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¿Por qué persiste la pobreza en África? Causas históricas y actuales

De los 48 países más pobres del planeta, tres cuartas partes están en África. Y si afinamos la búsqueda a los 10 más pobres, el dato es aún más brutal: todos están en este continente. Pero esto no es solo un dato frío o una coincidencia geográfica. La pregunta que realmente importa es: ¿por qué la pobreza está tan concentrada en África?

África: el continente con más conflictos activos

Hoy en día, África alberga al menos 25 conflictos armados activos, muchos de los cuales ni siquiera aparecen en los titulares. Esta violencia constante no solo destruye vidas, sino que también bloquea el desarrollo económico y social. A diferencia de otras regiones donde los conflictos tienen principio y fin, en África muchas guerras se prolongan durante años, resurgen cíclicamente o nunca terminan del todo.

Un ejemplo claro es Sudán del Sur, el país más joven del mundo. Desde su independencia en 2011, ha vivido más guerras que años en paz. Y eso que ya había estado sumido en conflictos desde antes, cuando aún formaba parte de Sudán. La falta de estabilidad no solo obstaculiza la inversión extranjera, sino que también destruye infraestructuras, limita el acceso a la educación y empobrece aún más a la población.

Cuando hay guerra, no hay cosecha. Y cuando no hay paz, no hay futuro. Esta es solo una de las múltiples razones por las que África sigue atrapada en un ciclo de pobreza difícil de romper.

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Las consecuencias devastadoras de los conflictos en Sudán del Sur

Ante la situación de guerra y violencia constante, los recursos en Sudán del Sur se agotan rápidamente. Millones de personas se ven obligadas a huir de sus hogares y buscar refugio en países vecinos. Mientras tanto, los precios de los bienes, que ya son escasos, se disparan y se vuelven inaccesibles para una población que prácticamente ha perdido todo. La pobreza no solo es falta de dinero, sino también la ausencia de lo más básico para vivir.

En muchas zonas rurales, el ganado es la principal fuente de riqueza. Sin embargo, los enfrentamientos por estos recursos se han vuelto cada vez más frecuentes, dejando a numerosos residentes lisiados o heridos en estos conflictos. No se trata solo de peleas; son luchas que desgarran a las comunidades y perpetúan la violencia.

A principios de 2009, las tensiones entre distintos grupos étnicos alcanzaron un punto crítico, dejando cientos de muertos, entre ellos mujeres y niños inocentes. Estos ataques dirigidos a civiles se han convertido en una trágica rutina que parece no tener fin.

Por lo tanto, la razón por la que el sur de Sudán es uno de los lugares más pobres del mundo es clara y directa: la guerra ha destruido sus bases para el desarrollo. Mientras los combates sigan, la esperanza de progreso y estabilidad seguirá siendo un sueño lejano para sus habitantes.

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Desiertos y temperaturas extremas: el clima que agrava la pobreza en África

Otro factor clave detrás de la pobreza extrema en África es su climatología implacable. El continente alberga nada menos que nueve desiertos, entre ellos dos de los más grandes del mundo: el Sáhara y el desierto del Kalahari. Estas vastas extensiones de tierra árida y difícil de habitar dificultan enormemente la agricultura y el acceso a recursos vitales para la población.

La desertificación es un problema grave que afecta incluso a zonas cercanas a grandes masas de agua, como el Lago Chad, que se ha reducido drásticamente en tamaño durante las últimas décadas. A esto se suman fenómenos climáticos extremos: periodos largos de sequías devastadoras alternan con lluvias torrenciales que, lejos de ayudar, provocan inundaciones y destrucción.

Un ejemplo claro es Somalia, que en 2017 sufrió la peor sequía en 60 años. Esta crisis arrasó cultivos y pastizales, lo que causó la muerte masiva del ganado, una de las principales fuentes de alimento y sustento económico. Las consecuencias no tardaron en llegar: hambre, desnutrición y desplazamientos masivos.

El cambio climático solo empeora este panorama, haciendo que las sequías sean más intensas y frecuentes, y las lluvias más impredecibles. En un continente donde la mayor parte de la población depende directamente de la agricultura y la ganadería, este clima extremo se convierte en un enemigo silencioso que perpetúa la pobreza y dificulta cualquier intento de desarrollo sostenible.

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Historia de África: un continente marcado por la colonización

A lo largo de su historia, África ha sido objeto de colonización por diferentes pueblos y potencias extranjeras. En el siglo VII, por ejemplo, llegaron los pueblos árabes y se asentaron principalmente en los países del norte, en la costa mediterránea. Sin embargo, el gran cambio ocurrió entre los siglos XVII y XIX, cuando las principales potencias europeas se repartieron casi todo el continente.

Una señal clara de esta herencia es que en casi todos los países africanos se hablan lenguas no autóctonas como el inglés, el francés, el español, el portugués o incluso el holandés en Sudáfrica. Estas lenguas son vestigios vivos de la época colonial.

Durante esos años, África fue vista más como una fuente de mano de obra barata y de materias primas que como un territorio para desarrollar. Los africanos quedaron relegados a una situación de pobreza, aunque el continente es inmensamente rico en recursos naturales como el petróleo, minerales y tierras fértiles.

Como comenta Mark Doyle, periodista de la BBC, África es un territorio de riquezas naturales abundantes, pero históricamente los extranjeros han venido a invadir, saquear y explotar sus recursos sin considerar a la población local. Un ejemplo claro es el Sur de Sudán, donde los recursos nunca han sido explotados adecuadamente para beneficio de su gente.

Esta historia de colonización y saqueo ha dejado una huella profunda que sigue afectando el desarrollo y la prosperidad del continente hoy en día.

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La mayor ancla de África: la corrupción

En África, casi toda la población que no forma parte del poder señala a sus líderes corruptos como la principal causa de la crisis que vive el continente. “La brecha entre pobres y ricos sigue creciendo, y nuestros gobernantes solo quieren llenarse los bolsillos sin pagar impuestos”, se quejó un pescador en la costa del Lago Victoria. Esta frase refleja un sentimiento común en muchas regiones africanas.

Incluso figuras destacadas, como la expresidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, reconocieron la magnitud del problema. Al asumir su cargo, subestimó la corrupción en su país y admitió: “Quizás debí despedir a todo el gobierno cuando llegué al poder”. Un reflejo claro de que este mal está profundamente arraigado y no es fácil de combatir.

Economía informal: un gigante desaprovechado

Además, el sector informal en la mayoría de las economías africanas es enorme y prácticamente ignorado por las autoridades. Un arquitecto de Kenia y un funcionario de alto rango en Nigeria alertaron que la mayoría de las personas en las ciudades sobreviven gracias a mercados informales, puestos improvisados y pequeñas fábricas.

Pero la desconfianza hacia los gobiernos es tal que muchos empresarios informales evitan cualquier contacto con las autoridades. En muchas carreteras, cada pocos kilómetros hay un puesto militar que exige pagos para dejar pasar a los vehículos. Esta corrupción y desconfianza frenan el desarrollo y mantienen atrapada a gran parte de la población en la pobreza.

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Entre basura y huecos: el contraste de Eastleigh en Nairobi

Eastleigh es una zona de Nairobi conocida por sus calles llenas de basura acumulada, huecos en las calles que parecen piscinas y desagües colapsados que generan problemas constantes para sus residentes. A simple vista, el lugar no invita a soñar con prosperidad ni desarrollo.

Sin embargo, Museva, un planificador y arquitecto local, revela un dato que sorprende: uno de los indicadores de éxito en esta zona es el alto precio del alquiler de los locales comerciales. “Le sorprendería saber que Eastleigh es el mercado de bienes raíces más caro de Nairobi”, comenta.

Este contraste refleja un fenómeno común: pese a la precariedad visible, la actividad económica es intensa y el dinero circula, aunque no se refleje en mejoras en infraestructura o servicios. Según Museva, si los comerciantes confiaran en el gobierno y pagaran impuestos a cambio de servicios adecuados, se podría crear un “círculo virtuoso”. Esto impulsaría el desarrollo y permitiría que muchas personas salieran de la pobreza.

El arquitecto enfatiza que la pobreza está relacionada directamente con la calidad de vida, y en Eastleigh esta calidad es pésima, a pesar de toda la actividad económica. Su conclusión es clara y contundente: “África no es pobre, solo es manejada pobremente”.

Este mensaje resalta que, muchas veces, la raíz del problema no está en la falta de recursos, sino en cómo se administran y gestionan.

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