Desde que el ser humano empezó a preguntarse por lo desconocido, llenó los vacíos con mitología, religión y pseudociencia. Y si hay una creencia que persiste en casi todas las culturas es la de los fantasmas. ¿Quién no ha escuchado alguna historia para una buena noche de terror? Pero hasta ahora, la ciencia no ha encontrado pruebas sólidas que confirmen su existencia.
Antes de seguir, vale aclarar dos cosas: 1) la ciencia necesita evidencia empírica para validar un fenómeno, y 2) no se pueden probar negativos. Es decir, no se puede demostrar que algo “no existe”, solo buscar si hay evidencia de que existe. En este caso, lo que se investiga es si hay algo verificable detrás de los fantasmas.
Si los fantasmas no son físicos, entonces deberían existir como alguna forma de energía. Y aquí entra la termodinámica, la rama de la física que estudia la energía. Según la Primera Ley de la Termodinámica, la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Por eso, algunos creen que al morir, esa energía debe ir a algún lado… ¿y si se convierte en un fantasma?
Suena interesante, pero hay un problema: para aceptar la existencia de fantasmas como entes energéticos, habría que violar las cuatro leyes de la termodinámica, que han sido comprobadas hasta el cansancio. Incluyendo la famosa ley cero. Y por ahora, no hay ningún indicio de que estas leyes fallen cuando una persona muere.

La Segunda Ley de la Termodinámica, también conocida como ley de la entropía, nos dice algo bastante contundente: en todo proceso hay una pérdida de energía útil. Esto significa que la energía tiende a dispersarse y que los sistemas evolucionan hacia el desorden. En términos simples, cada vez que algo ocurre, el universo se vuelve un poquito más caótico. Esta es, de hecho, la razón por la que el tiempo avanza en una sola dirección: del pasado hacia el futuro.
Entonces, si la energía siempre tiende a escaparse y dispersarse, ¿cómo podría un supuesto fantasma energético mantenerse “concentrado” durante años, rondando casas viejas o apareciéndose en castillos abandonados? Según esta ley, no podría. La energía no se queda quieta ni en un mismo estado. Así que la idea de que un fantasma conserve su “forma energética” durante siglos contradice esta ley básica de la física.
¿Y qué pasa realmente al morir? Bueno, lo que sí sabemos es que la energía térmica del cuerpo se disipa en el entorno. La energía química almacenada en nuestros tejidos se va liberando mientras el cuerpo se descompone, y es aprovechada por bacterias, hongos y otros organismos. Es decir, toda esa energía se transforma y se redistribuye, cumpliendo perfectamente con la Primera Ley de la Termodinámica: la energía no desaparece, solo cambia de forma.
Así que sí: al morir, algo de ti sigue existiendo… pero no como un ente flotante con cadenas. Más bien, como abono.

El poder de la sugestión es un ingrediente clave en muchas experiencias paranormales. Según Michael Nees, psicólogo del Lafayette College, nuestro cerebro interpreta el mundo a partir de información limitada. Lo que vemos y oímos no es una reproducción exacta de la realidad, sino una construcción mental. Por ejemplo, un objeto borroso en una habitación oscura puede parecer un fantasma… o ser simplemente una chaqueta en un perchero. Todo depende del contexto, del ambiente y de nuestras creencias previas.
Nees afirma que las personas que ya creen en lo paranormal tienden a “ver” más fantasmas, porque su mente les da forma humana a estímulos ambiguos. Y claro, si estás en una casa vieja, sugestionado y a oscuras, cualquier sombra o ruido se convierte en una aparición.
Por su parte, Terence Hines, experto en neurología y pseudociencia, explica que el cerebro humano ha evolucionado para detectar patrones y presencias ocultas, incluso cuando no hay ninguna. Esto tiene sentido desde la supervivencia: es mejor confundir el crujido de una rama con un depredador y huir, que no reaccionar y convertirse en su cena. Esta tendencia a asumir que “algo o alguien está ahí” genera lo que se conoce como falsos positivos.
Así que la próxima vez que sientas “una presencia” o veas algo moverse en la oscuridad… tal vez no sea un espíritu. Tal vez sea tu cerebro, haciendo lo que mejor sabe hacer: llenar vacíos con historias.

La mente hace su magia cuando las expectativas entran en juego. El científico Terence Hines realizó un experimento revelador: llevó a un grupo de personas a una tumba y les dijo que allí había muerto un anciano de causas naturales. Cuando les preguntó si sentían algo extraño, la mayoría respondió tranquilamente que no. Luego repitió el ejercicio con otro grupo, pero esta vez les contó una historia mucho más impactante: una adolescente se había suicidado allí tras ser abandonada por su novio… y esa noche era justo el aniversario de su muerte. ¿El resultado? Varias personas afirmaron haberla visto o escuchado.
¿La explicación? Hines lo resumió sin rodeos: el cerebro hace lo que sabe hacer. Usa la información que recibe, incluso si es falsa, para construir una percepción de la realidad. No “vemos fantasmas”, sino lo que esperamos ver.
Un estudio publicado en 2013 por los psicólogos evolutivos Kirsten Barnes y Nicholas Gibson profundiza en esta idea. Determinaron que las supuestas experiencias paranormales suelen ocurrir en contextos amenazantes o confusos. ¿Por qué? Porque nuestro cerebro activa mecanismos de defensa cuando nos sentimos en peligro, especialmente si estamos solos. Y si a eso le sumas una buena historia o una atmósfera tensa, el resultado es una mente que completa los espacios en blanco con lo más espeluznante que pueda imaginar.
Así que la próxima vez que “sientas una presencia”, respira hondo… puede que no sea un fantasma. Puede que solo sea tu mente contándote un buen cuento de miedo.

En 2003, el psicólogo británico Richard Wiseman se propuso averiguar si las casas encantadas realmente estaban… encantadas. Bajo condiciones controladas, observó que las experiencias paranormales no se debían a presencias fantasmales, sino a una mezcla de reputación del lugar, luces tenues, corrientes de aire, y hasta ciertos campos electromagnéticos. Sí, lo creas o no, pasar de una sala bien iluminada a una totalmente oscura puede activar en tu cabeza percepciones propias de la privación sensorial. Pero ojo: la teoría electromagnética ha sido bastante cuestionada. Científicos como Steven Novella aseguran que no hay evidencia sólida para respaldarla.
Lo interesante es cómo respondemos frente a estas situaciones. Tapani Riekki, investigador en la Universidad de Helsinki, lo comprobó comparando con escáneres cerebrales a creyentes en fantasmas con escépticos. ¿El resultado? Los creyentes mostraban mayor capacidad para “inhibirse cognitivamente”, es decir, filtrar pensamientos incómodos y abrazar ideas ambiguas con sorprendente seguridad. Mientras tanto, los escépticos solían reír o racionalizar lo que pasaba como una simple coincidencia.
La Universidad de Ámsterdam replicó el experimento… y obtuvo lo mismo. Así que, en resumen, la mente humana rellena huecos. Cuando no entiende algo, muchos prefieren explicaciones misteriosas antes que aceptar que, a veces, las cosas simplemente… pasan.
La próxima vez que escuches un crujido sospechoso en la escalera, pregúntate: ¿es un alma en pena… o solo madera vieja y una mente con mucha imaginación?

La ouija: ¿comunicación espiritual o efecto psicológico?
¿Quién no ha escuchado que el vaso en un tablero de ouija se mueve solo, guiado por un espíritu? Pero, ¿realmente hay fantasmas empujando el vaso? La ciencia explica este fenómeno con algo llamado efecto ideomotor, un proceso psicológico donde las personas realizan movimientos involuntarios sin darse cuenta. Es decir, somos nosotros mismos, sin querer, quienes movemos el vaso.
Para demostrarlo, el programa Brain Games de National Geographic realizó un experimento con voluntarios usando la ouija. En la primera sesión, con los ojos abiertos, el vaso respondía claramente y parecía que el “espíritu” guiaba el mensaje. Pero cuando a los participantes se les vendó los ojos para la segunda sesión, el vaso perdió toda precisión y las respuestas fueron confusas y sin sentido.
Esto confirma que la mente juega un papel fundamental: el movimiento no es producto de fantasmas, sino de la psicología humana y sus percepciones. Como dijo el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan: “El mundo es tan exquisito, posee tanto amor y tal hondura moral, que no hay motivo para engañarnos con bellas historias respaldadas por escasas evidencias. Me parece mejor mirar cara a cara la Muerte en nuestra vulnerabilidad y agradecer cada día las oportunidades magníficas que brinda la vida.”
Así que la próxima vez que veas una ouija en acción, recuerda: el misterio está más en nuestra mente que en el más allá.



