El plagio en la música es un fenómeno más común de lo que parece y, en muchas ocasiones, nos topamos con canciones que nos suenan familiares, pero con letras distintas o ritmos modificados. Es habitual escuchar una canción en la radio, en internet o en la televisión y pensar: «¡Esto ya lo he escuchado antes!» Tal vez no sea una coincidencia, ya que las notas musicales son limitadas, y eso puede llevar a algunas canciones a sonar de forma similar, pero en ciertos casos, las similitudes alcanzan niveles absurdos.
Algunas canciones no solo repiten melodías, sino que copian incluso las letras y los acordes de una pieza original sin dar crédito al autor inicial. En cambio, cuando una banda decide hacer una versión de una canción, se le llama cover, un reconocimiento explícito del trabajo original. Sin embargo, cuando se trata de plagio, el crédito no se da, lo que genera controversia y a veces consecuencias legales. Esto plantea la pregunta: ¿dónde está el límite entre la inspiración y el plagio en la música?

Un caso muy famoso de lo que podría considerarse plagio inconsciente es el de George Harrison con su tema «My Sweet Lord», lanzado como el primer sencillo de su álbum en solitario «All Things Must Pass» en 1970. La canción, que se convirtió en un éxito, fue demandada por la compañía de Nueva York Bright Tunes, que alegaba que la melodía de Harrison era muy similar a la de «He’s So Fine», una canción de The Chiffons escrita por Ronald Macky y lanzada en 1962.
A pesar de que Harrison insistió en que no había tenido la intención de copiar la melodía y que el parecido fue una coincidencia o un caso de inspiración subconsciente, el tribunal falló en su contra. El guitarrista de los Beatles fue condenado por plagio inconsciente y tuvo que pagar más de 500,000 dólares en compensación. Este caso resalta cómo el plagio no siempre es intencional, pero aún así puede tener consecuencias legales y económicas. La situación dejó a muchos en la industria preguntándose si había una línea difusa entre la inspiración y el plagio, especialmente en un mundo musical lleno de influencias y estilos repetitivos.

Este tipo de casos de plagio musical no son infrecuentes, y el más reciente ejemplo que ha captado la atención es el de Lana Del Rey y Radiohead con la canción “Get Free”. Radiohead afirmó que “Get Free” era un plagio evidente de su icónica canción “Creep”, debido a la similitud entre ambas melodías, especialmente en los acordes y la estructura.
Lana Del Rey, al darse cuenta de la disputa, comentó en Twitter que había ofrecido el 40% de los derechos de “Get Free” a Radiohead como una solución, pero la banda británica solo aceptó el 100%, lo que llevó a una situación judicial. Como mencionas, la similitud es bastante notoria, y aunque las notas musicales pueden ser limitadas, en este caso la coincidencia parece demasiado evidente, lo que hace que muchos consideren que sí hubo un plagio, aunque Lana lo haya hecho sin intención maliciosa.
Lo curioso es que “Creep” de Radiohead también tiene su historia de controversia, pues se ha argumentado que es un plagio de “The Air That I Breathe” de The Hollies. Esta canción, lanzada en 1974, tiene una melodía muy parecida a la de “Creep”, lo que llevó a Radiohead a tener que reconocer los derechos de autor de los compositores de The Hollies.
Este tipo de situaciones muestran cómo, a veces, las líneas entre la inspiración y el plagio pueden volverse muy difusas, y también cómo los derechos de autor en la música siguen siendo un tema de debate legal.

El caso de Ray Parker Jr. y Huey Lewis es otro ejemplo de cómo la línea entre la inspiración y el plagio puede ser difusa, especialmente cuando la similitud es tan evidente. Ray Parker Jr. compuso la famosa canción “Ghostbusters” para la película de 1984 del mismo nombre, pero Huey Lewis pensó que el ritmo y la estructura de “Ghostbusters” eran increíblemente similares a su propia canción “I Want a New Drug”.
La demanda presentada por Huey Lewis acusaba a Parker de haber copiado el estilo de su canción, y la similitud entre ambas es clara en la melodía y el ritmo. Después de la demanda, Ray Parker Jr. y Huey Lewis llegaron a un acuerdo extrajudicial, cuyo contenido no se ha hecho público. Sin embargo, lo que es seguro es que este caso resalta cómo algunas veces las canciones pueden sonar tan similares que resulta difícil argumentar que no hay plagio.
A veces, los artistas no se dan cuenta de la influencia inconsciente que pueden tener otras canciones en su proceso creativo, lo que lleva a estos conflictos legales. En muchos casos, incluso los músicos pueden llegar a acuerdos fuera de los tribunales para evitar un juicio largo y costoso, como fue el caso con Parker y Lewis. Sin embargo, este incidente sigue siendo uno de los más notorios de la industria de la música en cuanto a acusaciones de plagio.

El caso de Oasis y su tema «Shakermaker» es un claro ejemplo de cómo la línea entre la influencia y el plagio puede ser muy tenue. En 1994, Oasis lanzó este tema en su álbum Definitely Maybe, pero los miembros de la banda británica fueron demandados por los integrantes de The New Seekers, quienes consideraron que «Shakermaker» era una copia directa de su icónica canción «I’d Like to Teach the World to Sing». Esta canción de 1971 se hizo famosa por ser utilizada en una campaña publicitaria de Coca-Cola. El juicio terminó con un acuerdo y Oasis tuvo que pagar US$500.000 como compensación por la copia de la melodía. Este tipo de demandas no es algo raro en la industria musical, ya que a veces los artistas terminan adaptando sin querer estructuras o acordes de canciones previas, especialmente si estas son muy conocidas.
Por otro lado, el caso de Shakira y su tema «Loca» demuestra que el plagio no se limita a artistas de habla inglesa. En 2014, la cantante colombiana fue demandada por Ramón Arias Vásquez y su tema «Loca con su tíguere» (interpretado por Edward Bello Pou, conocido como el Cata), bajo la acusación de que su canción «Loca» era una copia de una canción del compositor dominicano. Un juez de Nueva York dictaminó que Shakira había plagiado la melodía, y el fallo dio la razón a Arias Vásquez, considerando que ambos temas eran una reproducción no autorizada de su trabajo original. Este tipo de situaciones son comunes en la música, ya que las influencias entre géneros y culturas pueden llevar a similitudes que se interpretan como plagio.
En ambos casos, estos incidentes muestran cómo la industria musical no solo está marcada por la creación artística, sino también por los constantes desafíos legales sobre la propiedad intelectual y los derechos de autor.

El caso de Led Zeppelin y su legendario tema «Stairway to Heaven» es, sin duda, uno de los más emblemáticos en la historia del plagio musical, especialmente en el ámbito del rock. La demanda fue presentada en 2014, y se basaba en la acusación de que la banda había plagiado parte de la canción «Taurus» (1967) de la banda Spirit, específicamente en el famoso riff inicial de «Stairway to Heaven».
El juicio se llevó a cabo en 2016 en Los Ángeles, y Led Zeppelin fue defendido por su guitarrista Jimmy Page y el vocalista Robert Plant. Ambos insistieron en que nunca copiaron la canción «Taurus» de Spirit, y que la similitud en los riffs era simplemente una coincidencia. Además, afirmaron que aunque habían tenido contacto con miembros de Spirit y pudieron haber escuchado «Taurus» en una de sus presentaciones en 1970 en Birmingham, nunca tuvieron la intención de replicar el riff de la canción.
El jurado finalmente falló a favor de Led Zeppelin, concluyendo que no había pruebas suficientes de que el grupo hubiera copiado la canción. Aunque se reconoció que las dos canciones compartían una estructura rítmica similar, el jurado determinó que esto no constituyó un plagio. El veredicto fue un alivio para Led Zeppelin, quienes habían sido acusados en múltiples ocasiones de plagiar canciones de otros artistas a lo largo de su carrera, pero nunca habían perdido en juicio hasta ese momento.
Este caso se convirtió en un hito porque «Stairway to Heaven» es considerada una de las canciones más importantes en la historia del rock, y el juicio generó un debate sobre la delgada línea entre influencia y plagio. Aunque la demanda se desestimó, dejó claro que las acusaciones de plagio musical pueden ser complicadas y deben basarse en evidencias concretas, especialmente cuando se trata de elementos tan fundamentales como los acordes o los riffs en la música.

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