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Mujer de espaldas con jeans. Primer plano de la parte inferior de la espalda y glúteos de una mujer vestida con pantalones vaqueros claros. Fotografía en blanco y negro con iluminación suave. Moda, cuerpo, denim.

¿Atracción natural o cultural? Por qué los glúteos nos parecen tan atractivos

De acuerdo con varios estudios científicos, la atracción por los glúteos femeninos no es solo una cuestión de gusto moderno, sino que tiene raíces mucho más profundas (y antiguas). Esta preferencia está relacionada con indicadores clave como la salud, la fertilidad e incluso ciertos rasgos de inteligencia. Además, podría ser un pequeño recordatorio de nuestra época más primitiva, cuando los instintos dictaban el comportamiento más que la razón.

Nuestros ancestros sabían lo que hacían

Según Ingelore Ebberfeld, sexóloga y antropóloga de la Universidad de Bremen, esta atracción viene desde tiempos inmemoriales. Durante la prehistoria, las hembras llamaban la atención de los machos mediante movimientos de cadera y glúteos. Este gesto simbolizaba, entre otras cosas, que estaban en un momento fértil. ¿Y por qué tanto alboroto por el trasero? Pues porque en ese entonces, el lenguaje corporal lo decía todo.

Ebberfeld también señala que el impulso masculino por mirar los glúteos femeninos no es exactamente algo que se pueda controlar con facilidad. Viene de un instinto ancestral, cuando los humanos aún se desplazaban en cuatro patas (sí, antes de que la evolución nos enseñara a caminar erguidos). En esa posición, la vista de los machos quedaba justo a la altura del trasero femenino, lo que convertía a esta zona en un auténtico cartel luminoso de fertilidad.

¿Científico? Sí. ¿Curioso? También. ¿Excusa para mirar? Mejor no abusar, que la evolución ya nos dio modales.

Monos descansando en roca. Tres macacos sentados sobre una piedra en un entorno natural. Fauna silvestre, primates, comportamiento animal.

A esta teoría se suma David Buss, profesor de psicología evolutiva en la Universidad de Texas en Austin, quien asegura que la fascinación masculina por los glúteos prominentes no es una moda moderna, sino una preferencia desarrollada desde tiempos muy primitivos. En ese entonces, el hombre buscaba señales visuales que indicaran qué mujeres eran aptas para reproducirse, y bueno… los glúteos hablaban por sí solos.

Según Buss, un trasero grande lanza una señal inconsciente al cerebro masculino: esta mujer tiene suficiente grasa corporal saludable para llevar un embarazo. Pero eso no es todo. Si, además de grandes, las curvas son redondeadas, es un posible indicador de juventud y fertilidad, dos cualidades muy apreciadas por nuestros antepasados (y, seamos honestos, por muchos hoy también).

Glúteos e inteligencia: ¿una conexión inesperada?

Un estudio de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, fue un paso más allá. Los investigadores descubrieron que la grasa acumulada en el trasero y las caderas femeninas no solo es estéticamente llamativa, sino que también contiene ácidos grasos esenciales para el desarrollo del sistema nervioso de los bebés. Es decir, esa grasa no es cualquier grasa: está cargada de nutrientes clave que contribuyen a formar niños más inteligentes.

Así que, según la ciencia, esa atracción por los glúteos tiene más lógica de la que pensábamos. Quién diría que el cuerpo humano guarda tantos secretos… ¡hasta en las pompas!

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¿Qué tienen que ver los 45 grados?

Según un estudio de la Universidad de Bilkent, en Turquía, la ciencia tiene una explicación bastante precisa (y sorprendentemente geométrica) sobre por qué ciertos cuerpos llaman más la atención. Resulta que los hombres sienten una atracción inconsciente por las espaldas que forman un ángulo de aproximadamente 45 grados, es decir, aquellas en las que la curvatura de la zona lumbar se acentúa justo antes de los glúteos.

¿La razón? Vistas de perfil, estas espaldas terminan en un trasero prominente, lo que resalta aún más la forma curvada de la parte baja de la espalda. Y sí, para muchos esto es simplemente estéticamente atractivo, pero según los investigadores, hay mucho más detrás de esa preferencia.

La explicación evolutiva es bastante interesante. Este tipo de anatomía permitía a las mujeres en tiempos antiguos mantener su movilidad durante el embarazo. Esa curvatura lumbar ayudaba a distribuir el peso del vientre de forma más eficiente, reduciendo el riesgo de lesiones. Esto era clave para la supervivencia, ya que podían seguir recolectando alimentos y resolviendo su día a día sin depender de nadie.

En resumen, ese famoso “perfil con curva” no solo es visualmente llamativo: es una señal ancestral de fuerza, autonomía y capacidad reproductiva. La naturaleza lo sabía antes que Instagram: un buen ángulo lo cambia todo.

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Los investigadores de la Universidad de Bilkent también señalaron que no todas las espaldas son iguales cuando se trata de evolución y reproducción. Las mujeres con una espina dorsal muy recta enfrentaban serias desventajas durante el embarazo. ¿Por qué? Porque al crecer el vientre, el centro de masa se desplaza hacia adelante, lo que ejerce una presión brutal en la espalda baja y los músculos cercanos. Esto no solo aumenta el dolor, sino que también eleva el riesgo de lesiones o incluso fracturas.

En otras palabras, las mujeres prehistóricas con poca curvatura lumbar lo tenían más complicado. No podían moverse con tanta libertad mientras estaban embarazadas, lo que afectaba su capacidad de buscar alimento o de tener varios embarazos seguidos. Y en tiempos donde la supervivencia lo era todo, eso era una clara desventaja evolutiva.

Por el contrario, aquellas con una curvatura natural en las últimas vértebras de la columna —esa ligera “S” en la espalda baja— salían ganando. Esa forma ayudaba a mantener el centro de masa alineado con las caderas, lo que ofrecía mayor estabilidad y menos dolores durante el embarazo. Una especie de diseño ergonómico prehistórico cortesía de la evolución.

Así que sí, ese pequeño arco en la espalda que hoy muchos consideran atractivo tenía, y sigue teniendo, una función mucho más importante que verse bien en jeans ajustados. La biología, como siempre, va un paso adelante de las tendencias.

Pareja cogidos de la mano en bolsillo trasero. Hombre y mujer con vaqueros y camisetas blancas posando juntos contra una pared de madera. Amor, pareja, vaqueros.

Todos esos beneficios que traía consigo una curvatura lumbar pronunciada no pasaron desapercibidos para la evolución. De hecho, los investigadores afirman que las mujeres con esta característica tenían más probabilidades de sobrevivir al parto y adaptarse mejor a las exigencias del embarazo. Menos complicaciones, más movilidad, y por ende, más posibilidades de dejar descendencia. Eso, en términos evolutivos, es oro puro.

Con el tiempo, este rasgo anatómico se volvió cada vez más común, ya que las mujeres que lo tenían eran más propensas a sobrevivir y reproducirse. Y aquí es donde entra la parte curiosa: los hombres que mostraban preferencia por este tipo de cuerpo, sin saberlo, estaban favoreciendo un rasgo biológicamente ventajoso. Es decir, el gusto masculino por los traseros llamativos no era solo cuestión de estética, sino una forma (bastante eficaz) de seleccionar parejas con mejor capacidad reproductiva.

Pero hay un giro interesante. Según los autores del estudio, cuando un hombre dice que le gusta un trasero prominente, en realidad está respondiendo a la forma de la columna vertebral que lo acompaña. Sí, todo este tiempo hemos estado mirando la espalda… sin darnos cuenta.

Eso sí, los expertos aclaran que aún hacen falta más investigaciones científicas para comprender del todo cómo funciona esta atracción. Por ahora, lo que sabemos es que detrás de cada curva hay toda una historia evolutiva que combina biología, selección natural… y quizá también un poco de moda.

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El papel de la cultura en todo esto

Claro, toda esta explicación evolutiva suena muy lógica… pero hay un pequeño detalle: las mujeres también sienten atracción por los glúteos, y no precisamente porque estén buscando señales de fertilidad. Entonces, ¿qué pasa ahí? Bueno, ahí es donde entra la cultura a hacer de las suyas.

Según el científico social Jeremy E. Sherman, buena parte de lo que consideramos atractivo hoy en día está moldeado por el entorno cultural, desde los estándares de belleza hasta la influencia de la industria del entretenimiento (sí, incluyendo el porno). Lo que vemos, consumimos y compartimos define lo que percibimos como deseable.

La doctora Kerri L. Johnson, en un estudio sobre la atracción física, afirma que los ideales de belleza están profundamente ligados a los roles de género que dicta cada sociedad. En el caso de las culturas occidentales, los medios juegan un papel clave al reforzar ciertos rasgos como valiosos o atractivos. Es decir, si en la pantalla el trasero se valora, en la vida real también.

Por eso no es raro que muchas mujeres también se sientan atraídas por los glúteos masculinos. Aunque no tenga que ver con fertilidad, un trasero firme y un cuerpo atlético suelen asociarse con fuerza, salud y vitalidad, cualidades que, biológicamente y culturalmente, tienen bastante peso.

Así que sí, entre evolución, sociedad y una buena dosis de influencia mediática, los traseros siguen teniendo protagonismo. Para bien o para mal, ¡el culo siempre da de qué hablar!

Mujer tendida en el suelo con luz tenue. Chica con pantalones vaqueros y camiseta blanca tumbada sobre piso de madera, iluminada dramáticamente. Soledad, tristeza, luz y sombra.

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