Pócimas, conjuros y adivinación fueron algunas de las prácticas más comunes entre aquellas mujeres que hoy conocemos como brujas. A lo largo de los siglos, especialmente desde la Edad Media, su imagen fue distorsionada hasta convertirse en caricatura: narices puntiagudas, escobas voladoras y risas maléficas. Sin embargo, detrás de esa versión folclórica se esconde una historia mucho más rica… y mucho más respetable.
Estas mujeres eran, en realidad, portadoras de conocimientos ancestrales. Dominaban la herbolaria, sabían cómo aprovechar las propiedades de las plantas y los minerales, y aplicaban este saber para curar enfermedades, aliviar dolores o proteger a sus comunidades. Lo que muchos llamaron magia, hoy podríamos considerar como una forma temprana de ciencia aplicada. No por nada, su legado es visto como el preámbulo de la alquimia, una disciplina que eventualmente daría paso a la química moderna.
En muchas culturas antiguas, las hechiceras no eran temidas, sino veneradas. Lejos de ser figuras oscuras, eran guías espirituales y líderes comunitarias. Su misión era proteger a su gente de fuerzas negativas, tanto físicas como espirituales.
Así que, la próxima vez que pienses en brujas, recuerda que antes de ser perseguidas, muchas de ellas fueron sabias, sanadoras y pioneras del conocimiento científico. Quizá no llevaban batas de laboratorio, pero su curiosidad y observación del mundo sentaron las bases para lo que hoy llamamos ciencia.