Quizás te estés preguntando por qué este tema aparece en la categoría de Ciencia. Bueno, es que la reencarnación es como ese amigo que encaja en todos los grupos: puede ser cultura general, filosofía, espiritualidad… ¡o simplemente una curiosidad de esas que te atrapan por horas! Pero decidimos incluirlo aquí para darle una vuelta más racional (aunque, admitámoslo, la ciencia se rasca la cabeza con esto).
Vamos al grano.
La reencarnación, que tiene raíces en tradiciones orientales como el hinduismo y el budismo, es la creencia de que el alma no muere, sino que migra hacia otro cuerpo después de que el anterior dice “hasta aquí llegué”. Es decir, según esta idea, no somos solo carne, huesos y memes; hay algo más que podría continuar su viaje en otro cuerpo, época o lugar.
Y sí, puede sonar a guion de serie de Netflix… pero millones de personas lo creen firmemente.
Ahora bien, ¿alguna vez te preguntaste si eres la reencarnación de alguien? Si la respuesta es sí (y no estabas soñando despierto), la siguiente pregunta sería: ¿por qué crees eso? Tal vez tienes recuerdos que no son tuyos, fobias sin explicación, o una conexión rara con épocas pasadas. O quizá solo te pasa algo extraño cuando ves fotos antiguas.
Sea como sea, no estás solo. El misterio apenas comienza… 👀

Dependiendo de a quién le preguntes, la reencarnación puede sonar tan lógica como decir que el cielo es celeste… o tan abstracta como entender por qué los gatos se obsesionan con las cajas. Y es que cada religión le da su propia vuelta de tuerca.
Por ejemplo, el budismo prefiere llamarlo “renacimiento” en lugar de “reencarnación”. ¿La razón? En esta doctrina no existe un “alma” eterna que migra de cuerpo en cuerpo. Para el budismo, no hay un yo permanente que pase de una vida a otra. Lo que sí se transfiere es el karma, esa mochila de acciones buenas y malas que vas acumulando como si fueran puntos en un videojuego. Así que no esperes recordar tu vida pasada como faraón… lo que sigue es el efecto, no la memoria.
Ahora, en el caso del cristianismo, la cosa cambia bastante. En sus orígenes, especialmente durante los primeros tres siglos, la influencia del pensamiento griego era bastante fuerte. Así que muchos cristianos de esa época no veían con malos ojos la idea de la reencarnación, gracias al platonismo, que hablaba del alma como algo eterno y viajero. Sin embargo, con el tiempo esa idea fue descartada oficialmente por la Iglesia, y la doctrina se centró en la resurrección, no en renacer en otro cuerpo.
En resumen, según la religión, podrías volver como gato, como nube… o no volver en absoluto. Todo depende del guion que elijas creer. 🌀

Platón, ese filósofo que parecía tener una opinión sobre todo, creía que una sola vida no alcanzaba para que el alma volviera a su estado celestial original de pureza. Según él, para alcanzar ese nivel espiritual, el alma debía atravesar diferentes existencias, incluso —ojo con esto— encarnar como una bestia. Y no hablamos de un rockstar, sino literalmente un animal. Para Platón, la reencarnación era un castigo temporal, un proceso necesario para volver al plano ideal. Algo así como pasar por una serie de exámenes cósmicos antes de graduarse.
Por otro lado, el cristianismo actual descarta por completo esa idea. La noción de que el alma vaya saltando de cuerpo en cuerpo choca con los pilares de la fe cristiana, como el juicio final, la salvación y la resurrección. Por eso, se prefiere hablar de resurrección, un retorno único, definitivo, y bastante distinto a la idea de renacer una y otra vez.
Pero dejemos por un momento las creencias y vayamos al terreno de la ciencia (o al menos, al intento). El doctor Ian Stevenson, psiquiatra y bioquímico canadiense, se dedicó por más de 40 años a investigar regresiones a vidas pasadas. Estudió más de 3.000 casos de niños que aseguraban recordar vidas anteriores, y se tomó el trabajo de verificar los datos que mencionaban. Su enfoque fue meticuloso, y aunque sus conclusiones no son definitivas, abrió un debate científico que sigue hasta hoy.

A diferencia de otros investigadores que recurren a la hipnosis para explorar vidas pasadas, el doctor Ian Stevenson prefirió un enfoque más directo y, según él, menos contaminado. En vez de trabajar con adultos sugestionables, se enfocó en niños pequeños, de entre dos y cuatro años, que espontáneamente decían recordar episodios de supuestas vidas anteriores. Lo interesante es que muchos de estos pequeños no solo hablaban de personas, lugares o situaciones desconocidas, sino que daban datos verificables, algunos bastante específicos.
Stevenson no era cualquier entusiasta del tema. Fue rector de la Universidad de Virginia y también jefe del Departamento de Psiquiatría en su hospital universitario. Con ese currículum, se tomó muy en serio sus investigaciones. Analizó miles de casos, pero prestó especial atención a aquellos donde la muerte anterior parecía haber sido violenta. Al parecer, estos eran los más frecuentes y también los más detallados en cuanto a recuerdos.
Una de las partes más llamativas de su trabajo fue el estudio de marcas de nacimiento y malformaciones congénitas. En muchos casos, estas coincidían con el tipo de muerte descrito por los niños: heridas de bala, cuchilladas o quemaduras. Stevenson incluso llegó a comparar esas marcas con autopsias reales de las personas que los niños decían haber sido. ¿Coincidencia? ¿Memoria genética? ¿O simplemente imaginación infantil? La ciencia aún no tiene una respuesta definitiva, pero sus investigaciones siguen generando curiosidad… y algo de escalofríos.

Según Ian Stevenson, entre los cinco y siete años los niños empiezan a olvidar los recuerdos de vidas pasadas. Algo así como cuando olvidas la contraseña de tu viejo correo: sabes que hubo algo ahí… pero ya no puedes acceder.
Aun así, algunos casos desafiaron esa regla. Uno de los más sorprendentes fue el de Swarnlata Mishra, nacida en Pradesh, India, en 1948. Desde los tres años, esta pequeña ya dejaba a su familia con la boca abierta. Durante un viaje con su padre por el pueblo de Katni, soltó algo que los dejó helados: le dijo que quería pasar a “tomar té en su casa”. El detalle es que la familia no tenía ninguna conexión con Katni… al menos no en esta vida.
Lo más impactante es que, a diferencia de otros niños, Swarnlata no perdió sus recuerdos con el tiempo. En 1959, un colega de Stevenson, el profesor Sri H. N. Banerjee, decidió investigar el caso a fondo. Usando solo la información que la niña recordaba, logró encontrar una casa real en Katni, donde había vivido Biya Pathak, una mujer fallecida en 1938. Y sí, muchos de los detalles que Swarnlata había mencionado coincidían con la historia y la familia de Biya.
¿Coincidencia increíble? ¿Memoria heredada? ¿O un caso real de reencarnación documentada? Nadie lo sabe con certeza, pero este tipo de casos son los que siguen manteniendo vivo el debate entre ciencia, espiritualidad… y unas cuantas tazas de té con misterio.

Días después del hallazgo, “Biya-Swarnlata” fue llevada a la antigua casa de su supuesta vida pasada. Allí, frente a su familia de otra encarnación, no solo reconoció a varios miembros, sino que soltó detalles que dejaron a todos con cara de “¿cómo sabe eso?”. Le dijo a su antiguo esposo, Sri Pandey, que tenía 1.200 rupias escondidas en una caja secreta y hasta mencionó que solía tener dientes de oro. Nada mal para alguien que, oficialmente, nunca había puesto un pie en ese lugar.
Aunque Stevenson creía firmemente en la reencarnación, había un gran problema: nunca logró demostrar cómo se transfiere la conciencia de una persona a otra. Podía recopilar coincidencias, historias impactantes y testimonios verificados, pero la mecánica detrás del fenómeno seguía siendo un misterio. ¿Dónde se guarda la conciencia? ¿Cómo salta de un cuerpo a otro? ¿Tiene pasaporte espiritual?
Un colega suyo, Peter Ramster, retomó la investigación y fue más allá: planteó que la conciencia podría existir fuera del cuerpo, como en otra dimensión o plano, y que de alguna forma podría “imbuirse” en otro cerebro. Algo así como si alguien subiera recuerdos a la nube y luego otro los descargara, sin saber cómo llegaron ahí.
Así que… ¿será que esa luz al final del túnel es, en realidad, la del canal de parto? ¿O estamos viendo muchas películas? Sea como sea, la reencarnación sigue siendo uno de esos temas donde la ciencia y el misterio van tomados de la mano… y sin GPS.



