¿Qué fue primero: el huevo o la gallina? Esa preguntita que todos nos hemos hecho alguna vez y que parece sacada de un juego de mesa, en realidad tiene siglos de historia. Lejos de ser solo una ocurrencia graciosa, esta duda representa uno de los dilemas de causalidad más antiguos y debatidos por la filosofía. Sí, puede sonar como un simple acertijo, pero durante siglos fue una metáfora profunda sobre el origen de la vida y de todo lo que existe.
Este enredo no se quedó solo en conversaciones de sobremesa. Grandes pensadores, científicos y hasta teólogos han intentado responderla. Por ejemplo, el filósofo griego Aristóteles ya se planteaba este tema allá por el siglo IV a.C. Él comparaba la cuestión con el nacimiento del primer ser humano: si hubo un primer hombre, ¿cómo es que nació sin padres? Según él, la gallina vino antes que el huevo. Bastante práctico, ¿no?
Pero los tiempos cambian y con ellos, las teorías. En épocas más recientes, científicos como Stephen Hawking y Christopher Langan también dieron su opinión. ¿La respuesta? Primero fue el huevo… con gallina incluida. Es decir, el huevo fue puesto por un animal muy parecido a una gallina, pero que aún no lo era del todo. ¡Boom, misterio (casi) resuelto!
Así que la próxima vez que alguien saque el tema, ya sabes: no es solo un chiste viejo, es un debate que mezcla biología, filosofía y un toque de humor existencial.

Por si aún quedaban dudas, el diario británico The Guardian decidió ponerse serio y reunió a un trío curioso: un científico, un filósofo y un avicultor. No, no es el comienzo de un chiste, aunque lo parezca. El objetivo era uno solo: resolver, de una vez por todas, el dilema del huevo y la gallina.
Y contra lo que pensaba Aristóteles, los tres llegaron a la misma conclusión: el huevo vino antes que la gallina. ¿La razón? Bastante simple y científica. El material genético de un animal no cambia mientras está vivo, así que cualquier modificación en una especie tiene que ocurrir antes, es decir, en el proceso reproductivo. Traducido al español: si algo va a evolucionar, lo hace en el huevo, no cuando ya está cacareando por ahí.
El filósofo David Papineau, experto en filosofía de la ciencia del King’s College de Londres, lo explicó con una comparación muy gráfica: “Diría que un huevo de gallina lo es si contiene una gallina. Si un canguro pusiera un huevo del que saliera un avestruz, sería un huevo de avestruz, no de canguro.” O sea, la primera gallina tuvo que salir de un huevo de gallina, aunque ese huevo no haya sido puesto por una gallina “oficial”.
Así que, al parecer, la ciencia y la lógica filosófica están de acuerdo por fin. El huevo gana esta ronda, y no hace falta ser granjero para entenderlo.

Aunque el debate sigue dando vueltas, el trío de expertos coincidió en algo clave: el huevo vino antes que la gallina. Sí, puede sonar discutible, pero todos llegaron a esa conclusión como si hubieran resuelto un acertijo ancestral.
Uno de ellos, John Brookfield, genetista evolutivo de la Universidad de Nottingham, lo tuvo clarísimo desde el principio. Según él, para entender esto hay que mirar millones de años hacia atrás, cuando apareció la primera gallina en el planeta. ¿Y cómo pasó eso? Fácil… bueno, relativamente: fue por una mutación genética.
Brookfield explica que esa “primera gallina oficial” seguramente no nació de otra gallina, sino que fue el resultado de un cambio muy sutil en el ADN de sus padres, que no eran exactamente gallinas, sino alguna especie similar. Ese pequeño ajuste genético fue el que definió que, al nacer, ese animal ya cumplía con todo lo necesario para llamarse “gallina”. Aunque sus papás no calificaran.
Lo interesante es que ese cambio ocurrió dentro del huevo. El embrión en desarrollo ya tenía el ADN de una gallina moderna, aunque el cascarón haya venido de una mamá no tan gallinácea. Así que, con base científica y genética, la primera gallina del mundo existió primero como embrión dentro de un huevo que, técnicamente, fue el primer huevo de gallina de la historia.
Ya ves, todo este lío evolutivo nos deja claro que la respuesta está escrita en los genes… y dentro de un cascarón.

Como ya se dijo, el ADN solo puede modificarse antes del nacimiento, lo que tiene implicancias bastante interesantes en este dilema. La madre de la primera gallina —que no era una gallina como tal— sufrió una pequeña mutación genética durante la formación del embrión. Esa alteración fue suficiente para que la criatura que crecía dentro del huevo ya no fuera igual a sus padres, sino una nueva especie: la primera gallina oficial.
Así que ahí la tienes, saliendo del cascarón sin saber que estaba protagonizando uno de los debates más antiguos del mundo. Desde entonces, la especie gallina comenzó su historia tal como la conocemos hoy. Y como ese cambio ocurrió dentro de un huevo, no hay vuelta que darle: el huevo vino primero.
Pero lo más interesante no es solo quién llegó primero, sino cómo llegamos a responderlo. Lo curioso es que dos campos tan distintos como la biología y la lingüística llegaron a la misma conclusión. Por un lado, los científicos basados en genética y evolución. Por otro, los filósofos del lenguaje, que argumentan que un huevo de gallina se define por lo que contiene. Y ambos coinciden: el huevo gana.
Este caso es un buen ejemplo de cómo la ciencia empírica ha reemplazado la especulación metafísica a la hora de explicar el mundo. Hoy, confiamos más en el microscopio que en las metáforas. Y aunque la pregunta parezca simple, nos deja ver cómo entendemos —y cuestionamos— la realidad.

Pero a todo esto… ¿de qué especie venía esa famosa primera gallina? Resulta que el origen es bastante más concreto de lo que parece. El primer huevo del que nació una gallina fue puesto por una especie llamada gallo bankiva (o Gallus gallus), una ave silvestre que aún existe. Este evento ocurrió en China hace unos 7400 años, cuando, por una mutación genética, una cría ligeramente distinta salió del cascarón. Esa pequeña diferencia fue suficiente para marcar el nacimiento de lo que hoy conocemos como gallina. Así que sí, todo empezó con una especie prima lejana.
Ahora bien, si afinamos la pregunta y no hablamos de “huevo de gallina”, sino simplemente de “el huevo” en general, el asunto cambia un poco. En ese caso, el huevo fue primero, sin dudas. ¿Por qué? Porque muchísimo antes de que existieran las gallinas, ya había animales que ponían huevos, como reptiles, peces e incluso los dinosaurios.
Así que, si la pregunta es “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”, la respuesta más precisa es: depende del contexto. Si hablamos de huevo de gallina, el huevo vino primero. Pero si hablamos de huevos a secas, los huevos existen desde hace cientos de millones de años, mucho antes de que una pluma se asomara por ahí.
En resumen: gracias al gallo bankiva, la evolución, y un buen par de huevos prehistóricos, hoy tenemos gallinas… y este debate eterno.

Para cerrar el círculo de esta historia evolutiva, los científicos descubrieron que los primeros huevos del planeta no fueron de aves ni de reptiles, sino de corales, ¡hace más de 540 millones de años! Luego, vinieron los insectos, que también comenzaron a poner huevos, seguidos por los dinosaurios. Mucho después, aparecieron las primeras aves, hace unos 150 millones de años, listas para seguir la tradición del cascarón.
Lo interesante acá es entender cómo funciona la evolución. Nada ocurre de golpe ni de un día para otro. Los cambios son sutiles, acumulativos y llevan millones de años. Por eso, imaginar que la gallina descendió directamente de un lagarto o de un cocodrilo es una simplificación un poco injusta (y hasta graciosa). La realidad es que las aves evolucionaron de ciertos dinosaurios terópodos que ya tenían alas, plumas e incluso picos.
Por eso, en lugar de pensar en una transición reptil-gallina, es más correcto decir que la gallina moderna proviene de especies como el Archaeopteryx o el Anchiornis. Estos antiguos “dino-pájaros” son los verdaderos antepasados, y a través de mutaciones genéticas y selección natural, dieron origen a las aves actuales.
Entonces, desde un punto de vista evolutivo, la pregunta del huevo y la gallina se vuelve aún más fascinante. Todo forma parte de una larga cadena de cambios, donde cada eslabón tiene su huevo… y su historia. Literalmente.
