Exorcismo como tratamiento de enfermedad mental en la Edad Media

Enfermedad mental en la Edad Media: demonios en la cabeza

A+A-
Reset

¿Poseído o con ansiedad? El dilema medieval

Imagina vivir en la Europa medieval y empezar a tener ataques de pánico. Tu corazón se acelera, las manos te sudan y apenas puedes respirar. Hoy el diagnóstico sería “trastorno de ansiedad”, pero en la Edad Media lo más probable es que te señalaran y dijeran: “tiene un demonio adentro”. Así de simple. La enfermedad mental en la Edad Media se entendía bajo la lupa de la religión y la superstición, y casi siempre la explicación era que algún ente maligno había decidido alquilar espacio en tu cabeza.

Los tratados médicos eran escasos y el acceso al conocimiento todavía más. La Iglesia tenía un poder enorme y, como buena autoridad de la época, respondía a lo desconocido con lo que conocía: la Biblia. No había un concepto de salud mental como lo entendemos ahora; la gente hablaba de posesión, de maleficios, de brujería. Y si eras mujer, peor: tu sufrimiento podía convertirse en prueba de que eras aliada del diablo.

Claro, no todo era miedo y rezos. Algunos intentos de explicaciones “naturales” sobrevivían gracias a los textos antiguos de Hipócrates y Galeno, que se copiaban en monasterios como si fueran tesoros secretos. Pero para la gran mayoría de personas, lo raro en la conducta equivalía a lo sobrenatural. Después de todo, ¿qué otra explicación había para alguien que escuchaba voces invisibles?

La Edad Media no fue solo oscuridad, pero en materia de salud mental sí reinaba la penumbra. Si tu vecino gritaba en la noche, no pensaban en trauma psicológico: pensaban en demonios pidiendo posada en su cuerpo.

emonios representando la enfermedad mental en la Edad Media

Entre cruces y agua bendita: los métodos de “cura”

Cuando alguien mostraba signos de lo que hoy llamaríamos esquizofrenia, depresión o epilepsia, lo que seguía era un arsenal de rituales que mezclaban medicina precaria y religión fervorosa. El tratamiento estrella era el exorcismo. El cura llegaba con su crucifijo, palabras latinas y agua bendita, dispuesto a negociar directamente con Satanás. Si el enfermo gritaba y se retorcía, para ellos era señal de que el ritual estaba funcionando.

Otros métodos eran menos teatrales pero igual de pintorescos. Reliquias sagradas —un pedazo de hueso de un santo, una astilla de la cruz— se usaban como amuletos para expulsar lo maligno. También estaban los baños rituales y los ayunos, con la idea de purificar cuerpo y alma. En algunos lugares incluso se recurría a peregrinaciones, porque caminar cientos de kilómetros hasta Santiago de Compostela debía ser suficiente cardio espiritual para asustar a cualquier demonio.

Lo curioso es que muchos de estos “tratamientos” tenían un efecto placebo real. La fe mueve montañas, y también podía calmar mentes angustiadas, al menos temporalmente. Pero en otros casos el enfermo quedaba debilitado, marginado o directamente encerrado en instituciones primitivas, donde el “cuidado” era poco más que aislamiento.

No faltaban remedios caseros, claro: infusiones de hierbas, cantos repetitivos y hasta golpes estratégicos. Porque si no sale el demonio con agua bendita, quizá a palazos. El resultado, como puedes imaginar, era más sufrimiento que alivio.

Exorcismo y agua bendita como cura medieval para enfermedad mental

Un rastro de ciencia: Hipócrates y los humores

A pesar del dominio religioso, algunos médicos medievales intentaron explicar las enfermedades de manera natural. Aquí entra en escena el viejo conocido Hipócrates, quien ya siglos antes había hablado de los cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Según esta teoría, la salud dependía del equilibrio entre ellos, y la locura se debía a un desajuste interno, no a un demonio.

Este enfoque sobrevivió gracias a los monasterios, que copiaban y traducían manuscritos griegos y árabes. Galeno, otro referente clásico, detallaba cómo la melancolía podía estar ligada a un exceso de bilis negra, anticipando en cierto modo lo que hoy llamaríamos depresión. En lugares como el mundo islámico medieval, se desarrollaron incluso hospitales donde se trataban estos desequilibrios con dietas, música o paseos al aire libre.

En Europa occidental, sin embargo, la teoría de los humores convivía con la demonología como dos explicaciones paralelas. Si estabas triste, podía ser tanto exceso de bilis como influencia del diablo. La ambigüedad permitía que el mismo médico recomendara sangrías y, al mismo tiempo, que el cura hiciera un exorcismo “por si acaso”.

Aunque hoy nos parezca rudimentario, aquel intento de entender la mente con causas físicas fue un paso gigante en medio de la oscuridad medieval. Porque reconocer que la cabeza podía enfermarse por factores internos ya era un germen de ciencia.

Teoría de los cuatro humores aplicada a la enfermedad mental en la Edad Media

Religión y salud mental: una relación tóxica (y dependiente)

La Edad Media fue una época en la que la Iglesia era el centro de la vida social, y con ello, también de la salud. Los hospitales eran gestionados por órdenes religiosas, los médicos necesitaban aval eclesiástico y los diagnósticos solían mezclarse con juicios morales. Estar “loco” no era solo estar enfermo: podía ser visto como señal de pecado, castigo divino o advertencia para la comunidad.

En este contexto, la línea entre pecado y enfermedad era difusa. Alguien que sufría delirios podía ser tanto un enfermo como un “ejemplo de lo que pasa cuando desobedeces a Dios”. El resultado era que la salud mental no se trataba solo con médicos, sino con confesores, monjes y exorcistas. Era, literalmente, psiquiatría con sotana.

Paradójicamente, también hubo espacios donde la religión protegió a los enfermos. Muchos monasterios los acogían, les daban alimento y un lugar donde sobrevivir, aunque no hubiera tratamiento real. Y si bien los diagnósticos eran erróneos, no todos acababan perseguidos como herejes: algunos eran considerados “tocados por Dios” y hasta venerados como místicos.

Así que la relación entre religión y salud mental fue una mezcla de protección, condena y control social. Dependiendo de dónde cayeras en el espectro, podías terminar en un altar o en una hoguera.

Monasterios como refugio para enfermos mentales en la Edad Media

Cuando la ansiedad era Belcebú disfrazado

Hoy, cuando alguien dice que su ansiedad lo hace sudar frío, pensamos en psicólogos, terapia cognitiva o incluso en un ansiolítico. En la Edad Media, el diagnóstico era mucho más directo: “ese sudor es obra del diablo”. Imagínate contarle a un monje que tienes pensamientos intrusivos y que no puedes dormir; lo más probable es que corriera por agua bendita.

La falta de categorías médicas claras llevaba a confundir todo tipo de síntomas. Una epilepsia podía ser vista como posesión; una depresión, como melancolía demoníaca. Incluso el insomnio podía ser interpretado como ataque de brujas nocturnas. En ese contexto, los trastornos mentales eran terreno fértil para la imaginación sobrenatural.

El humor, en medio de tanto dramatismo, ayuda a entender la magnitud del desfase. Si hoy alguien te dice que escucha voces, lo derivamos a un psiquiatra. En la Edad Media, se organizaba medio pueblo para presenciar un exorcismo colectivo. Una especie de espectáculo espiritual, mitad terapia, mitad circo.

Así que sí: si tu ansiedad te hacía sudar, no era estrés, era Belcebú visitándote en pijama. Y la receta era rezar más, ayunar y esperar que el demonio se aburriera de vivir en tu cabeza.

Espectáculo colectivo de exorcismo en la Edad Media

Ecos medievales en nuestra mirada actual

Aunque ya no vemos demonios en cada esquina, algunas ideas de la Edad Media siguen resonando. La estigmatización de la enfermedad mental aún existe, y muchas personas son tratadas como “raras” o “peligrosas” en lugar de recibir comprensión y ayuda. Cambian las explicaciones, pero la desconfianza hacia lo diferente permanece.

Además, algunos remedios medievales no están tan lejos de prácticas modernas. El uso de hierbas, la importancia del ambiente, la música y la espiritualidad como factores de bienestar tienen paralelos en terapias contemporáneas. La diferencia es que ahora los aplicamos con respaldo científico y no para espantar demonios.

Mirar hacia atrás nos recuerda lo frágil que fue el camino hacia la psiquiatría moderna. Desde exorcismos hasta teorías de humores, cada intento de entender la mente aportó un ladrillo, aunque torcido, a la construcción actual. La Edad Media, con sus miedos y supersticiones, nos muestra cómo la humanidad lidia con lo desconocido: inventando historias para explicar lo incomprensible.

Y quizá lo más inquietante es pensar que, dentro de unos siglos, mirarán nuestras prácticas actuales con la misma mezcla de asombro y risa.

Fuentes:

De demonios a psicólogos, evolución del tratamiento de la enfermedad mental

También te puede interesar