sábado, octubre 4, 2025
Pintura de Volcán con erupción con estrellas en el cielo. Imagen de una obra de arte que presenta a lava volcánica durante la noche y cielo con estrellas.

¿Qué fue el desastre de Toba? El día más devastador en la historia humana

A+A-
Reset

Aquel año, la primavera no llegó. Tampoco lo hizo el verano. Las flores no brotaron y los árboles murieron en una especie de invierno perpetuo. Grandes mamíferos como el antílope se volvieron cada vez más delgados, hasta morir de hambre. Los depredadores, incluidos los humanos, se quedaron sin presas que cazar. La comida escaseaba en todo el mundo. El cielo, siempre gris, se tornaba eterno y solo se iluminaba de rojo por las noches. Pero no fue solo un año: este ciclo desalentador se prolongó durante más de una década.

Hace 74.000 años, la Tierra estuvo al borde del caos debido a la erupción de un supervolcán, el Monte Toba, ubicado en lo que hoy es Indonesia.

Este evento fue el estallido volcánico más intenso de los últimos 25 millones de años. Se trató de una explosión de nivel 8 en el Índice de Explosividad Volcánica (VEI), que califica este tipo de erupciones como supervolcánicas — mega-colosales o incluso apocalípticas. Para hacernos una idea, es una explosión que marcó un antes y un después en la historia geológica y climática de la Tierra.

Este fenómeno habría causado un invierno volcánico que afectó al clima global, llevando a una escasez masiva de alimentos y poniendo en riesgo la supervivencia de numerosas especies, incluida la nuestra.

Vista del erupción del volcán durante un dia medio nublado. El volcán saca mucho humo.


La explosión del Monte Toba desplazó aproximadamente 2.800 kilómetros cúbicos de materia, de los cuales 800 km³ fueron cenizas. Este evento dejó un cráter de 100 km de largo por 35 km de ancho, que hoy forma el mayor lago volcánico del mundo. El flujo de lava destruyó 20.000 km² alrededor del volcán y dejó un manto de ceniza de 600 metros de altura — más del doble del Cerro San Cristóbal. Esta erupción fue 100 veces más poderosa que la explosión del Monte Tambora en 1816, conocida como el “año sin verano”. Las cenizas tan densas bloquearon la luz solar, lo que provocó la destrucción masiva de cosechas en Eurasia y América del Norte, generando hambre y migraciones masivas.

En las primeras 24 horas tras la erupción, murieron unas 12.000 personas debido a la lluvia de cenizas y restos piroclásticos. En las semanas siguientes, otras 75.000 personas fallecieron por hambre y enfermedades relacionadas. Pero lo peor estaba por venir: más de 55 millones de toneladas de azufre fueron liberadas a la atmósfera, causando lluvias ácidas y formando un manto de partículas que redujo la penetración de los rayos solares sobre la Tierra. Este fenómeno generó un enfriamiento global, marcando un periodo conocido como el invierno volcánico, que afectó gravemente al clima y a la vida en el planeta.

Imagen de un volcán en erupción de noche. Fotografía de un volcán con lava brillante y una columna de humo contra el cielo oscuro.


Para ponerlo en perspectiva, el Monte Santa Helena liberó energía equivalente a 24 megatones y desplazó alrededor de 1 kilómetro cúbico de materia. La explosión del Monte Toba desplazó 3.000 veces ese volumen, por lo que fue unas 3.000 veces más potente. Al multiplicar 24 por 3.000, obtenemos 72.000 megatones, equivalentes a 4,8 millones de bombas de Hiroshima (que tenían una potencia de solo 0,015 megatones).

Se calcula que la erupción liberó cerca de 10 mil millones de toneladas de ácido sulfúrico y 6 mil millones de toneladas de dióxido de azufre en la atmósfera. Además, la ceniza se depositó en una capa que abarcó desde el Mar de Arabia hasta el Mar de China, cubriendo un radio de al menos 6.000 kilómetros.

Volcán con erupción, volcán sacando lava a la atmosfera. Fotografía con textura de una gran erupción del volcán.

La explosión del Monte Toba habría desencadenado un invierno volcánico que duró al menos 6 años. Durante ese período, las temperaturas medias bajaron entre 3 y 5 grados Celsius en las latitudes bajas, y hasta 15 grados menos cerca de los polos, lo que superó incluso el frío máximo del último glacial, ocurrido hace unos 20.000 años.

Para que una erupción volcánica influya en el clima global, sus cenizas deben alcanzar al menos los 17 kilómetros de altura. Se cree que las cenizas de Toba llegaron al doble de esa altitud, bloqueando entre un 25 y 90% de la luz solar.

También se detectó una disminución significativa del isótopo O18 en el agua durante al menos mil años, indicando un enfriamiento global prolongado y una intensa sequía que afectó al planeta durante ese tiempo. Además, estudios del calcio atmosférico demuestran que las cenizas permanecieron suspendidas en la atmósfera global durante al menos 200 años.

Imagen del paisaje con erupción del volcán por la noche. Fotografía de un volcán sacando vapor y ceniza a la atmosfera.

Asimismo, según diversos modelos, la población vegetal disminuyó de forma considerable. El análisis de polen de aquella época indica que, tras el evento, un clima estepárico se extendió por gran parte de Asia, mientras que el sudeste asiático quedó cubierto por una capa de ceniza de al menos 15 cm.

En resumen, nuestro planeta experimentó durante siglos las temperaturas más bajas en los últimos cien mil años, con un frío comparable o incluso mayor al peor periodo del actual ciclo glacial. El clima estepárico se expandió masivamente y una sequía global persistió durante cientos de años. Además, la dramática reducción de plantas provocó una escasez alimentaria que afectó también a los animales, alterando profundamente el ecosistema. Este fue el panorama que enfrentó la humanidad tras la catástrofe de Toba.

Una sequía de siglos, un frío más intenso que el peor de la era del hielo, sin verano por al menos seis años, y una caída catastrófica en la cantidad de plantas. Definitivamente, no era un escenario alentador.

Y no lo fue.

Dibujo animado con persona huyendo de la erupción del volcán. Ilustración de caricatura con gente corriendo del volcán con lava y fuego en el cielo.

Se ha establecido que, antes de la explosión del volcán, en la Edad de Piedra tardía, la población humana estaba entre 100 mil y 300 mil personas. Sin embargo, alrededor de la época en que el volcán estalló, la cifra había descendido drásticamente a apenas entre 2 mil y 10 mil individuos, aproximadamente un 3% de la población original. Esta reducción fue tan severa que, según los criterios actuales para catalogar especies animales, la humanidad podría haberse considerado una “especie en peligro de extinción”. No es difícil imaginar que esta caída tan brutal se debió a la radical escasez de recursos disponibles para sostener la vida.

En medio de esas condiciones tan extremas, ocurrió una migración clave en la historia humana, conocida como la migración de “salida de África”. Entre 150 y mil personas (una enorme proporción de los humanos que quedaban vivos, si lo pensamos bien) decidieron que ya habían soportado suficiente con esa situación apocalíptica y tenebrosa, y creyeron que en otras tierras podrían encontrar más recursos. Así, cruzaron el Mar Rojo hacia Arabia y poco a poco se fueron extendiendo por el mundo, poblando nuevas tierras.

Sí, esas pocas personas a oscuras, con hambre, que fácilmente cabrían en un gimnasio grande… eran nuestros antepasados. Los antepasados de todos los que habitamos fuera de África. Todo gracias a un volcán.

Hombre mirando un volcán con erupción. Imagen del un hombre mirando la lava con un bastón en la mano.

También te puede interesar