información fue sacada de: cuentosdeterrorcortos.com

Temática sugerida por: Wilmar Daniel Andrade Hoyos

Slenderman

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