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Las siete maravillas del mundo antiguo fueron las “joyitas” arquitectónicas que los griegos del período helenístico consideraban imperdibles. No había Instagram ni TripAdvisor, pero ya se hacían listas de “lo más top” que había que ver al menos una vez en la vida.
Aunque existieron distintas versiones a lo largo del tiempo, la más famosa quedó fija en el siglo XVI, cuando el pintor neerlandés Maerten van Heemskrerck decidió inmortalizarlas en siete cuadros. Gracias a eso, y a los relatos históricos y legendarios, hoy conocemos estas obras colosales… aunque lamentablemente solo una sigue en pie: la Gran Pirámide de Guiza. El resto, bueno, sucumbió ante terremotos, incendios o simplemente la erosión del tiempo. Cosas que pasan después de dos mil años.
Estas maravillas eran mucho más que piedras bien apiladas. Representaban el ingenio, el poder y la ambición de civilizaciones enteras. Algunas eran templos, otras estatuas gigantes y una, incluso, colgaba (aunque no literalmente).
¿Listo para viajar en el tiempo y conocerlas? Agárrate bien, que te llevamos desde las arenas de Egipto hasta los jardines (¿flotantes?) de Babilonia. Y lo mejor: sin necesidad de visa, vacunas ni seguros de viaje.
A continuación, te presentamos estas siete obras que marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad… y que aún hoy siguen inspirando a arquitectos, viajeros y soñadores de todo el mundo.

La Gran Pirámide de Guiza: la maravilla que sigue en pie
De todas las maravillas del mundo antiguo, solo una sigue en pie como diciendo “miren lo que hacíamos hace miles de años”: la Gran Pirámide de Guiza. Se encuentra en Egipto, a las afueras de El Cairo, y fue construida como tumba para el faraón Keops alrededor del año 2570 a.C. Así que sí, tiene más de 4.500 años y aún nos deja con la boca abierta.
Es la más antigua de las tres pirámides del sitio y, por si fuera poco, también la más grande. Durante casi 4 mil años fue el edificio más alto del planeta, hasta que la Catedral de Lincoln, en Inglaterra, le robó el título en el siglo XIV. Pero seamos honestos: no es lo mismo apilar piedras con grúas que hacerlo solo con fuerza humana y una cuerda.
Originalmente, esta pirámide brillaba. Literalmente. Estaba revestida con unos 27.000 bloques de piedra caliza blanca pulida que reflejaban la luz del sol. Pero en el siglo XIV, un terremoto sacudió la región y desprendió buena parte de ese recubrimiento. ¿Y qué hicieron con esas piedras? Bueno, los turcos otomanos las usaron para construir otras edificaciones en El Cairo. Reciclaje histórico.
A pesar de todo eso, la estructura central resistió. Ahí sigue, firme, imponente y silenciosa. Si algún día necesitas una lección de persistencia… mírala. Está ahí desde antes de que existiera el papel, el alfabeto o los lunes.

Los Jardines Colgantes de Babilonia: un misterio verde en el desierto
Los legendarios Jardines Colgantes de Babilonia fueron construidos entre el 605 y el 562 a.C., en la antigua ciudad de Babilonia, que hoy se encuentra en Irak. Estos jardines impresionantes estaban junto al palacio del rey Nabucodonosor II, quien gobernaba el imperio neobabilónico. La idea era que los visitantes pudieran contemplar este espectáculo natural, aunque no tenían permitido entrar.
Estos jardines eran más que simples plantas; en ellos crecían palmeras, árboles frutales como dátiles y cocos, creando un oasis verde en medio del desierto. Según la tradición, Nabucodonosor II ordenó levantarlos para su esposa Amytis, originaria de una región montañosa. La intención era que ella recordara las montañas de su tierra natal y se sintiera menos lejos de casa. ¿Romántico, no?
Pero no todo es tan claro: algunos expertos dudan incluso de la existencia real de estos jardines, pues no quedan restos arqueológicos definitivos. Sin embargo, las crónicas antiguas los mencionan como una de las maravillas del mundo antiguo.
Con el paso del tiempo y la decadencia del imperio, los jardines fueron abandonados. Para el siglo IV a.C., cuando Alejandro Magno visitó Babilonia, ya estaban en ruinas. Finalmente, en el 126 a.C., el rey Evémero ordenó su destrucción definitiva.
Aunque los Jardines Colgantes ya no existen, su leyenda sigue viva, inspirándonos con su belleza y misterio milenario.

El Mausoleo de Halicarnaso: una tumba que desafió el tiempo
El Mausoleo de Halicarnaso fue un monumento funerario impresionante construido entre 353 y 350 a.C. en Halicarnaso, hoy Bodrum, Turquía. Medía alrededor de 45 metros de altura y estaba sostenido por más de cien columnas, que daban un aire majestuoso y elegante.
Lo que lo hacía aún más especial eran los relieves escultóricos que adornaban cada una de sus cuatro plantas. Estos fueron obra de reconocidos escultores griegos como Leocares, Briaxis, Escopas de Paros y Timoteo, quienes plasmaron escenas y figuras que aún inspiran asombro.
Este mausoleo fue erigido para Mausolo, un sátrapa del Imperio Persa, y de su nombre deriva la palabra «mausoleo» que usamos hoy para referirnos a tumbas monumentales.
A pesar de resistir ataques de Alejandro Magno, invasiones árabes y de pueblos bárbaros, un terremoto en 1404 terminó por derrumbarlo, dejando sólo ruinas que hoy aún pueden visitarse.
La Estatua de Zeus: la joya perdida de Olimpia
La Estatua de Zeus fue creada alrededor del año 430 a.C. en Olimpia, Grecia, en honor al dios supremo del Olimpo. Realizada por el escultor Fidias, esta obra maestra era crisoelefantina, es decir, hecha de oro y marfil, con detalles de ébano y piedras preciosas.
Medía aproximadamente doce metros de alto y ocupaba todo el ancho del templo que la albergaba. Desafortunadamente, esta maravilla desapareció en el siglo V d.C., y sólo conocemos su grandeza por descripciones antiguas y representaciones en monedas.

El Coloso de Rodas: la estatua que saludaba al sol
El Coloso de Rodas fue una imponente estatua dedicada a Helios, el dios griego del sol, creada en el año 292 a.C. por el escultor Cares de Lindos en la isla de Rodas, Grecia. Se dice que medía aproximadamente 32 metros de altura, apoyada sobre una base de mármol blanco de unos 15 metros.
Construida con placas de bronce sobre un armazón de hierro, esta maravilla duró solo 66 años, ya que un terremoto en 226 a.C. la destruyó por completo. Según la leyenda, el Coloso se erguía sobre la entrada del puerto, y su grandeza era tal que los barcos podían pasar entre sus piernas, saludando al dios Helios al llegar.
Tras su caída, un Oráculo predijo que sería mejor no reconstruirla, y así fue. Esta estatua quedó como símbolo de poder y esplendor en la antigüedad, dejando una huella imborrable en la historia.
El Faro de Alejandría: la luz que guiaba a los marineros
El Faro de Alejandría fue construido en el siglo III a.C., entre 285 y 247 a.C., en la isla de Pharos, frente a la ciudad de Alejandría, Egipto. Su función era guiar a las embarcaciones hacia el puerto seguro, siendo una obra arquitectónica de gran altura, estimada entre 115 y 150 metros, convirtiéndolo en una de las estructuras más altas hechas por el hombre durante siglos.
Aunque resistió casi un milenio, fue destruido progresivamente por terremotos en 1303 y 1323. Finalmente, en 1480, sus ruinas fueron utilizadas para construir un fuerte por orden del sultán Qaitbey. Desde entonces, todos los edificios que cumplen esta función llevan el nombre de “faros”, legado directo de esta maravilla.

El Templo de Artemisa: un museo de mármol para la diosa de la luna
El Templo de Artemisa se levantó en la ciudad de Éfeso, actual Turquía, en honor a Artemisa, la diosa griega de la luna y la caza. Construido por orden del rey Creso, esta maravilla fue diseñada por el arquitecto cretense Cherisiphron, y su edificación tardó alrededor de 120 años.
La construcción era monumental: medía 114 metros de largo por 54 de ancho, con 127 columnas jónicas que se elevaban a 60 metros de altura, ¡como edificios modernos! Su interior era como un verdadero museo, lleno de estatuas de dioses y guerreras amazónicas, pinturas en las paredes y detalles de oro y plata que deslumbraban a cualquiera.
En el año 356 a.C., un incendio destruyó el templo, pero Alejandro Magno ordenó su reconstrucción para devolverle su esplendor. Hoy en día solo quedan ruinas, pero aún impresiona la grandeza que alguna vez tuvo este santuario dedicado a Artemisa.
