miércoles, noviembre 5, 2025
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¿Por qué el alfabeto tiene ese orden? Historia y curiosidades

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No está del todo claro si los primeros alfabetos tenían un orden definido como el que usamos hoy. Algunos sistemas actuales, como la escritura Hanuno’o de ciertos pueblos indígenas en Filipinas, enseñan las letras una por una, pero sin seguir un orden específico, y tampoco se usan para organizar palabras alfabéticamente. Sin embargo, ya en el siglo XIV a. C., algunas tablillas ugaríticas mostraban el alfabeto en dos secuencias distintas.

Una de esas secuencias, el clásico “ABCDE”, fue adoptada más adelante por los fenicios y dio origen a varios alfabetos modernos como el hebreo, griego, cirílico y latino. La otra secuencia, más desconocida, era “HMĦLQ” y se usaba en el sur de Arabia; aún sobrevive en el alfabeto Ge’ez, utilizado en Etiopía y Eritrea. Lo curioso es que ambos órdenes se han mantenido bastante estables durante más de 3.000 años. Y eso, considerando lo caótico que puede ser el lenguaje, es casi un milagro.

Ahora bien, si queremos entender por qué nuestro alfabeto tiene ese orden, necesitamos viajar en el tiempo y revisar al menos cinco culturas clave.

Empecemos por los egipcios. Ellos ya escribían miles de años antes del nacimiento de Cristo. A diferencia de los alfabetos, usaban jeroglíficos, un sistema complejo que comenzó grabado en piedra y luego se adaptó al papiro con cálamos, mucho más práctico. En su apogeo, llegaron a usar más de 400 símbolos, aunque con el tiempo su escritura se fue simplificando y evolucionando en cinco etapas diferentes.

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Los jeroglíficos egipcios pasaron por varias etapas evolutivas, desde dibujos simples hasta casi convertirse en un alfabeto como el que usamos hoy. Al principio, los egipcios usaban dibujos que representaban cosas concretas: si veías un caballo dibujado, significaba exactamente eso, “caballo”. Era un sistema visual, directo, pero poco práctico para conceptos más abstractos.

Después vinieron los dibujos que representaban ideas. Por ejemplo, una pierna no solo significaba “pierna”, sino también cosas como “correr” o “rápido”. Aquí ya se empezaba a jugar con significados más simbólicos.

Más adelante, la escritura egipcia dio un giro hacia los dibujos que representaban sonidos. En lugar de dibujar lo que una palabra significaba, se dibujaban símbolos que representaban cómo sonaba. Luego aparecieron los jeroglíficos silábicos, donde un mismo símbolo podía aparecer en palabras diferentes simplemente porque compartían una sílaba.

Finalmente, los egipcios desarrollaron símbolos para representar sonidos individuales, muy parecidos a nuestras letras. Aunque en un inicio tenían cientos de estos signos, fueron reduciendo y simplificando hasta quedarse con unos 25 sonidos básicos. Técnicamente, estaban a un paso de crear un alfabeto funcional: un sistema en el que cada símbolo representa un sonido y todas las palabras pueden escribirse con su combinación.

Pero, a pesar de tener las herramientas, nunca abandonaron del todo el estilo pictográfico. Aunque podían escribir “caballo” con sonidos, seguían prefiriendo dibujar un caballo. Así que estuvieron cerca… pero no lo lograron del todo.

Jeroglíficos egipcios antiguos. Inscripción mural con símbolos y figuras del antiguo Egipto. Imagen de escritura jeroglífica para historia, cultura egipcia y turismo.

Aunque durante mucho tiempo se creyó que los fenicios inventaron el alfabeto, hoy sabemos que los verdaderos pioneros fueron los ugaríticos, en lo que hoy es el noroeste de Siria. En 1928, el estudioso alemán Hans Bauer encontró unas tablillas de arcilla en las que aparecía el alfabeto ugarítico, ordenado al lado de símbolos silábicos babilonios. Esto demostró que los ugaríticos organizaron su alfabeto conscientemente, aunque no está del todo claro si lo usaban con fines educativos o simplemente como referencia.

Lo interesante es que la fonética del alfabeto ugarítico era prácticamente la misma que la del alfabeto fenicio posterior, pero las letras eran distintas tanto de los jeroglíficos egipcios como de otras escrituras semitas de la época.

Ahora bien, aunque ugaríticos y fenicios desarrollaron sus alfabetos casi al mismo tiempo, fueron los fenicios quienes realmente marcaron la historia. Y no por su amor a la literatura, precisamente. Eran comerciantes, y necesitaban un sistema rápido y funcional para llevar inventarios, cuentas y registros mercantiles. Nada de escribir epopeyas. Por eso su alfabeto era práctico y sin adornos.

A eso súmale que viajaban constantemente por el Mediterráneo, llevando su alfabeto a cada puerto. Y lo mejor: dejaron atrás los dibujos y se quedaron solo con los símbolos fonéticos. La letra “aleph”, por ejemplo, venía del dibujo de una cabeza de buey, un animal clave en la vida agrícola. Con los años, ese símbolo dio lugar a nuestra querida letra “A”. ¿Lo esperabas?

 

Escena histórica de teñido de telas. Hombres trabajando en la producción de tintes y telas en la antigüedad. Imagen de taller textil antiguo para historia, artesanía y moda.

La famosa púrpura fenicia no fue su único legado; también dejaron huella en el lenguaje. Más adelante, los griegos tomaron el alfabeto fenicio y lo adaptaron a sus propias necesidades. Al principio, heredaron dieciséis caracteres, todos consonantes. Y como los fenicios no escribían vocales, quedaba al criterio del lector “adivinarlas” al leer. Imagina leer “mpr” y tener que deducir si es “empar”, “mápero” o “imperio”. Así de entretenido era.

Esto pasaba porque muchas lenguas antiguas escritas no incluían vocales. Pero toda lengua oral, incluso en la antigüedad, tiene tanto vocales como consonantes. Según la RAE, una consonante es un sonido que interrumpe el paso del aire con los labios, la lengua o los dientes (como la “p” o la “t”), mientras que una vocal se produce simplemente con el aire fluyendo libremente a través de las cuerdas vocales. Eso de no escribir las vocales es, básicamente, lo único que aleja al alfabeto fenicio de los modernos.

Los griegos, curiosos como siempre, comenzaron a mezclar cosas. Alrededor del siglo IX a. C., añadieron cinco vocales al sistema fenicio: alfa (a), épsilon (e), iota (i), ómicron (o) e ípsilon (i/u). Así nació un sistema más completo y accesible.

Y si te estás preguntando cómo puede ser que aleph, una letra sin vocal, se convirtiera en alfa, una vocal, es porque alfa viene del hebreo, no directamente del fenicio. Curiosamente, aleph significa “buey”, igual que su equivalente hebreo. De ahí nacieron también beta, gamma y delta… o lo que hoy llamamos A, B, C, D.

Fragmento de papiro antiguo con escritura. Detalle de texto en lengua antigua sobre papiro histórico. Imagen de documento antiguo para historia, filología y arqueología.

Para adaptar un alfabeto a una nueva lengua, lo fundamental es saber si puede representar todos los sonidos que ya existen en la forma hablada. Ese fue el dilema de los griegos cuando adoptaron el alfabeto fenicio: necesitaban letras para representar vocales que ya usaban al hablar, pero que simplemente no existían en la escritura fenicia. La lengua hebrea, aunque sí tenía sonidos vocálicos, los usaba de forma inconsistente y esporádica.

Curiosamente, los hebreos tenían consonantes con sonidos que los griegos ni siquiera necesitaban. Así que, en un giro creativo, los griegos tomaron esas “consonantes inútiles” del hebreo —como aleph, un sonido suave y entrecortado— y las transformaron en vocales griegas. Así, las vocales del griego tienen origen hebreo, mientras que las consonantes derivan del fenicio. Un remix lingüístico digno de aplauso.

Con el tiempo, los griegos añadieron algunas consonantes propias y completaron un alfabeto de 24 letras. Algunas letras tenían sonidos diferentes a los actuales: por ejemplo, la letra ro (Ρ, ρ), aunque parece una “P”, se pronunciaba como nuestra “r”. Y aunque el orden del alfabeto griego se parece mucho al nuestro, tenía curiosidades: por ejemplo, la zeta (ζ) era la sexta letra, no la última.

Más adelante, llegaron los romanos, gobernados en sus inicios por los etruscos, quienes ya usaban el alfabeto griego. Los romanos adoptaron ese sistema, hicieron algunos ajustes, y establecieron el orden alfabético que usamos hoy. Su versión tenía solo 23 letras; la J, U y W se sumaron mucho después.

Representación del Senado Romano. Imagen de senadores en la Antigua Roma durante una sesión de debate. Ilustración histórica de política y sociedad romana para educación y cultura.

En sus inicios, la letra J era solo una variante estilizada de la I. Hasta el siglo XVII, por ejemplo, el nombre de César se escribía “Iulius”. La W surgió en el inglés antiguo, escrita como “uu” o simplemente una U repetida. Y la U, curiosamente, se usaba como una forma de la V, hasta que en el siglo XVIII comenzó a utilizarse exclusivamente como vocal.

¿Y por qué los romanos reorganizaron el alfabeto griego? Una razón interesante fue el destino de la letra Z. Originalmente, la eliminaron por considerarla innecesaria. Pero cuando Roma conquistó Grecia en el siglo I a. C., se vieron en la necesidad de usarla otra vez, sobre todo para transcribir palabras griegas al latín. Como ya tenían el alfabeto armado, simplemente la pusieron al final. Un huequito de emergencia, digamos.

Todo esto demuestra que el orden del alfabeto es bastante arbitrario. De hecho, tendría sentido agrupar todas las vocales al principio o al final, pero nadie lo hizo. Y no, aprender español no depende de saber si la “A” va antes que la “B”. ¿Leeríamos peor si aprendiéramos el alfabeto al revés? Probablemente no.

Aun así, las tablillas ugaríticas muestran que ya se enseñaba en orden hace más de tres mil años. Y por alguna razón, muchas culturas lo mantuvieron exactamente igual. ¿Casualidad? Tal vez. ¿O será que en la cultura semita el buey valía más que la casa?

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