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La verdadera historia de las brujas

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Tiempo de lectura: 5 minutos

Pócimas, conjuros y adivinación eran algunas de las actividades más comunes realizadas por estas personas que han sido caricaturizadas hasta el cansancio a partir de la Edad Media. No obstante, detrás de esas representaciones contemporáneas se esconde una serie de hechos que hasta nuestros días están siendo revelados con el fin de obtener un panorama más amplio acerca de las capacidades de estas mujeres y reconocerlas justo como lo que fueron: el preámbulo de la comunidad científica.

Su vasto conocimiento de herbolaria y las propiedades de diversos minerales fue (por decirlo de algún modo) la sabiduría predecesora de la alquimia, que a su vez es tomada por muchos como una especie de química primitiva.

Para muchas civilizaciones ancestrales, la figura de una bruja o una hechicera no tenía nada que ver con un carácter negativo; al contrario, ellas eran las designadas para guiar a pueblos completos y alejarlos de fuerzas oscuras que por diferentes razones amenazaran la integridad de un individuo o un grupo de personas.

¿Por qué, si había brujos, se les endilgaba sólo a ellas una supuesta comunión con el Diablo?

La respuesta podría estar en la Biblia, donde es frecuente asociar a la mujer con «el Mal». El Éxodo 22:18 sentencia: «A la hechicera no la dejarás que viva».

Pero la brujería no fue la razón sino la excusa. El motivo fue eliminar a las mujeres que proveían de hierbas abortivas y anticonceptivas a sus congéneres, en un momento en que se estimó necesario alentar la concepción, porque la epidemia de «peste negra» había aniquilado a un tercio de la población europea.

En el siglo XV, como secuela de la peste, sobrevino el derrumbe del sistema feudal a causa de la pérdida de esclavos, lo que afectó especialmente a la Iglesia, que poseía el 30% de las tierras y vivía del cobro de impuestos.

A fin de repoblarlas, se predicó la procreación sin límites como un deber ante Dios; y el conocimiento herbológico de control natal que poseían las parteras (persona que asiste a la mujer en el parto), fue destruido junto con ellas.

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Por eso el Malleu Maleficarum decía: «Nadie es más peligrosa y perniciosa a la Fe Católica que las parteras (…) Las Brujas que lo son matan en variadas formas el niño concebido en el vientre y procuran un aborto; y ofertan al recién nacido a los diablos.»

Por entonces los médicos sólo asistían a las cortes o a los señores feudales y se les estaba prohibido revisar a una mujer; eran las comadronas o improvisadas parteras quienes ayudaban en el alumbramiento y proveían las hierbas para evitar otro embarazo.

La connotación negativa con la que se ha identificado a la brujería y sus practicantes surge a la par de la popularización del cristianismo; aunque ya antes cualquier tipo de magia o manipulación de fuerzas sobrehumanas estaba condenada por las costumbres hebreas, esa prohibición se volvió violenta cuando los seguidores de Jesucristo pasaron de ser los perseguidos a los perseguidores.

Las brujas representaban un peligro para el orden político y científico del Medioevo y épocas posteriores. Las mujeres que presentaban conocimientos más adelantados que los de algunos hombres, aun sin haber recibido algún tipo de educación, eran consideradas una amenaza; no obstante, un juicio bajo los cargos de saber demasiado era una idea por demás ridícula.

En la Edad Media las plantas medicinales desempeñaron un gran papel a través de la brujería y la magia, con connotaciones esotéricas tales como si las plantas se cogían en luna llena o la noche de San Juan, la posición del sol en el Zodiaco… se le atribuían virtudes especiales.

Está comprobado que muchos de los vegetales empleados durante la Edad Media por hechiceros y brujas, actúan sobre la mente produciendo grandes alteraciones. Plantas que arrastran leyenda como La mandrágora, cuya raíz tiene forma humana; el estramonio, nombre que viene de estremonia que quiere decir brujería; La belladona que viene del italiano bella dama, – las doncellas empleaban esta planta para dilatar sus pupilas-; y el beleño negro fueron los ingredientes principales de pócimas y ungüentos de las brujas, para asistir a los aquelarres.

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Muchas personas principalmente mujeres fueron acusadas de brujería por emplear estos vegetales. Por esto la Santa Inquisición llegó a condenar a cerca de medio millón de personas a la hoguera durante esta época.

Las brujas de la Edad Media no eran personas con poderes sobrenaturales que se reunían con el Diablo, en el aquelarre, ni poseían mágicas escobas voladoras, como nos cuenta la leyenda. Si no que sabían muy bien cómo utilizar las plantas y la manera de actuar de estas, eran expertas conocedoras de los efectos psicotropicos de los ingredientes que empleaban en sus brebajes y ungüentos.

En Ginebra (Suiza) en tres meses fueron ajusticiadas 500 brujas (AMOR 1950). Durante el periodo del Long Parliament según el Dr. Zachary Cray fueron quemadas vivas 3.700 supuestas brujas. En Inglaterra en las primeras décadas del siglo XVI 40.000 brujas fueron condenadas (AMOR 1950). En Francia durante el reinado de Francisco I fueron condenadas a morir en la hoguera 100.000 brujas. En el País Vasco Francés un juez inquisidor, envió a la hoguera a unas 500 personas a principios del siglo XVII. Sin olvidarnos de España en tiempos de Felipe V 1.600 personas son quemadas en la hoguera.

Si bien hasta nuestros días permanece esa tendencia de desvirtuar la labor de quienes hoy llamamos brujas, las causas ya no son cuestiones de género. Probablemente religiosas si consideramos que el cristianismo y el catolicismo llevan cerca de dos mil años extendiéndose por el mundo; sin embargo, su presencia se ha ganado un nicho en la sensibilidad de algunas personas que recurren a ellas para curar males espirituales. Probablemente lo que más impacta a la gente es que a pesar de todas las persecuciones y el poco aprecio de su trabajo, la tradición que implica la brujería siga nutriéndose hasta nuestros días.

Temática sugerida por: RahmFerreiro.

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