miércoles, octubre 22, 2025
Imagen oscura de un espectro en un bosque nocturno. Fotografía de terror con figura alta y delgada en camino iluminado. Ideal para contenido de misterio y leyendas urbanas.

El crimen de Gádor: la escalofriante historia del verdadero hombre del saco

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Tradicionalmente, los adultos han usado historias de monstruos y figuras terroríficas para que los niños se porten bien. El famoso hombre del saco, ese personaje que asusta a más de uno, no es solo un invento: tiene una base real y muy oscura. La expresión “hombre del saco” o “sacamantecas” viene de un suceso real ocurrido en 1910 en Gádor, un pequeño pueblo de Almería, España.

Este terrible caso se conoce como el crimen de Gádor, y fue tan impactante que el diario ABC lo narró con todo lujo de detalles el 11 de agosto de 1910. Gádor, con apenas 800 habitantes, está a 15 kilómetros de Almería y cerca del pueblo de Rioja, que cuenta con unos 400 vecinos. En una cueva cercana, vivía una familia humilde: un matrimonio y su hijo Bernardo González, un hermoso niño de solo siete años.

Por otro lado, en Gádor residía Francisco Leona, un hombre de setenta años, viudo, con hijos y nietos, pero sobre todo, con un historial muy oscuro y antecedentes delictivos que lo hacían temible en el pueblo.

Aunque parezca sacado de una película de terror, esta historia es real y explica el origen de una leyenda que ha perseguido a niños y adultos durante generaciones. Así que la próxima vez que alguien mencione al hombre del saco, recuerda que detrás de ese mito hay un caso criminal que marcó la historia de España para siempre.

Fotografía en blanco y negro de cuatro ancianos frente a una tienda de telas. Imagen de hombres mayores con rostros arrugados mostrando vestimenta tradicional. Ideal para contenido sobre cultura y tradiciones.

En dos cortijos cercanos vivían dos familias muy distintas. Una estaba formada por Pedro Hernández, Agustina Rodríguez y sus hijos, José y Julio. La otra la componían Francisco Ortega, apodado el Moruno, su esposa Antonia López y varios hijos. El Moruno estaba gravemente enfermo: sufría de tuberculosis y varios ataques de disnea que lo tenían al borde del colapso. Por otro lado, Francisco Leona, conocido no solo por su mala fama sino también como un supuesto curandero, fue consultado por la familia del Moruno para buscar una cura.

Leona afirmó que el remedio era sencillo, aunque espeluznante: “Con que beba la sangre caliente de un niño y le apliquen las mantecas del propio niño en el pecho, el Moruno se curará”. Y sin pensarlo dos veces, esos hombres decidieron poner en marcha ese aterrador plan.

La víctima fue el pequeño Bernardo González, de siete años. Francisco Leona y Julio, armados con un saco, fueron a buscarlo. Bernardo estaba bañándose con otros niños cerca de Rioja cuando los criminales llegaron. Le engañaron diciéndole que iban a coger brevas y albaricoques y que lo llevarían a casa de su hermano. Al principio, el niño los siguió, pero algo dentro de él hizo que se detuviera. El temible rostro de Leona, con sus intenciones siniestras claras, hizo que Bernardo intentara escapar. Sin dudar, Leona lo agarró con fuerza y ordenó a Julio abrir el saco, donde metieron al inocente niño con la cabeza hacia abajo.

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Tras envolver al niño en el saco, Julio lo ató de tal manera que la tela también sirviera de mordaza. Luego, cargó al pequeño al hombro, atravesando barrancos y parrales hasta llegar al cortijo, donde la repulsiva Agustina Rodríguez esperaba junto al Moruno, quien estaba preparado con una olla de porcelana. La paciencia del Moruno era como la de un tigre acechando: esperaba el momento de sacrificar la vida de aquel niño inocente que, para ellos, era solo un medio para su oscuro fin.

A las nueve de la noche, José Hernández regresó a la casa, donde ya estaban los cuatro cómplices listos para llevar a cabo la horrible tarea. Entre Julio, su hermano Tose y la infame Agustina sujetaron con fuerza a Bernardo, mientras que el monstruoso Leona, con una navaja de filo extremadamente afilado, le abrió una profunda herida en la parte alta del costado, cortando las arterias que llevan la sangre al corazón.

Mientras tanto, el Moruno sostenía la olla junto a la herida, recogiendo la sangre de la víctima. Poco después, bebió esa sangre como si fuera un elixir milagroso, convencido de que así podría curar su enfermedad.

Este acto atroz, conocido como el crimen de Gádor, es el origen real y macabro de la leyenda del hombre del saco o sacamantecas, una historia que mezcla miedo, superstición y brutalidad que se ha transmitido por generaciones.

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Terminada aquella monstruosa operación, y quizá aún con vida el pobre niño, los criminales comenzaron a discutir quién sería el encargado de llevarlo a la sepultura que ya tenían preparada de antemano. Francisco Leona, el líder de aquella banda sin escrúpulos, fue quien dirigió todo el macabro ritual. Tras extraer la sangre, armado con una navaja de barbero llamada “verduguillo”, abrió el cuerpo infantil con la ayuda de Julio, que sostenía los bordes de la herida para facilitar la tarea.

De ese cuerpo abierto, Leona extrajo las sustancias que, según su terrible y absurda “ciencia”, creía que devolverían la salud al Moruno. Frente a ese horripilante espectáculo —un niño abierto en canal— Francisco Ortega, el Moruno, se aplicó un emplasto con las mantecas extraídas del pequeño directamente sobre el pecho.

Los demás cómplices —Leona, Julio, José, y probablemente Agustina—, tras culminar esta espantosa operación, llevaron el cuerpo sin vida de Bernardo al barranco del Jalbo para enterrarlo lejos de las miradas.

Este crimen atroz no solo impactó a la pequeña comunidad de Gádor, sino que también sembró el miedo que alimentó la leyenda del “hombre del saco” o “sacamantecas”, un mito que durante décadas sirvió para asustar a niños y recordar lo oscuro que puede ser el ser humano cuando se mezcla la ignorancia con la maldad.

Calle estrecha en blanco y negro con edificios en ruinas y cielo nublado. Fotografía de decadencia urbana con arquitectura antigua. Ideal para contenido de historia y abandono

Los criminales, sin respeto alguno por la vida ni el cuerpo del pequeño Bernardo, decidieron desfigurar su rostro. Colocaron el cadáver en un hoyo y, con una brutalidad indescriptible, machacaron la cabeza del niño contra las piedras. La masa encefálica quedó pegada al suelo, una imagen cruel que contrasta con la ternura que sus padres le brindaron en vida.

Por suerte, todos los procesados —excepto Francisco el Moruno— ya están convictos y confesos, disipando así el miedo inicial de que este horrible crimen quedara impune.

La vieja Agustina aún no ha revelado la cantidad que recibió de Antonio López, esposa del Moruno, como pago por el terrible sacrificio. Sin embargo, según Julio, el precio de esta macabra “hazaña” fue de tres mil reales, una suma que pagó la familia Moruno para que estos sicarios llevaran a cabo el delito infame y espantoso.

Este acto cruel no tiene justificación, ni siquiera si ofrecieran todo el oro del mundo.

Este caso real, conocido como el crimen de Gádor, se convirtió en el origen oscuro del mito del hombre del saco o sacamantecas, un personaje que aterrorizó a generaciones de niños. A través del miedo y la leyenda, esta historia pasó a formar parte del folclore, recordándonos lo importante que es no perder la humanidad, incluso en tiempos y circunstancias difíciles.

Primer plano de rostro siniestro con sonrisa malvada bajo capucha en ambiente cálido. Fotografía de terror psicológico con iluminación dramática.

Cuando la Guardia Civil llegó al lugar señalado, encontraron el cuerpo del pequeño Bernardo boca abajo, con el cráneo completamente destrozado. La brutalidad del crimen impactó a todo el pueblo, que rápidamente señaló a Francisco Leona, conocido por sus muchas irregularidades, algunas con posibles implicaciones delictivas. Detenido, Leona culpó inicialmente a Julio, y este hizo lo mismo con él.

Tras horas de interrogatorios y mil excusas, ambos terminaron confesando la verdad del espantoso asesinato. El cabo Mañas fue quien lideró la captura de estos despiadados criminales, encargándose de poner fin a la pesadilla que azotaba a la comunidad.

Francisco Leona, el curandero y cabeza del grupo, fue condenado a la pena de garrote vil, aunque falleció en prisión antes de que se ejecutara la sentencia. Por su parte, Francisco Ortega, “el Moruno”, y Agustina, también vinculada a la curación y al crimen, fueron ejecutados. José, hijo de Agustina, recibió una condena de 17 años de cárcel. Su esposa, Elena, fue absuelta por falta de pruebas.

En cuanto a Julio, apodado “el Tonto”, fue sentenciado a muerte, pero finalmente fue indultado debido a que se le consideró mentalmente incapacitado para entender sus actos.

Este caso, más allá de ser una historia de terror, marcó la historia judicial española y dio origen a la leyenda del hombre del saco, que hasta hoy sigue presente en la cultura popular.

Dibujo de espanto con sombrero y saco lleno de calaveras sobre fondo rojo. Ilustración de terror gótico para leyendas y cuentos oscuros.

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