La historia de Netflix comienza de manera bastante curiosa. En 1997, Reed Hastings, su fundador, vivió un episodio que lo llevó a cambiar el mundo del entretenimiento tal como lo conocíamos. Todo comenzó cuando Hastings devolvió tarde un DVD que había alquilado en Blockbuster, la gran tienda de alquiler de películas de la época. ¿El costo de la infracción? ¡40 dólares por el atraso!
Hastings, molesto por tener que pagar esa cantidad por algo tan común como devolver una película tarde, se negó rotundamente a cubrir esa exorbitante multa. En lugar de frustrarse y dejarlo pasar, decidió hacer algo radicalmente diferente. De esta forma, Netflix nació como una alternativa completamente innovadora: un sistema de alquiler de películas por suscripción que eliminaba la necesidad de devolver las películas de manera tardía o tener que pagar multas. ¡Adiós a las largas filas en los videoclubes y las malas sorpresas por los cargos extra!
Este simple incidente con un DVD atrasado fue el catalizador que impulsó a Hastings a revolucionar la manera en que consumimos contenido. En lugar de un sistema tradicional de alquiler físico de películas, Netflix permitió a los usuarios alquilar y ver sus películas en casa, a su propio ritmo, sin tener que preocuparse por las fechas de devolución. ¡Un cambio total en la industria!
Lo que parecía ser una respuesta impulsiva a una multa innecesaria se convirtió en el comienzo de la transformación del cine y la televisión tal como los conocemos hoy.

Reed Hastings, decidido a cambiar por completo la forma en que las personas alquilaban películas, fundó Netflix con una idea clara: eliminar las temidas multas por atraso. En lugar de castigar a los usuarios, propuso una tarifa mensual fija que permitiera a los suscriptores alquilar películas ilimitadas. En sus primeros días, Netflix no era lo que conocemos hoy. Las películas se entregaban en formato físico, enviadas directamente a través del correo, y los usuarios tenían que esperar un par de días para que su película llegara. Nada de streaming ni acceso instantáneo.
Sin embargo, Reed Hastings no se conformó con esta modalidad. En lugar de quedarse estancado, su visión fue mucho más grande. En cuanto Netflix empezó a ganar tracción, Hastings dio el siguiente paso para revolucionar el mercado. Decidió crear un portal digital que eliminara la necesidad de los discos físicos y, por fin, los usuarios pudieron ver sus películas en línea, sin esperar a que llegaran por correo. ¡Adiós a las esperas!
Este movimiento no solo eliminó el coste de tener una tienda física, sino que abrió las puertas a una nueva era de consumo de contenido. Netflix pasó de ser un simple servicio de alquiler de DVD a convertirse en el gigante del streaming que conocemos hoy. Y todo comenzó con una idea sencilla: facilitar el acceso a las películas sin las restricciones de las multas y las tiendas físicas. Sin duda, un cambio que marcó el inicio de una transformación radical en la industria del entretenimiento.

Durante los primeros años, Netflix no logró hacerle ni cosquillas al gigante de Blockbuster. De hecho, hasta mediados de los 2000, parecía que el modelo de negocio de Netflix era solo una pequeña chispa comparado con el imperio de las tiendas físicas de alquiler de películas. Fue en ese momento cuando Reed Hastings, buscando darle un empujón a su empresa, decidió reunirse con los directivos de Blockbuster para intentar vender Netflix.
La oferta era tentadora: una pequeña empresa que operaba con un modelo de suscripción mensual para contenido ilimitado. Pero, sorpresa, Blockbuster no vio el potencial de Netflix. Pensaron que su modelo de negocio basado en el alquiler individual de películas era mucho mejor y, por lo tanto, rechazaron la compra. Este fue un error monumental.
Si Blockbuster hubiera aceptado la oferta, la compra de Netflix se habría cerrado por 50 millones de dólares. Hoy en día, Netflix está valorado en 8500 millones de dólares en la bolsa, lo que demuestra lo que podría haber sido una gran oportunidad perdida.
Pero como dicen, la historia no perdona. Mientras Netflix crecía a pasos agigantados, Blockbuster no supo adaptarse al cambio de paradigma. En 2010, tras años de no poder competir con el modelo de streaming y las nuevas plataformas digitales, Blockbuster declaró la bancarrota. Un giro irónico y doloroso para la empresa que en su día dominaba el mercado. ¡Vaya lección de cómo los gigantes pueden caer cuando no se ven venir las revoluciones tecnológicas!

¡Ah, Blockbuster! Ese gigante que en su día dominó el alquiler de películas y que, si hubiera tomado una decisión diferente, probablemente estaría celebrando su vuelta al futuro en lugar de ser solo un recuerdo nostálgico para los cinéfilos. La historia de cómo Netflix, un pequeño proyecto, derrotó a un monstruo como Blockbuster, tiene una lección importante para todos los emprendedores y empresas grandes que no saben ver más allá de su propio ego.
Imagina por un momento que Blockbuster hubiera comprado Netflix. Probablemente, hoy estaríamos hablando de Blockbuster como el líder de la industria del streaming, no Netflix. Pero claro, aquí entra en juego el famoso “ego”. Blockbuster no valoró lo que venía, prefiriendo aferrarse a su modelo de negocio tradicional basado en tiendas físicas y alquiler de DVDs. Mientras tanto, Netflix, con su visión de futuro, apostaba por el modelo de suscripción online. Y como ya sabemos, no ver el futuro es un error fatal.
Netflix, que empezó como un servicio de alquiler de DVDs por correo, se adaptó rápidamente a los cambios del mercado, ofreciendo contenido bajo demanda, sin necesidad de desplazarse hasta una tienda. ¿Y Blockbuster? Bueno, si hubiera invertido en Netflix, tal vez habría tenido el control del streaming mucho antes. Pero en lugar de eso, confiaron en su poderío y no supieron cómo responder a los pequeños competidores que estaban al acecho.
Así que la gran pregunta sigue siendo: ¿Qué habría pasado si Blockbuster hubiera comprado Netflix? Tal vez hoy estaríamos viendo maratones de películas bajo el nombre de Blockbuster en lugar de Netflix. Pero bueno, la historia es como es, y en el mundo de los negocios, la humildad y la visión pueden ser tan poderosas como el capital.
