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Aleister Crowley: el enigma del “Bestia 666” y los mitos que lo convirtieron en leyenda

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Tiempo de lectura: 6 minutos

No todos los días alguien se gana el apodo de “el hombre más perverso del mundo”, pero Aleister Crowley no era precisamente una persona común. Nacido en 1875 en Inglaterra, Crowley fue poeta, ocultista, alpinista, espía ocasional y autodenominado profeta. Su vida fue un cóctel de escándalo, misterio y magia ceremonial que todavía hoy genera debates. Fundador de la filosofía mágica conocida como Thelema, Crowley creía haber recibido sus enseñanzas directamente de una entidad espiritual llamada Aiwass. Ya empezamos fuerte, ¿verdad?

El tipo no tenía pelos en la lengua: promovía el uso de drogas psicodélicas, el sexo como herramienta mística y la ruptura de normas sociales y religiosas. Para él, lo más sagrado era la voluntad individual: “Haz lo que quieras será toda la Ley”. No es de extrañar que la prensa victoriana lo odiara y que aún hoy se lo asocie con el satanismo, aunque él nunca se declaró satanista. Eso sí, jugó con el símbolo y la estética del “lado oscuro” como un rockstar del ocultismo.

Crowley dejó un reguero de seguidores y detractores, entre ellos miembros de la alta sociedad, artistas y hasta futuros miembros de la NASA (hola, Jack Parsons). ¿Fue un visionario o un charlatán con buen marketing? Quizás ambas cosas.

Retrato mural en blanco y negro de Aleister Crowley pintado sobre una pared de piedra, con una expresión seria y una cámara de seguridad al costado.

El niño predestinado: de familia religiosa al camino del caos

Edward Alexander Crowley nació en una familia protestante fundamentalista, y su infancia fue más bíblica que la de un seminarista. Su padre, predicador de la secta Plymouth Brethren, murió cuando Aleister tenía 11 años, lo cual lo marcó profundamente. Desde entonces, el joven Crowley comenzó a rechazar la religión tradicional con una intensidad que, bueno… acabó en invocaciones demoníacas.

En la universidad de Cambridge, donde se suponía que debía convertirse en un caballero respetable, comenzó a interesarse por el misticismo, la alquimia y los rituales sexuales. Abandonó sus estudios y se dedicó por completo a explorar el ocultismo, viajando a Egipto, India y México para empaparse de prácticas esotéricas.

En 1898 ingresó a la Hermetic Order of the Golden Dawn, una sociedad secreta que incluía magos, poetas y aristócratas aficionados al misticismo. Allí coincidió con figuras como el poeta W. B. Yeats (con quien acabó peleado, claro). Pero su hambre de poder mágico era demasiado: pronto rompió con la orden y creó su propio camino, fundando la religión filosófica Thelema tras un supuesto contacto con una entidad sobrenatural en El Cairo en 1904.

Lo que empezó como una búsqueda espiritual terminó siendo una cruzada contra la hipocresía religiosa de su época… y también una excusa para vivir una vida decadente, provocadora y excesiva.

Aleister Crowley de niño escribiendo en una biblioteca antigua con libros oscuros y jaulas vacías, evocando el ambiente ocultista y literario.

El Libro de la Ley y el nacimiento de Thelema

Todo cambió en abril de 1904, cuando Crowley y su esposa Rose estaban en El Cairo. Según su relato, una voz llamada Aiwass le dictó El Libro de la Ley (Liber AL vel Legis), texto sagrado de Thelema, que proclamaba: “Haz lo que quieras será toda la Ley” y “El amor es la ley, amor bajo voluntad”.

Thelema no era solo una religión de hippies con túnicas (aunque un poco sí): proponía que cada individuo debía descubrir y seguir su “Verdadera Voluntad”, un propósito personal profundo que trascendía las normas sociales y morales. El libro mezcla simbolismo egipcio, numerología, astrología y un batiburrillo de referencias esotéricas.

Crowley empezó a considerarse el profeta de una nueva era, llamada el Æon de Horus, donde el individuo, y no Dios, sería el centro del universo espiritual. Y como todo buen profeta, organizó rituales, escribió decenas de libros y fundó su propia orden: la A∴A∴ (Astrum Argentum), dedicada a la enseñanza de su sistema mágico.

No faltaron las polémicas: desde rituales sexuales con drogas hasta invocaciones en pirámides egipcias. Pero el mito de Crowley crecía tanto como su ego, y ya para entonces era una figura infame en la prensa británica, que lo llamaba “la Gran Bestia 666”.

Libro antiguo abierto con símbolos alquímicos, círculos mágicos y escritura arcana iluminada por velas, representando un grimorio esotérico estilo Crowley.

Las historias más oscuras: rituales, drogas y la Abadía de Thelema

Si hasta ahora te parecía excéntrico, espera a conocer la Abadía de Thelema, su comuna esotérica en Cefalú, Sicilia. Fundada en 1920, era una especie de retiro mágico donde los iniciados vivían sin reglas convencionales, practicaban rituales diarios y experimentaban con drogas, sexo tántrico y meditación.

Todo muy espiritual, claro… hasta que uno de sus seguidores murió, supuestamente tras beber sangre de gato en un ritual. El escándalo fue tan grande que Mussolini lo expulsó de Italia. Y ahí quedó la Abadía, con sus paredes llenas de frescos eróticos y símbolos ocultistas, como un Airbnb del más allá.

También se dice que en sus rituales usaba sangre menstrual, se flagelaba, hablaba con entidades y escribía bajo trance. ¿Cuánto de esto es cierto? Dado que a Crowley le gustaba exagerar su leyenda, es difícil separar mito de realidad. Pero lo que sí está claro es que vivía su magia como una performance total, una especie de teatro ceremonial.

La prensa lo adoraba odiar, y él se dejaba querer: se autoproclamaba “La Bestia” y firmaba con el número 666. ¿Publicidad o sinceridad demoníaca? Tal vez ambas. Sea como sea, su figura se volvió símbolo de todo lo que la sociedad victoriana reprimía: deseo, poder, libertad y caos.

Hombre calvo con expresión intensa sentado en un cuarto oscuro con símbolos de pentagramas en la pared, representando una figura inspirada en Aleister Crowley.

¿Satanista o visionario incomprendido?

Una de las etiquetas más persistentes sobre Crowley es la de satanista, aunque irónicamente nunca se consideró uno. Para él, Satanás era una metáfora de la rebelión espiritual, no un ente real al que adorar. Pero claro, cuando te haces llamar “La Bestia”, no ayudas mucho a desmentir rumores.

En realidad, su filosofía es mucho más compleja: estaba más influenciada por el gnosticismo, la cábala, el yoga y la magia ceremonial que por cualquier culto satánico. Aun así, muchos lo metieron en el mismo saco que los adoradores del diablo. Y es que el morbo vende, sobre todo si estás en los años 20 y tu religión incluye orgías místicas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos lo relacionaron con el espionaje británico (sí, espía también fue), y se rumorea que ayudó a diseñar mensajes ocultos contra los nazis. Aunque su vida personal estaba en decadencia, su influencia seguía creciendo en círculos esotéricos… y en el rock. Desde Led Zeppelin hasta Ozzy Osbourne lo mencionan como ídolo o inspiración.

El mito seguía alimentándose, y aunque murió en 1947 en la pobreza, su figura no dejó de multiplicarse, como un eco mágico imposible de apagar.

Representación visual del diablo con un estilo de mago oscuro.

El legado de Crowley en la cultura pop y el ocultismo moderno

Aunque suene increíble, Aleister Crowley está más vivo que nunca. No literalmente, claro, pero su imagen se ha convertido en un ícono de la contracultura. Desde la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles hasta letras de bandas como Iron Maiden o Tool, Crowley ha dejado huella en generaciones enteras.

Su sistema mágico influenció a la Wicca, el neopaganismo, el satanismo moderno de Anton LaVey y hasta teorías conspiranoicas. También inspiró cómics, novelas, películas y videojuegos. Vamos, que si no sabías quién era, igual ya lo habías visto sin darte cuenta.

Más allá de lo mediático, su pensamiento sobre la libertad individual, la búsqueda del conocimiento y el cuestionamiento del dogma sigue resonando. Por eso, hay quien lo ve como un gurú revolucionario, y quien lo tacha de narcisista con ínfulas.

Lo que no se puede negar es que fue un adelantado a su tiempo, un provocador nato y uno de los personajes más fascinantes (y peligrosos) del siglo XX. Como él mismo escribió: “No soy un hombre. Soy dinamita”.

¿Y tú? ¿Te atreverías a seguir tu Verdadera Voluntad?

Fuentes:

Collage psicodélico con motivos esotéricos, libros, símbolos mágicos y una estrella dorada en el centro, acompañado del nombre “Aleister Crowley” en la parte superior.

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