Hace ya algunos años que el internet se ha colado en nuestras vidas hasta el punto en que hoy en día es difícil imaginar un día sin él. Es prácticamente indispensable para gran parte de la población mundial y es tan común que sería un reto encontrar a alguien que no tenga acceso o nunca haya usado internet. Desde trabajar, estudiar, compartir memes, hasta realizar compras o simplemente pasar el rato viendo videos de gatos, este mundo digital tiene algo para todos.
¿Te imaginas la pandemia sin internet? Hubiese sido un caos, ¿verdad? Gracias a la red, logramos mantenernos conectados en medio de todo el caos. Las clases online fueron posibles, y muchos de nosotros tuvimos que sacar nuestra mejor cara de «trabajo remoto» con todo y pijama. Sin mencionar las videollamadas, que se convirtieron en la nueva normalidad para mantenernos en contacto con familia, amigos y compañeros de trabajo.
Lo que alguna vez pareció una locura es ahora una realidad: miles de personas viven del internet. No es solo un lugar para navegar por curiosidad, sino que se ha convertido en la principal herramienta de trabajo para muchos. Freelancers, creadores de contenido, emprendedores digitales… todos están aprovechando el potencial de esta increíble red para generar ingresos y hacer crecer sus proyectos. Si antes parecía impensable, hoy está claro: el internet no solo es para buscar recetas de cocina, ¡es el motor que mueve todo un ecosistema de trabajo y creatividad!

Entonces, ¿el acceso a internet debe ser considerado un derecho humano? ¡La respuesta es un claro sí! Hoy en día, el internet no es solo una herramienta útil, sino que se ha convertido en una condición esencial para disfrutar de muchos de nuestros derechos fundamentales, como el derecho a la libre expresión. En un mundo cada vez más digital, el acceso a internet es clave para poder participar plenamente en la sociedad y ejercer otros derechos humanos básicos, como el derecho a la educación o la información.
Lo curioso es que ya hay varios países que reconocen el acceso a internet como un derecho fundamental en sus leyes. Esto no solo implica poder conectarse a la red, sino también tener la calidad adecuada de la conexión. Y es que, en tiempos donde todo ocurre en línea, una conexión rápida y confiable no es solo un lujo, es una necesidad básica.
A lo largo de los años, el debate ha ido tomando más fuerza. Algunos expertos ya están discutiendo si el acceso a internet debería ser formalmente incluido en las constituciones como un nuevo derecho fundamental. Después de todo, si tenemos el derecho a la educación, ¿por qué no el derecho a la información digital? La tecnología avanza a pasos agigantados, y no se puede dejar atrás un derecho tan crucial para el acceso a la democracia y la participación ciudadana.
En resumen, internet ya no es solo una opción, sino una herramienta imprescindible para el ejercicio pleno de los derechos humanos.

Entonces, ¿por qué el acceso a internet debería ser considerado un derecho humano? Bueno, partimos de una premisa sencilla pero poderosa: los derechos humanos han evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a los cambios sociales y tecnológicos. ¿Y por qué no extender el derecho a la libertad de expresión a las nuevas tecnologías? Internet ha revolucionado la forma en que compartimos y recibimos información. Es instantáneo, sin fronteras y, lo más importante, promueve la inclusión social y el acceso al conocimiento.
En un mundo donde casi todo ocurre en línea, tiene sentido que los seres humanos tengamos los mismos derechos en internet que fuera de él. No es solo una cuestión de opinar en redes sociales; el internet también es esencial para educación, salud y empleo. Así que, si nuestros derechos se extienden a las calles, ¿por qué no a la web? ¡Es hora de reconocer que la conectividad ya es parte de nuestra vida cotidiana! Y, aunque la libertad de expresión debería estar protegida, también es necesario dar un paso más y asegurar el acceso universal a internet.
Sin embargo, no todos están de acuerdo. Algunos, como Vinton Cerf, un pionero de internet, creen que el acceso a la red y la libertad de expresión online no deberían ser derechos humanos, sino más bien derechos civiles. Según él, los derechos civiles son aquellos conferidos por el Derecho, en lugar de ser inherentes a nuestra naturaleza como seres humanos. Es decir, lo ve más como una cuestión legal que una necesidad básica.
En cualquier caso, el debate sigue abierto. Pero lo que está claro es que internet ya no es un lujo; es una herramienta vital para la participación y el ejercicio de derechos fundamentales.

En efecto, la tecnología no es lo que tradicionalmente consideraríamos esencial para la dignidad humana. La conexión a internet, por mucho que hoy en día sea fundamental, podría verse más como un lujo o incluso un privilegio, considerando que una parte significativa de la población mundial aún no tiene acceso a necesidades más básicas, como agua potable, alimentación o atención médica. No cabe duda de que en muchos lugares, lo primero en lo que se debe invertir son esos derechos más primarios, los que garantizan la supervivencia.
Sin embargo, hay quienes defienden la idea de que el acceso a internet debería ser considerado un derecho humano. Un ejemplo de esto es Merten Reglitz, profesor de la Universidad de Birmingham, quien publicó una investigación en el Journal of Applied Philosophy. En su estudio, Reglitz sostiene que el acceso gratuito a internet no solo debe ser un lujo, sino que debería ser considerado un derecho humano, y la razón es poderosa: puede servir para proteger otros derechos humanos básicos. ¿Cómo? Bueno, en un mundo cada vez más digital, internet no solo facilita el acceso a la información y al conocimiento, sino que también permite la participación cívica, la educación a distancia, y el acceso a oportunidades de empleo que de otra manera serían inalcanzables para muchas personas.
Imagina esto: alguien que vive en una zona rural sin acceso a la educación, pero que, gracias a internet, puede acceder a cursos gratuitos, materiales de estudio y participar en conversaciones globales. El internet podría, en este caso, ser una herramienta para cerrar brechas y garantizar que los derechos fundamentales como la educación y la salud sean más accesibles.
Así que, aunque la tecnología no sea lo primero en la lista de necesidades básicas, la conectividad en internet podría tener un papel crucial en la protección y promoción de otros derechos humanos fundamentales.

Reglitz pone otro ejemplo claro y cercano: la política. Hoy en día, internet es el epicentro donde se desarrollan los debates políticos más importantes, donde se comparte y se discute información crucial, y donde se crean movimientos sociales. Sin acceso a esta plataforma global, se pierde la oportunidad de participar en conversaciones que afectan a toda la sociedad. No estar conectado es casi como estar desconectado del mundo entero, especialmente en tiempos de elecciones o cambios políticos.
Imaginen por un momento: si no pudieras acceder a las noticias en tiempo real o participar en un debate digital sobre una ley que podría afectarte, estarías completamente desinformado. Y, como reglitz señala, la información es poder. Sin internet, muchos quedarían en la oscuridad de la información, mientras otros, con mejor acceso, estarían a la vanguardia.
Así que, al final, el acceso a internet no solo es una cuestión de entretenimiento o conveniencia. En muchos aspectos, es una herramienta esencial para la democracia y un derecho fundamental que permite que todos tengamos voz.

Es importante aclarar que cuando hablamos de acceso a internet como un derecho humano, estamos hablando de algo que debe ser garantizado para todas las personas, sin importar su sexo, orientación o identidad sexual, origen, etnia, edad, color, estado de salud, discapacidad, opinión política, actividad sindical, oficio o religión. Esto significa que, de acuerdo con la visión moderna de los derechos humanos, nadie debería quedar excluido de los beneficios de la conectividad solo por estas características.
Y no solo lo dicen los expertos: la Declaración Conjunta sobre Libertad de Expresión e Internet de la Organización de Estados Americanos (OEA), fechada el 1 de junio de 2011, también respalda esta idea. En ella, se insta a los estados a promover el acceso universal a internet, asegurando así que todas las personas puedan disfrutar de la libertad de expresión y otros derechos fundamentales. Según la OEA, el acceso a internet no solo es crucial para la expresión de ideas, sino que también es necesario para garantizar derechos como la educación, la salud, el trabajo, el derecho de reunión y asociación, e incluso el derecho a elecciones libres. ¡Eso suena a algo grande y necesario!
Ahora bien, según yo, creo que sí, el acceso a internet debería considerarse un derecho humano. Vivimos en un mundo donde la conectividad es esencial para participar plenamente en la sociedad y para acceder a servicios básicos como la educación y la salud. Internet no solo facilita la comunicación y la información, sino que es una herramienta clave para la igualdad de oportunidades. Sin acceso a la red, estamos limitando las posibilidades de muchas personas, especialmente las que viven en situaciones de vulnerabilidad.
Por lo tanto, ¿por qué no considerar el acceso a internet como un derecho humano más? Después de todo, en este siglo, el internet es la puerta a muchos otros derechos.
