¿Qué estoy sintiendo? ¿Cómo me siento? ¿Cómo puedo manejar esta emoción sin que me sobrepase? ¿Cómo expreso mis emociones? Para todo esto es útil la llamada inteligencia emocional o cómo leemos e interpretamos nuestras emociones y las de otros.
Trabajar en la inteligencia emocional conlleva desarrollar la capacidad de reconocer los sentimientos propios y ajenos, la empatía y asertividad, saber expresar correctamente emociones y pensamientos.
Aunque la palabra “inteligencia” suele estar ligada a conceptos relacionados con memoria y capacidad cognitiva, la mente es mucho más amplia y desde el siglo pasado los científicos estudian otras áreas del cerebro.
El trabajo en la inteligencia emocional es un proceso continuado a lo largo de la vida. Además, a diferencia del coeficiente intelectual, la inteligencia emocional no viene tan marcada genéticamente, por lo que desarrollarla depende sobre todo de que se trabaje en ella.
Algo a lo que nunca se le ha tomado el peso
Desde edades tempranas adquirimos infinidad de conocimientos y habilidades fundamentales para nuestro desarrollo, sin embargo, nadie nos enseña cómo desarrollar nuestra Inteligencia Emocional. No nos explican cómo identificar y manejar nuestras emociones ni cómo reconocer y entender las de los demás, de una forma adecuada.
Muchos niños y adolescentes problemáticos en la escuela son calificados erróneamente como “tontos”, cuando en realidad su problema no es de corte cognitivo, sino emocional: tienen dificultades para manejar sus emociones e impulsos. Y es que todo nuestro pensamiento está orientado hacia mantenernos en un confort emocional. Si no nos sentimos bien, por muy racionales que puedan parecer las circunstancias para convencernos de lo contrario, no estaremos en condiciones de encontrar un equilibrio.
En una sociedad donde el raciocinio parece dominar cada vez más sobre las emociones, es básico tener en cuenta la importancia de la inteligencia emocional, que juega un papel más primordial incluso que el cerebro racional. Sin embargo, en los sistemas educativos rara vez se le da prioridad a la educación emocional. No estamos educados para a observar lo que sentimos y, por lo tanto, no sabemos cómo actuar ante nuestros sentimientos de forma efectiva.
La importancia de la Inteligencia emocional
La inteligencia emocional es muy importante porque, entre otras cosas, favorece en gran manera el establecimiento de relaciones sociales sanas. Por ejemplo, que nos guardemos sentimientos que tarde o temprano salen a la luz sin control alguno, o expresar lo que queremos dañando al otro. Pues incluye la habilidad de compartir y entender lo que sienten los demás.
Se ha demostrado que las personas emocionalmente inteligentes son capaces de detectar e identificar sus emociones, de comunicarse de forma asertiva, de analizar las reacciones y comportamientos de los demás, intentando comprender el motivo de su reacción; con una alta capacidad empática, siempre reaccionan con calma ante cualquier situación (sin dejarse dominar por sus emociones). ¿El resultado? Líderes sobresalientes, personas proactivas, motivadas, seguras, personas felices.
Crecer como persona
Esto nos hace aceptarnos tal y como somos al conocernos mejor y no rechazar o negar aquello que indiscutiblemente forma parte de nosotros. Así, podemos aprender, crecer y orientar las emociones en la dirección que mejor nos convenga.
Y es que, aunque no lo creamos, esto puede permitirnos cambiar aspectos de nosotros que no nos gustan o aquellos otros que se desarrollaron tras experiencias dolorosas.
Nos permite ser mucho más felices
Sentirnos bien con nosotros mismos es algo fundamental. Sin embargo, no podemos llegar a este punto si no profundizamos en nuestro autoconocimiento, si creemos que la culpa de todo es de los demás y nos quejamos constantemente.
Nadie nos enseña inteligencia emocional, algo muy importante y que evitaría muchos de los problemas que cada día nos afectan. Hay que aprender a ser más asertivos, a expresar nuestras necesidades de la manera correcta, saber manifestar una opinión sin dañar al otro, conocernos a nosotros mismos…
Véase también ¿Por qué hay gente más inteligente?
Todo esto creemos que sabemos hacerlo, pero no es cierto. ¿Cuántas veces hemos explotado porque hemos guardado emociones que no sabíamos cómo exteriorizar? ¿verdad que en muchas ocasiones pagamos la bronca del jefe con alguien de nuestra familia?
No saber gestionar nuestras emociones ni expresarlas tiene consecuencias terribles. No solo para nosotros, también para nuestras relaciones con los demás.
Fuentes: