Aunque parezca que los aviones vuelan por arte de magia (o por un hechizo de Harry Potter), la verdad es que todo se debe a la aerodinámica y a una ingeniería impecable. Estas maravillas pueden recorrer hasta 13.000 km sin repostar, gracias a cuatro fuerzas que actúan durante el vuelo: resistencia, empuje, sustentación y peso.
Estas fuerzas trabajan en pares: la resistencia se opone al empuje, y la sustentación contrarresta al peso. Cuando el avión está en equilibrio, el empuje iguala la resistencia y la sustentación iguala el peso. Resultado: el avión se mantiene en el aire sin irse al suelo… ni al espacio.
La resistencia es esa fuerza que tira hacia atrás, como cuando sacas la mano por la ventanilla del coche. Para reducirla, los aviones pliegan el tren de aterrizaje tras despegar. El empuje, por otro lado, es la fuerza que los impulsa hacia adelante y vence esa resistencia.
Los motores a reacción (o jets) funcionan gracias a la tercera ley de Newton: por cada acción hay una reacción igual y opuesta. Así, el chorro de gases expulsado hacia atrás empuja al avión hacia adelante. También existen aviones con hélices o incluso con cohetes.
Así que la próxima vez que subas a un avión, recuerda: no es magia… ¡es ciencia con alas!