En 1979, la revolución iraní alcanzó su punto álgido cuando estudiantes islamistas tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán, desencadenando la conocida crisis de los rehenes, un evento que conmocionó al mundo.
El asalto a la embajada resultó en la captura de más de 50 diplomáticos estadounidenses, quienes fueron mantenidos como prisioneros bajo condiciones extremas durante 444 días. Sin embargo, seis diplomáticos lograron escapar milagrosamente, eludiendo la captura en el caos inicial del asalto.
Estos valientes hombres y mujeres encontraron refugio en la residencia del embajador canadiense, Ken Taylor, quien, junto a su equipo, asumió el gran riesgo de ocultarlos. En una ciudad sitiada y con las autoridades iraníes intensificando las búsquedas, la vida de los refugiados se mantenía en un constante peligro, cada día más cercano a su posible descubrimiento.
La situación se volvía cada vez más desesperante, mientras el gobierno de los Estados Unidos buscaba una forma de rescatarlos sin que el riesgo de represalias fuera aún mayor.