Michel de Nostradamus, el médico y astrólogo francés más famoso del Renacimiento, alcanzó la inmortalidad gracias a su misteriosa obra Las profecías, publicada en 1555. En ella, se atrevió a anticipar el futuro de la humanidad hasta el año 3797. Sí, le quedaba optimismo para rato. Esta colección de cuartetas crípticas ha dado pie a todo tipo de interpretaciones, debates… y teorías dignas de películas apocalípticas.
Su discípulo y admirador Jean-Aimé de Chavigny nos dejó una especie de biografía temprana. Nos cuenta que Nostradamus nació en 1503, en la villa de Saint-Rémy de Provenza. Su padre, Jacobo de Nostredame, era notario, y su madre, Renata de Saint-Rémy, pertenecía a una familia ilustrada. Por ambas ramas heredó un fuerte legado en matemáticas y medicina, lo que ayudó a moldear su particular visión del mundo.
Nostradamus provenía de una familia judía acomodada, pero como en aquella época el antisemitismo no daba tregua, sus antepasados se vieron obligados a convertirse al catolicismo para no perder sus bienes. Su bisabuelo, Abraham Salomón, tomó la delantera, aceptando el bautismo y adoptando el apellido Nôtre-Dame. Michel, con un toque de marketing renacentista, lo latinizó a Nostradamus, nombre que sonaría más místico y elegante. Y funcionó: siglos después, su legado sigue generando curiosidad y escalofríos por igual.
Detrás del mito, hay un personaje complejo, mezcla de ciencia, misticismo y supervivencia histórica. Nada mal para alguien que, según muchos, ya lo había predicho todo.

Nostradamus provenía de una familia de sabios muy respetados en su época, con conocimientos que muchos no lograban comprender. Dominaban la medicina, las matemáticas, la cábala judía, la astrología y otras ciencias consideradas místicas. Entre sus antepasados judíos, que pertenecían a la tribu de Isacar, había varios adivinos, lo que sembró en él esa tradición de saberes ocultos.
Desde niño, Michel mostró un talento impresionante para las matemáticas y la astrología, sorprendiendo a compañeros y maestros por su memoria infalible y su habilidad para captar conceptos complejos. Fue su abuelo materno, Juan de Saint Remy, quien le enseñó letras, latín, hebreo, griego, matemáticas y una combinación de astronomía y astrología conocida en ese tiempo como Ciencias Celestes.
Tras la muerte de Juan, otro de sus abuelos, Pedro de Notre Dame, tomó las riendas de su educación. Ambos abuelos eran consejeros valorados del rey Renato de Provenza, lo que sin duda influyó en la formación del joven.
A los 15 años, Michel ingresó a la Universidad de Aviñón para estudiar bachillerato. Después de un año, acreditó el trívium —una unión de gramática, retórica y lógica que era base en la educación medieval—. Sin embargo, la epidemia de peste negra forzó el cierre de la universidad, lo que lo llevó a buscar nuevos lugares para continuar sus estudios.
Así, desde muy joven, Nostradamus combinó sabiduría ancestral con formación académica sólida, sentando las bases para su futuro como astrólogo y profeta.

Años después, Nostradamus ingresó a la prestigiosa Universidad de Montpellier para estudiar Medicina, la facultad más reconocida de Francia en aquel tiempo. Sin embargo, su pasado como boticario o farmacéutico le causó problemas. Al descubrirse este detalle, fue expulsado, pese a que terminó sus exámenes de bachillerato en 1525.
La aparición de la temida peste bubónica interrumpió nuevamente sus estudios. Obligado por las circunstancias, viajó por toda Francia ayudando a los enfermos. Su enfoque no solo era médico, sino también práctico: mejoraba la alimentación, la vestimenta de cama, y se aseguraba de que el agua y los pasillos estuvieran limpios para evitar contagios.
Durante sus viajes, Nostradamus intercambió conocimientos con doctores, alquimistas, cabalistas y místicos renacentistas, muchos de ellos trabajando en la clandestinidad. Su experiencia como apotecario le permitió crear una famosa “píldora rosa”, un remedio que ayudaba a prevenir y combatir la peste. Se dice que contenía una alta dosis de vitamina C, aunque el secreto exacto se perdió con el tiempo.
En 1530, volvió a Montpellier para obtener su doctorado en Medicina, pero nuevamente fue expulsado al descubrirse su anterior oficio, una práctica prohibida por los estrictos estatutos universitarios.
Tras esta segunda expulsión, Nostradamus regresó a ejercer como boticario, brindando ayuda en medio de una sociedad aterrorizada por la epidemia, combinando ciencia y misticismo para salvar vidas.

En 1531, Michel Nostradamus fue invitado por el médico Julio César Escalígero a la ciudad de Agen, donde se casó con una mujer cuyo nombre aún es tema de debate. Juntos tuvieron dos hijos, pero en 1537, la peste bubónica se cobró la vida de su esposa y sus pequeños. Esta tragedia marcó un antes y un después en su vida.
Sumido en la soledad y el dolor, Nostradamus emprendió un largo viaje de más de diez años por diferentes regiones de Europa. Buscaba no solo olvidar la pérdida, sino también profundizar en sus conocimientos. No está claro si fue este periodo de reflexión, la pena o ambas cosas lo que despertó en él su don de profecía, que a partir de entonces comenzó a manifestarse de forma más evidente.
Durante sus andanzas, en la provincia italiana de Ancona, se arrodilló ante un joven fraile franciscano llamado Felice Peretti. Cuando los monjes le preguntaron por qué rendía tal respeto a un humilde fraile, Nostradamus respondió: “¿No debo pues arrodillarme ante su santidad?” Años después, Peretti se convertiría en el Papa Sixto V en 1585.
En 1545, Nostradamus colaboró con el físico Louis Serre para combatir un brote de peste en Marsella. Posteriormente, trabajó en la erradicación de la enfermedad en Salon-de-Provence y Aix-en-Provence, estableciéndose finalmente en la primera ciudad, donde viviría hasta su muerte.

Al establecerse en Salon-de-Provence en 1547, Michel Nostradamus se casó con una viuda adinerada llamada Anne Ponsarde Gemelle. Durante esta etapa, elaboró una pócima que, según se dice, curaba la esterilidad. La usó, entre otras, con Catalina de Médicis, esposa del rey de Francia Enrique II, quien llevaba 11 años sin poder quedar embarazada. Gracias al remedio, Catalina quedó curada y finalmente tuvo 10 hijos.
En este período, Nostradamus comenzó a alejarse de la Medicina para acercarse a lo oculto. Aprovechando su supuesta habilidad para prever el futuro, escribió una serie de almanaques anuales, siendo el primero publicado en 1550. Fue entonces cuando empezó a usar la versión latina de su nombre, refiriéndose como Nostradamus.
Con el éxito de sus almanaques, personas de toda Francia comenzaron a consultarlo para conocer su destino a través de horóscopos. Para satisfacer la creciente demanda, decidió escribir un libro de 1000 redondillas, conocidas como “centurias”, versos proféticos que ampliaban la información de sus almanaques. Para evitar conflictos con la Inquisición, usó un método para oscurecer las profecías con juegos de palabras y mezclas de idiomas como provenzal, griego, latín, italiano, hebreo y árabe.
Al publicarse Las profecías, recibió duras críticas que lo acusaban de herejía y brujería. Sin embargo, otros sectores lo apoyaron, viendo su obra como una especie de post-biblia espiritual que contenía verdades profundas.

Cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, no faltó quien exclamara: “¡Nostradamus lo predijo!”. Y claro, con lo enigmático que era este señor y lo críptico de sus escritos, la idea se viralizó rápido. Michel de Nostradamus, médico y astrólogo francés del siglo XVI, escribió sus famosas cuartetas llenas de simbolismo, juegos de palabras e idiomas mezclados. Aunque nunca mencionó Nueva York, aviones ni rascacielos, eso no detuvo a quienes querían ver conexiones sí o sí.
Lo curioso es que muchas de las supuestas “profecías” que circularon tras el atentado eran completamente falsas. Varios de esos textos se fabricaron en foros de los años 90 para parecer antiguos. Una de las más compartidas decía: “En la ciudad de Dios habrá un gran trueno, dos hermanos serán arrancados por el caos…”. Suena profético, ¿verdad? Pues resulta que Nostradamus jamás escribió eso. Fue creada por un estudiante canadiense como ejemplo de lo fácil que es hacer pasar frases vagas por profecías reales. Un experimento social que se le fue completamente de las manos.
El problema es que muchos medios la difundieron como auténtica, alimentando la leyenda. Y así, una mentira bien vestida pasó por verdad profética.
¿Significa esto que las verdaderas profecías de Nostradamus no tienen valor? No necesariamente. Pero sus textos son tan ambiguos que pueden encajar con casi cualquier desastre. ¿Casualidad, visión del futuro o simplemente buen marketing post mortem?
