Muchas personas creen que cuando alguien suspira es porque está enamorado o cansado, pero lo cierto es que los suspiros tienen una explicación más profunda, tanto desde el punto de vista psicológico como fisiológico.
Desde el punto de vista mental, y para sorpresa de muchos, se ha demostrado que las personas tienden a suspirar cuando experimentan emociones negativas, como la decepción, los sentimientos de derrota, la frustración, el aburrimiento y la nostalgia. Esta afirmación proviene de un estudio realizado por la Universidad de Oslo, dirigido por Karl Haivor Teigen.
En esta investigación, el equipo científico presentó cuatro situaciones a un grupo de personas para comprender qué piensan cuando ven a alguien suspirando en contextos específicos. En la primera situación, se les pidió imaginar a una persona suspirando en medio de un grupo. En la segunda, visualizaron a alguien sentado en un banco, suspirando a su lado. En la tercera, imaginaron a una persona abriendo una carta y suspirando al leerla, y en la cuarta, pensaron en una conversación telefónica en la que un amigo suspiraba al otro lado del teléfono.
Este estudio demostró que el suspiro, más allá de ser un simple gesto involuntario, está vinculado a nuestras emociones más profundas y complejas, como una forma de expresar lo que a veces no podemos comunicar con palabras.

Las personas que participaron en este experimento, en su mayoría, asociaron el suspiro con sentimientos negativos cuando observaron a otros en los escenarios presentados. Los investigadores también concluyeron que cuando una persona ve a otra suspirar, generalmente lo interpreta como un suspiro de tristeza, mientras que, cuando uno mismo suspira, lo hace debido a un sentimiento de frustración, no necesariamente de tristeza. Al final, parece ser una cuestión de perspectiva.
Lo que resulta interesante es que los mismos participantes, en un segundo experimento, tuvieron que resolver un puzzle, lo que les generó frustración. Sin embargo, la mayoría negó haber suspiros durante el proceso, a pesar de que los investigadores pudieron comprobarlo. Suspirar parece tener la función de aliviar el estrés y, en ocasiones, de relajar los músculos después de un esfuerzo físico o mental.
Un dato curioso es que los participantes suspiraban de manera igualmente frecuente tanto en solitario como en presencia de otras personas, lo que descartó la teoría de que el suspiro fuera una forma de comunicación. En realidad, parece ser más un «botón de reseteo» mental, que nos da una especie de «segundo aire» para intentar nuevamente un ejercicio o actividad que nos resulta difícil o agotadora, o para sobreponernos a un estado emocional desgastante.
Este efecto psicológico, de hecho, tendría su origen en la razón fisiológica detrás del suspiro, que parece ser mucho más importante de lo que habríamos imaginado.

Pero, ¿por qué suspiramos por amor? La explicación podría ser la siguiente: cuando vemos a la persona que nos gusta, en ocasiones, dejamos de respirar sin darnos cuenta, y nuestro corazón late más rápido, lo que aumenta la necesidad de oxígeno para que llegue al cerebro. Una vez que esa persona pasa, recobramos la respiración y el suspiro se produce porque el cuerpo necesitaba ese oxígeno.
Sin embargo, ¿qué hay realmente detrás de un suspiro? Un grupo de científicos en Estados Unidos ha descubierto que el suspiro tiene una función biológica crucial que va más allá de lo emocional.
Investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y de la Universidad de Stanford encontraron que el suspiro forma parte de un mecanismo de control esencial para preservar la función pulmonar. En un estudio publicado en la revista Nature, informaron que sin esas inhalaciones profundas y expulsiones de aire, podríamos poner en riesgo nuestra salud respiratoria.
Lo más sorprendente es que no solo suspiramos en situaciones de estrés emocional, como cuando estamos atrapados en el tráfico, recibimos una mala noticia o intentamos recuperar la calma. El suspiro tiene un rol fisiológico que es vital para mantener nuestro sistema respiratorio funcionando correctamente, ayudándonos a mantener los pulmones saludables y en pleno rendimiento.

En realidad, suspiramos unas doce veces por hora sin siquiera darnos cuenta, gracias a un sistema cerebral que le ordena al cuerpo hacerlo de forma inconsciente. Claro, estos suspiros son mucho menos sonoros que los suspiros emocionales, pero siguen cumpliendo una función importante.
“A diferencia de un marcapasos que solo regula la velocidad de nuestra respiración, el centro respiratorio de nuestro cerebro también controla el tipo de respiración”, explicó el bioquímico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, Mark Krasnow, uno de los autores del estudio.
El centro de control
El área del cerebro encargada de la respiración está formada por grupos pequeños de distintos tipos de neuronas.
“Cada grupo funciona como un botón que activa un tipo de respiración diferente”, describió Krasnow.
“Un botón programa las respiraciones normales, otro activa los suspiros y los demás podrían ser responsables de bostezos, aspiraciones, tos, e incluso podrían estar relacionados con la risa y el llanto”, añadió.
Por su parte, otro de los autores, Jack Feldman, profesor de neurobiología en la Escuela de Medicina de UCLA y miembro del Instituto de Investigación Cerebral de UCLA, reveló un hallazgo que los sorprendió.

“Los suspiros parecen ser regulados por el menor número de neuronas que hemos visto asociadas con un comportamiento humano fundamental”, explicó Mark Krasnow.
Al trabajar con ratones, que suspiros hasta 40 veces por hora y tienen un mecanismo de control respiratorio similar al de los humanos, los investigadores descubrieron que solo se activan unas 200 neuronas. Esto significa que un suspiro requiere el mínimo de actividad cerebral para ejecutarse, pero su función es vital para nuestra supervivencia.
¿Por qué son importantes los suspiros para nuestra función pulmonar?
Los suspiros son esenciales porque ayudan a prevenir el colapso de los alvéolos, los diminutos sacos en los pulmones que son cruciales para el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre los pulmones y el sistema circulatorio.
En total, tenemos 500 millones de alvéolos en nuestros pulmones, y su tarea principal es asegurar que el oxígeno llegue al cuerpo y el dióxido de carbono sea expulsado. Los suspiros actúan como una especie de «desatascador», ayudando a reinflar los alvéolos y asegurando que no queden colapsados.
La respiración normal no es suficiente para abrirlos completamente, y es por eso que el cerebro detecta cuando el sistema necesita ayuda, activando el suspiro como un mecanismo de apoyo.

“La única manera de abrir los alvéolos cuando colapsan es suspirar, porque esto hace que ingrese el doble del volumen normal de una respiración”, explicó Jack Feldman.
“Un suspiro es una respiración profunda, pero no es algo voluntario. Comienza como una inhalación normal, pero antes de expirar, tomas una segunda inhalación por encima de la primera”, describió Feldman.
Cuando el cerebro detecta que los pulmones necesitan asistencia extra, las neuronas encargadas de este mecanismo envían señales al cuerpo para que suspire, funcionando como un refuerzo a la respiración normal.
“Si no suspiras cada cinco minutos, aproximadamente, los alvéolos lentamente colapsarán y tus pulmones comenzarán a fallar”, advirtió el experto.
Lo que sigue siendo un pequeño misterio es el vínculo entre los suspiros y estados emocionales específicos. Está demostrado que, en situaciones de estrés, por ejemplo, suspiramos con mayor frecuencia. «Es posible que las neuronas situadas en áreas del cerebro relacionadas con las emociones liberen neuropéptidos que desencadenan los suspiros, pero aún no lo sabemos con certeza», explicó Feldman.
