¿Tienes algún vicio? Antes de que salgas a defenderte con un “¡yo no soy adicto a nada!”, aguantemos un segundo. Porque lo cierto es que los vicios comunes no siempre se ven como vicios. Muchos se camuflan de hobbies, de costumbres “inofensivas” o incluso de hábitos saludables… hasta que se vuelven un problema.
Por definición, un vicio es un hábito perjudicial, repetitivo y muchas veces difícil de abandonar. Y sí, aunque tradicionalmente asociamos la palabra con sustancias como el tabaco o las drogas, hoy los vicios tienen muchas caras: desde el gimnasio sin descanso hasta el scroll infinito en TikTok.
En este artículo vamos a recorrer seis vicios comunes en la sociedad actual. Algunos te van a sonar conocidos. Otros puede que los estés viviendo ahora mismo sin darte cuenta. Porque el vicio, como dicen por ahí, “no avisa, se instala”.
Así que si sientes que haces algo tanto que ya ni lo disfrutas, si te cuesta parar aunque quieras, o si algo te genera más ansiedad que placer… bueno, puede que tengas un vicio y todavía no lo sepas. Empecemos por ponerle nombre.

¿Qué se considera realmente un vicio?
La palabra vicio viene del latín vitium, que significa defecto, falla o desviación. En otras palabras, un vicio es una costumbre negativa que se repite tanto que se vuelve parte de ti, y no precisamente de la mejor manera. Pero ojo: no todos los vicios implican adicción física. Algunos son más sutiles, pero igual de dañinos a largo plazo.
Por ejemplo, comerse las uñas, mirar el celular cada 2 minutos o procrastinar con videos de gatitos pueden parecer cosas pequeñas. Pero si no puedes parar, si te resta energía, salud, tiempo o relaciones, ya no es solo una costumbre: es un problema.
Existen dos grandes tipos de vicios:
Físicos o químicos: como el alcohol, las drogas, el tabaco.
Conductuales o psicológicos: como el juego, la comida, el ejercicio extremo o las redes sociales.
Y aunque sus efectos no siempre se notan de inmediato, con el tiempo pueden afectar tu salud, tu mente, tu productividad y tu entorno social. Por eso, identificar los vicios comunes no es solo un ejercicio de curiosidad, sino un paso hacia una vida más equilibrada (y menos controlada por tus impulsos).
Vamos con los seis más frecuentes.

Vicio al deporte: cuando el fitness se pasa de la raya
¿Quién iba a pensar que hacer ejercicio podía ser un vicio? Pues sí: el exceso de deporte puede ser tan dañino como el sedentarismo. Hay personas que, al descubrir una actividad física que les encanta (running, crossfit, ciclismo, etc.), se entregan por completo… tanto que dejan de lado el descanso, la alimentación equilibrada y hasta sus relaciones personales.
Este vicio suele disfrazarse de “disciplina” o “pasión”, pero en el fondo puede estar alimentado por problemas de autoestima, ansiedad o necesidad de validación externa. No está mal amar el deporte, claro. Pero si entrenar se vuelve una obligación interna y no puedes parar aunque estés lesionado o agotado, ahí hay una alerta.
El cuerpo necesita descanso tanto como necesita movimiento. El sobreentrenamiento puede generar:
Lesiones musculares o articulares crónicas
Trastornos del sueño
Pérdida del apetito o desregulación hormonal
Irritabilidad o depresión
Así que sí: el deporte también puede ser uno de esos vicios comunes que pasan piola por “saludables”. Pero nada que se vuelve extremo es realmente sano.
Vicio a la comida: más allá de los antojos
No estamos hablando de comerte un chocolate viendo Netflix. Hablamos de comer sin hambre, por ansiedad, estrés o aburrimiento. Es lo que se conoce como alimentación emocional, y puede derivar fácilmente en un vicio si se repite sin control.
La comida, como el alcohol o las drogas, también activa los centros de recompensa del cerebro, liberando dopamina (la hormona del placer). Por eso hay personas que comen por placer compulsivo, aunque no lo necesiten físicamente. Y sí: es más común de lo que parece.
Algunas señales de este vicio:
Comer rápido y sin saborear
Sentimientos de culpa después de comer
Comer a escondidas o en secreto
No poder parar una vez que se empieza
Este vicio puede derivar en trastornos más graves como el trastorno por atracón, la obesidad o problemas metabólicos. Pero incluso sin llegar a eso, vivir dependiendo de la comida para regular emociones es una señal de alerta.

Alcohol: el clásico de todos los vicios comunes
Si hay un vicio socialmente aceptado (incluso celebrado), es el alcohol. Y justo por eso es tan peligroso: se mete en la rutina, en las celebraciones, en el “viernes de copas” y en el “una no es ninguna”… hasta que un día no puedes dejarlo.
El alcoholismo no comienza con una borrachera, sino con una costumbre. Y muchas veces esa costumbre se arrastra desde la adolescencia, cuando no hay límites claros en casa o cuando se usa como escape emocional.
Este vicio afecta casi todos los sistemas del cuerpo:
El hígado (cirrosis, hepatitis)
El cerebro (daño neuronal, pérdida de memoria)
El corazón (hipertensión, arritmias)
El comportamiento (violencia, impulsividad)
Además, su efecto es progresivo. Cuanto más se bebe, más tolerancia se desarrolla, y mayor es la cantidad que se necesita para sentir el mismo efecto. De ahí al síndrome de abstinencia hay un paso.
¿La clave? No minimizarlo. Si bebes seguido, aunque sea poco, pregúntate por qué lo haces y si podrías dejarlo sin problemas. Si la respuesta te incomoda, tal vez no sea solo “una copita de vez en cuando”.

Vicio al tabaco: el engaño más caro del mundo
¿Hábito o vicio? Hay gente que todavía llama al cigarro “hábito”, pero la ciencia es clara: el tabaquismo es una adicción. Y bastante seria.
El culpable principal es la nicotina, una sustancia tan adictiva como la cocaína o la heroína. Entra en el torrente sanguíneo, genera placer inmediato, y al poco tiempo el cuerpo ya la necesita para “sentirse normal”.
Lo más curioso es que, a diferencia de otras drogas, el cigarro no da un subidón notorio. No emborracha, no altera percepciones. Solo “relaja”, o eso creemos. En realidad, lo que hace es calmar el síndrome de abstinencia que el mismo cigarro generó. O sea, te quita una ansiedad que él mismo provocó. Un negocio redondo… para la industria tabacalera.
Además, el tabaco es responsable de:
Cáncer de pulmón, boca y garganta
Enfermedades cardíacas
Envejecimiento prematuro
Mal aliento, dientes amarillos y un perfume a “cenicero humano”
Si fumas y crees que puedes dejarlo cuando quieras… bueno, haz la prueba. Y si no puedes, no es que te falte fuerza de voluntad. Es que estás lidiando con un vicio poderoso.
Drogas: el vicio que te roba desde adentro
El consumo de drogas ilegales suele comenzar por curiosidad, por presión social o por escape emocional. Pero lo que empieza como “una vez nomás” puede desencadenar una dependencia feroz, tanto física como psicológica.
Al igual que el alcohol o el tabaco, las drogas activan el sistema de recompensa cerebral. Pero su efecto es mucho más potente (y destructivo). Dependiendo del tipo y la frecuencia, pueden generar:
Cambios de personalidad
Pérdida del juicio y la empatía
Deterioro cognitivo
Trastornos mentales graves
Y aunque muchas personas creen que solo drogas “fuertes” como la cocaína o la heroína generan adicción, también lo hacen la marihuana, los inhalantes o las benzodiacepinas mal usadas.
El problema no es solo lo que la droga hace en el cuerpo. Es lo que le roba a la vida: vínculos, proyectos, salud, tiempo. Por eso se considera más que un vicio: una enfermedad crónica que requiere tratamiento y apoyo constante.

Vicio al internet: el más moderno de los vicios comunes
Y llegamos al rey actual de los vicios comunes: el internet. Sí, el mismo lugar donde estás leyendo este artículo (ironía, lo sabemos). Pero no se trata de demonizar la tecnología, sino de reconocer cuándo deja de ser una herramienta y se vuelve una cadena.
Este vicio se manifiesta especialmente en:
Revisión compulsiva de redes sociales
Scroll infinito sin conciencia
Ansiedad por no estar conectado (FOMO)
Aislamiento del mundo real
Lo más preocupante es que afecta el cerebro como cualquier droga: libera dopamina, genera placer inmediato y crea dependencia. Además, muchos adolescentes y jóvenes desarrollan una identidad digital que termina pesando más que su identidad real.
En sus formas más extremas, el vicio al internet puede llevar al descuido de necesidades básicas (sueño, comida, higiene), al fracaso escolar o laboral, y al deterioro de la salud mental.
¿La solución? Volver al uso consciente: si no puedes apagar el celular sin sentir ansiedad, si YouTube te atrapa horas sin darte cuenta o si la vida fuera de pantalla te aburre… tal vez sea hora de desconectarte un rato.
Temática sugerida por: Cristian Alarcón
Fuentes:
